Una única oportunidad tiene un clérigo en toda su vida para manifestar su más grande poder, luego de luxantes de servidumbre fervorosa hacia su deidad, solo aquellos que logran evocar en su vida el dogma divino de su dios pueden invocar y materializar una parte del poder de su deidad, solo aquellos con la fuerza física y mental suficientes para resistir el ritual tienen el privilegio de presenciar un escenario que apenas una fracción entre los mortales puede admirar. Sabia tiene que ser la decisión de aquel que ose invocar a un dios, pues sus consecuencias pueden ser irreversibles.
Desde hace muchos ciclos, el cielo ya no diferenciaba los día de las noches, más de lo acostumbrado podría decirse, la larga noche había extendido sus dominios y lo realmente preocupante es que no sabíamos cuanto mas duraría, la inclemente nieve había superado niveles nunca antes vistos ni en el peor de los inviernos, toda percepción del tiempo estaba perdida, la única referencia de tiempo en la larga noche: el temido noxante que advertía la mitad de sexmón, ya había sido informado por los clérigos de
Zechi desde hace mucho, más de 10 ciclos afirmaría cualquiera, desde el más preparado erudito hasta el más ignorante plebeyo, si es que la
Perversión Cetrina no había acabado con todos estos ya. Sólo una luz carmesí decoraba los cielos de la aún hermosa
Abjanel, un color nunca antes visto, ni siquiera el día de aquella premonitoria visión del
Señor de la Sangre, un cielo antinatural aun en estas fechas, pero no era de extrañarse, este era un sexmón de por sí más que extraño.
Entre la incertidumbre y la preocupación de cuanto mas se demoraría el sol para salir, y la extraña sensación de un cielo de sexmón que se teñía de un color con tinte a sangre, nuestro grupo de aventureros se disponía a encontrarse con Karan. al parecer este tenía una ficha que podría acercar a nuestro grupo en su batalla contra la perversión, el punto acordado fue el lago de la imponente ciudad de
Abjanel, lugar ya conocido por todos nuestros aventureros. La visita de Karan nunca era en vano, su llegada traía consigo a dos nuevas personas, un druida llamado Rogelio con un familiar de sobra peculiar, un tipo de dinosaurio con garras venenosas con una manera de recibir las ordenes un poco ruda, y un clérigo; Záyanel, un adorador de
Arrenjel, el Dios de la destrucción.
Como con todas las personas que Karan había unido al grupo con anterioridad, de seguro estos dos nuevos integrantes serian de mucha ayuda en la investigación para combatir la plaga. Nadie se hubiese imaginado que la integración de estos dos nuevos compañeros nos acercaría tanto al final del primer mal.
Rogelio era un semi orco de lejos particular, un adorador de la naturaleza proveniente de los tepui de
Rikcelare, su compañero, un raptor descerebrado pero bastante letal, que solo acataba las órdenes a los golpes. al parecer algo preocupante ocurría en el frío continente de Rikcelare como para que una persona encargada de proteger sus bosques viajara tan lejos para luchar contra el
Señor de la Sangre.
Záyanel era un humano, uno de sus brazos era completamente metálico, aunque usable, portaba un cinturón que lo atravesaba por el frente hasta medio cuerpo y se unía a él como uno solo, su adoración por el dios de la destrucción no era tan evidente, era sereno, tranquilo y mostraba compasión por la situación en la que la perversión cetrina nos había metido.
El objetivo era claro, sabíamos que el origen de la perversión cetrina estaba en alguien, para ser más precisos, dos personajes, un jinete y una montura, ésta última era nuestro blanco, sabíamos que residía en el plano material pero su paradero para nosotros era incierto. Del jinete se encargaría Karan, una incursión fracasada en el pasado, provocó que este no pudiese volver nuevamente a darle cara al jinete de la perversión, al parecer, tenía planeado enviar un grupo de paladines para que lucharan contra este mal. Por nuestro lado, teníamos pocos indicios de en donde podría estar la montura, por lo que sabemos tendríamos que destruir a una para que la otra muriese, y nuestro camino aun no estaba muy claro, pero Záyanel parecía tener un plan.
