Bloodthorne
Si Silvaria es el resplandor de Aetherion, Bloodthorne es su sombra. Una tierra marchita, forjada en la tragedia y el sufrimiento, donde la Ruina de los Dioses dejó cicatrices más profundas que en cualquier otra parte del continente. Aquí, la luz del día es tenue y opaca, consumida por neblinas eternas que serpentean entre pantanos de aguas negras y bosques cuyos árboles parecen retorcerse en agonía. En esta región, la muerte no es un final, sino un estado transitorio, pues las tumbas nunca retienen a sus ocupantes por mucho tiempo.
Bloodthorne, la Tierra de la Penumbra
Desde tiempos inmemoriales, Bloodthorne ha sido un reino de predadores y presas, donde criaturas de la noche gobiernan sobre los mortales y donde los susurros en las criptas advierten a los vivos de horrores que nunca debieron despertar. Y, sin embargo, el hombre ha logrado establecerse en estas tierras malditas, construyendo ciudades en las fauces del abismo, desafiando a los horrores que aguardan en la penumbra. Pero nada en Bloodthorne está realmente muerto. Nada permanece enterrado para siempre.
Historia (Orígenes)
La Maldición de la Ruina (0 - 100 D.R.)
El cataclismo que desgarró Eldrathis no solo partió la tierra, sino que también dejó fisuras en la realidad. En el año 2 D.R., la primera grieta dimensional se abrió en los Pantanos de Vaelthir, liberando espectros y criaturas sombrías que nunca debieron pisar la existencia mortal. Para el 15 D.R., la primera aldea humana en Bloodthorne, Duskmoor, fue aniquilada en una sola noche. Sus habitantes no murieron por la espada ni el fuego, sino que fueron arrastrados al más allá por manos invisibles, dejando tras de sí solo ecos de su sufrimiento.
El 50 D.R. marcó el primer avistamiento de vampiros y licántropos en la región. Aquellas criaturas, que parecían haber surgido de la misma negrura del cielo sin luna, comenzaron a cazar indiscriminadamente, estableciendo su dominio en un mundo donde la noche era perpetua. Las tumbas se vaciaban solas, los cuerpos exhumados sin explicación, y el aire mismo parecía cargado con la presencia de fuerzas que ni los sabios de Silvaria podían comprender.
El Reinado de la Noche (100 - 500 D.R.)
En el año 127 D.R., una nueva presencia emergió en Bloodthorne: Lord Malakar Valtheris, el vampiro que consolidaría la era de la penumbra. Con una elegancia cruel y una sabiduría milenaria, sometió la tierra sin necesidad de una guerra abierta. No hubo resistencia, solo rendición.
Bajo su dominio, los humanos fueron reducidos a ganado, y sus aldeas convertidas en granjas de sangre. En 150 D.R., la construcción del Castillo de Sangremuerta culminó, una fortaleza de piedra oscura y magia profana, donde el linaje de Valtheris gobernaría con puño de hierro. En 300 D.R., la esclavitud de los goblins comenzó en las Montañas Sombrías, utilizándolos como alquimistas, sirvientes y experimentos en sus retorcidos laboratorios.
Para el 475 D.R., la última resistencia organizada cayó. La Tribu Lobo Negro, semiorcos que habían intentado desafiar el dominio de los vampiros, desapareció por completo. Sus aldeas fueron reducidas a cenizas, y sus cuerpos, según los rumores, fueron desmembrados y cazados por puro entretenimiento de la nobleza vampírica.
Bloodthorne ya no pertenecía a los vivos.
La Rebelión de un Solo Hombre (500 - 900 D.R.)
Sin embargo, la historia de Bloodthorne cambió en 890 D.R. cuando un solo hombre decidió desafiar la oscuridad. Su nombre era Scourge, un bárbaro sin linaje ni bandera, un cazador de sombras que perdió todo a manos de los vampiros. Durante diez años, vagó por los bosques, emboscando caravanas, decapitando a sus opresores y convirtiéndose en una leyenda susurrada por los supervivientes.
En el 8 de Ulmarath, 900 D.R., comenzó la Batalla de las Cien Noches. Con un ejército improvisado de campesinos, goblins liberados y mercenarios sin honor, Scourge atacó el Castillo de Sangremuerta. Para el 12 de Varenthis del mismo año, Lord Malakar Valtheris cayó. Algunas historias dicen que Scourge le arrancó el corazón con sus propias manos; otras afirman que el vampiro fue reducido a cenizas bajo el resplandor del amanecer.
El 1 de Nethrakas, 901 D.R., cuando las llamas aún consumían el castillo, Scourge desapareció. Nadie lo vio morir, nadie encontró su cadáver. Algunos creen que su venganza lo consumió, mientras que otros susurran que su espíritu sigue vagando por los pantanos, esperando a que la sombra regrese.
La Ascensión de la Casa Grimwald (900 - 1500 D.R.)
Con la caída de los vampiros, Bloodthorne se sumió en el caos. La anarquía se extendió hasta que en 1100 D.R., un comerciante de mente despiadada llamado Carlys Grimwald ascendió al poder. No empuñó un arma ni lideró ejércitos, pero su riqueza y susurros en las sombras fueron suficientes para someter a los desesperados.
La Mansión Grimwald, erigida el 25 de Xalthir, 1100 D.R., se convirtió en el nuevo centro de poder. Se decía que Carlys había capturado un Beholder en sus cámaras y lo había obligado a concederle riquezas. Sus enemigos desaparecían, y quienes osaban desafiarlo terminaban convertidos en artefactos malditos en su colección.
Para 1250 D.R., los goblins de Bloodthorne lograron su independencia, convirtiéndose en alquimistas y comerciantes del mercado negro. En 1600 D.R., con el surgimiento de Blackhollow, la primera ciudad segura, la región comenzó a parecer civilizada. Pero la oscuridad nunca desapareció por completo.
La Reforma y el Equilibrio (1500 - 1800 D.R.)
El tiempo trajo orden, pero nunca verdadera paz. En 1750 D.R., la Orden de los Sepultureros emergió, cazadores de monstruos y guardianes de las criptas antiguas, asegurando que los vampiros y otras criaturas de la noche no volvieran a gobernar. Sin embargo, los rumores jamás cesaron.
Incluso hoy, el Castillo de Sangremuerta sigue en pie, sellado y deshabitado, o al menos, eso es lo que se dice. Algunos afirman que, en las noches sin luna, pueden verse luces en sus torres, sombras que se deslizan por los pasillos vacíos. Nadie se atreve a entrar, y aquellos que lo intentan, rara vez regresan.
Bloodthorne ha sobrevivido a la oscuridad, pero nunca ha escapado de ella. Y quizás, nunca lo hará.
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