Al parecer los clérigos de más alto poder tienen la habilidad de invocar a su dios una vez en la vida, si la prueba que este presenta es superada, otorgará a aquel que la superó, la respuesta a cualquier pregunta, una solución que se presentaba en un momento de desesperación, pero que no sería fácil, debíamos elegir a uno entre nosotros para que enfrentará esta prueba, el valiente sería Kuthruel el mago, el único aquel que podría igualar su poder al de un avatar.
El ritual sería llevado a cabo allí mismo, no había tiempo para perder, la perversión cetrina tenía que ser detenida lo antes posible, el mal que representaba en este mundo era cataclísmico, algo nunca antes visto. Záyanel comenzó el ritual no muy lejos del lago, se arrodilló por unos minutos y comenzó a orar, la tensión podía sentirse en el aire, no todos los días se tiene la posibilidad de ver a un avatar de un dios, y mucho menos a uno como
Arrenjel, el cambiante.
La iniciación del ritual duró un par de minutos, al parecer Záyanel estaba entrando en un estado de ausencia mental, o un estado superior, nadie podría saberlo con seguridad, solo alguien que alguna vez hubiese llevado a cabo este ritual podría asegurar lo que pasaba en este momento por el cuerpo y la mente del clérigo que ahora se encontraba convulsionando mientras el cielo y la tierra se rasgaban.
El ambiente se tornó más frío aun, pero no era de ese frío que sientes al sacar la cabeza por la ventanilla del carruaje, no era de ese frío de invierno que te hace escupir los mocos por la nariz, era ese frío que sientes cuando una espada perfora tu espalda hasta el tuétano y te hace gritar de dolor, es ese frío que parece salir de la boca de una criatura del noxante cuando está a punto de devorarte, era un frío que te tocaba en lo más profundo, un frío que te helaba el alma.
El cielo parecía resquebrajarse, de él comenzaron a caer masas amorfas de carne que se retorcían en el suelo, lentamente, comenzaron a tomar forma de brazos que se empezaron a unir entre sí, pronto una gran torre compuesta de extremidades se irguió frente al experimentado arcanista, que apresuró a lanzar un par de conjuros de preparación para el combate. La batalla comenzó con gran ímpetu, el mago reservaba sus hechizos ofensivos más poderosos intentando descifrar primero los movimientos y habilidades de su contrincante, sacando provecho a su conjuro de cambio de forma, Kuthruel comenzó a dañar a su adversario que se defendía de una manera bastante particular, allí donde una mano era destruida, una más caía del cielo y se unía al armazón reemplazando a la anterior, a simple vista, una máquina de destrucción descerebrada, de sus manos salían disparados letales rayos que el mago difícilmente lograba resistir, entre mas larga se tornaba la batalla, más poder parecía que adquiría esta aberración divina.
Uno de los momentos cruciales de la batalla tomó lugar cuando, de la criatura, salió disparada una larva del tamaño de una rata que comenzó a arrastrarse en dirección a una de las casas de la ciudad. Neur que vigilaba atento la escena del combate no dudo dos veces en diezmar el ímpetu de la larva atravesándola con uno de sus shurikens. Mala idea. Un tétrico vapor comenzó a tomar forma de criatura, un demonio se levantaba ahora sobre los restos de la larva y apuntando su mano hacia el erudito de la espada, indicó: “Esta no es tu pelea” fue lo único que se escuchó antes de que se cruzaran en un duelo a muerte.
Por su lado, Rogelio se estaba comiendo el coco ideando una posible estrategia para de una vez por todas superar el reto que Arrenjel presentaba ante nuestros aventureros. Algo más había que hacer para vencer, pues ni siquiera los conjuros más poderosos del mago Kuthruel parecían menguar la violencia de la aberrante criatura. En la brillante mente del semi orco una neurona se despertó a trabajar y tuvo la magnifica idea de que debíamos curar a la criatura, así que éste decidió comprobarlo curando una de las extremidades cercenadas que yacían en el suelo, para lastima del druida, contó con la misma mala suerte del asesino, pues una criatura emergió de los suelos encarando al servidor de los bosques y su fiel raptor.
La escena era favorable para los dos aventureros que se encargaban de los infernales que habían aparecido por su interferencia en el combate, las ligeras pero letales garras del raptor arremetieron contra el demonio que intentaba defenderse con una afilada guadaña con la que respondía al ataque del lagarto, los conjuros de druida combinado con la ferocidad del compañero animal lograron derrotar rápidamente a su rival.
Por el otro lado las cosas iban igual de bien, los conjuros de asesino de Neur eran de gran ayuda a la hora de enfrentar a su enemigo, su increíble habilidad para el sigilo combinado con sus técnicas de erudito de la espada hicieron que su enemigo, sin nada que hacer antes los letales ataques furtivos que recibía de la nada, optara por desaparecer. Neur usando su diadema de batidor, cometió el error de usar las tres cargas con un visión verdadera intentando ubicar a su enemigo, pero al dirigir la vista contra la criatura que estaba enfrentando Kuthruel cayó inconsciente ante su increíble naturaleza divina descubriendo así su posición, y fue aquí cuando de la nada, el demonio con el que anteriormente estaba luchando se materializó, y lo atacó como si de un bulto de arena se tratase, obligando la intervención de Teslas que en un intento desesperado por ayudar a su compañero lo teleportó hacia el puerto de la ciudad, pero al parecer algo en la magia había fallado y estos quedaron distantes uno de otro.
Mientras tanto, el poderoso mago Kuthruel seguía intentando descifrar el método para vencer a su enemigo, al igual que Neur, usó un conjuro de visión verdadera, pero a diferencia, este no cayó inconsciente pues su poder mental logró superar la magnitud divina de lo que en verdad se enfrentaba, un brazo inmenso que descendía desde el cielo era la verdadera figura de este montón de brazos unidos; de las venas, bajaban bultos que al final resultaban ser las larvas, que ahora nadie tocaba.
El enemigo era cada vez más difícil de combatir, sus extremidades se apilaban una con otra, haciendo más gruesa su capa de armadura natural, haciendo imposible la penetración de algunos hechizos, sus habilidades cada vez se hacían más letales, y nada parecía funcionar.
Aquella larva habían alcanzado ahora una de las casas que estaban cerca del lago, todos aquellos que aún estaban en el lugar del ritual presenciaron cómo en un abrir y cerrar de ojos, esta larva se había comido una parte de una puerta, pero no suficiente con esto, esta expulsó otra larva de sus entrañas, que no demoró en alimentarse y repetir el proceso. En menos de un minuto, la casa había desaparecido ante la voracidad de las criaturas y en cambio teníamos un centenar de larvas que ahora buscaban otra estructura que devorar.
Los recursos se agotaban para el mago al que se le acababan las ideas, pero siempre se puede contar con que esta criatura de un universo lejano tenga un as bajo la manga, esta vez, el as salió de su bolsa de contención. Era hora de usar el deseo de la espada. la hoja tomó un leve brillo plateado, en la cabeza del mago las ideas se ordenaban, pues un deseo mal formulado puede conllevar a una muy peligrosa consecuencia, la pregunta fue:
¿cómo combatir la prueba del avatar de Arrenjel? (o algo así), la respuesta, corta pero concisa:
Es lo que es, déjalo ser.
Estaba claro, que mejor manera de que el dios de la destrucción haga presencia que destruyendo todo a su paso, las larvas tenían que avanzar, la catástrofe estaba asegurada, pero por más cínico que suene, esto merecía la pena, la perversión cetrina no sólo ponía en riesgo todo Eiláar, la perversión cetrina era un mal a nivel planar, era un sacrificio que debía hacerse.
Kuthruel continuó aguantando el ataque del avatar de Arrenjel, esperanzado en que en el momento en el que las larvas tomaran fuerza éste se detendría. Estas criaturas destructivas se reproducían exponencialmente, lo que había comenzado con una insignificante larva se transformó en un ejército de miles de estas criaturas en cuestión de minutos, en un momento el combate se detuvo. Un fuerte estruendo, como si del más feroz trueno se tratase, invadió todo el lugar, un haz de luz blanco cruzó el cielo y cegó por un instante la vista de los presentes, para cuando la luz desapareció la criatura con la que Kuthruel estaba combatiendo sufrió un cambio, ahora en medio de ella, una figura humanoide se veía y comenzó a hablar con el grupo:
-Tu sacrificio es aceptado.
Todos se miraron con cara de desconcierto.
-Debes buscar a uno y a ambos, solo morirá uno si mueren a la vez -dijo el avatar de Arrenjel que ahora tenía conciencia de sí mismo.
En este momento Kuthruel interrumpió.
-Necesitamos la ubicación de la montura, sabemos donde está el primero, falta el segundo. -dijo esperando una respuesta.
-Hay uno más allá del entendimiento nuestro, oculto, solo posible de encontrar para los mortales. -el avatar hizo una pequeña pausa y prosiguió- Del otro, la información es la que recibirás a cambio de mi llamada.
La escena era de por sí bastante espeluznante, pero más aún era la manera en la que el avatar asimilaba su conciencia, observando cada una de sus partes con curiosidad, sus manos, sus pies, todo a su alrededor, parecía imposible que semejante poder estuviera asimilando sus rasgos como si de un niño que recién llega al mundo se tratase. El ambiente retumbaba, el avance de las larvas hacía temblar la tierra, ahora no eran miles sino millones de ellas que destruían todo a su paso.
La mirada del avatar, más semejante a la de un ave que a la de un dios, se dirigió nuevamente al grupo de aventureros y prosiguió dirigiéndose a Kuthruel.
-En ti podría guiarme, si no lo destruyen, estarán solos. -dijo dando una mirada bastante severa- Hay una guerra mayor que debemos librar, si pierden los mortales, morirán, si perdemos nosotros, moriremos todos.
La advertencia era más que aterradora, era sorprendente para todos que Arrenjel,
El cambiante, Dios de la Destrucción, fuese el dador de esta noticia. Kuthruel tomó valor para hablar nuevamente.
-Como mortal, sacrificaré mi vida si es necesario, al menos para darle la oportunidad a los demás -la respuesta del avatar fue rápida y fría como una puñalada por la espalda.
-No es nada la vida de ustedes. -dijo con severidad.
-Para nosotros es mucho -dijo Kuthruel con la misma firmeza que el avatar.
-Miles han muerto, los lamentos retumban, -el dios hizo una pausa y prosiguió- nunca esta conciencia me había sido dada, nada debería poder acabar con nosotros.
El avatar comenzó a moverse, caminaba en el aire como si bajo él yaciera un piso, dio dos pasos en dirección a Kuthruel, el calor que irradiaba la criatura era antinatural, al acercarse al mago, estiró una mano acercándola a Kuthruel, la perspectiva del lugar parecía deformarse a medida que el avatar estiraba su mano, todo parecía estirarse haciendo imposible que el mago se alejara. Una calidez interna invadió el cuerpo del mago, y nuevamente, un trueno estremeció el lugar iluminando el cielo y aturdiendo a todos los que estaban cerca del ritual, una luz comenzó a descender del cielo en dirección al mago, este se quedó atónito observándola hasta que ésta se fusionó con el arcanista, que cayó inconsciente.
El avatar había desaparecido con la luz, el lugar temblaba constantemente por las larvas que ahora se dirigían a la ciudad arrasando todo a su paso. Pasado unos minutos el mago recobró el conocimiento, la duda invade las mentes de todos los presentes, Záyanel había caído inconsciente, culpa del desgaste del ritual, la pregunta que todos se hicieron fue,
¿donde esta la montura?. Kuthruel que apenas se incorporaba con la ayuda de sus compañeros, de la nada y con una voz gutural, apuntó su mano en una dirección:
hacia allá, dijo en un acto que a todo el grupo dejó desconcertado, Arrenjel, aquel que había librado la batalla contra los dioses primordiales, aquel que había matado con sus propias manos a la diosa
Eifara, aquel que todo mundo temía, había sido el único que había brindado su ayuda en esta guerra contra el Señor de la Sangre.
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