Sesión 118: La Carta De La Desesperación
General Summary
Los Buscadores debatieron su próximo movimiento, rodeados por el opresivo silencio del Bosque Verde. William Dilaurentis, de nuevo, había frustrado sus planes, dejando tras de sí los cuerpos destrozados de sus caballos y el carro reducido a brasas. Keothi cargaba con el inconsciente Sigismund, exhausto tras su sacrificio para retener al Rey Cuervo. Mientras tanto, parte del grupo insistió en llevarse el cadáver de Lucian, el cuerpo que William había utilizado en este enfrentamiento. Finalmente, encontraron un claro en el bosque y decidieron acampar, agotados tanto física como emocionalmente.
A la mañana siguiente, Sigismund despertó, y los Buscadores le explicaron lo ocurrido. Con la información proporcionada, Sigismund no tardó en identificar lo que William se había convertido: un redivivo. Este descubrimiento cayó sobre el grupo como un yugo de hierro. La inmortalidad de William significaba que nunca podrían librarse de él, y su conexión con Syleneth garantizaba que siempre sabría dónde encontrarla. La misión de los Buscadores, ya de por sí compleja, parecía ahora muchisimo mas complicada. Sin transporte, el viaje a Crestvale, su próximo destino, se alargaría peligrosamente, y los objetivos ligados al Corazón de Nauplia tendrían aún más tiempo para fortificar su posición. William los había atrapado en un juego de desgaste.
Durante el trayecto, los problemas comenzaron a multiplicarse. Los suministros de comida se agotaban, y William los acosaba implacablemente, como un depredador jugando con su presa, sabiendo que era solo cuestion de tiempo. A esto se sumaron los encuentros con patrullas del ejército de Dorian, que el grupo logró evitar, pero no sin tensar aún más sus ya desgastados nervios. En medio de este caos, surgió una idea desesperada: recurrir nuevamente a La Baraja De Muchas Cosas.
Syleneth, aunque reacia a la idea, finalmente aceptó ante la insistencia del grupo. Querian que fuera ella pues esperaba que sacaran una carta que les permitiera librarse de William Dilaurentis. Con manos temblorosas, sacó su primera carta: El Foso. De inmediato, un agujero de cien pies de profundidad se abrió bajo sus pies. Keothi reaccionó con rapidez, conjurando Caída de Pluma para evitar su caída mortal. Sin embargo, la carta no resolvió nada. Frustrada, Syleneth sacó una segunda carta: El Cruce. Su musculatura se debilitó, pero su porte y confianza aumentaron. Aún sin solución, Syleneth intentó una vez más. La tercera carta fue El Cadáver, y con un jadeo ahogado, cayó muerta al instante. Thorin, con los reflejos y la determinación de un héroe, conjuró Revivir y trajo a Syleneth de vuelta. Exhausta y aterrorizada, Syleneth juró no volver a tocar la baraja.
Con Syleneth recogiendo su equipo para partir e ignorando la baraja, el grupo decidió seguir intentándolo por su cuenta. Arsen sacó una carta: El Celestial, que le otorgó la capacidad de invocar alas de luz y volar durante una hora al día. Aunque útil, no resolvía su situación inmediata. Krik, en un intento final, tomó su propia carta: El Mago, ganando vastos conocimientos arcanos que antes le eran desconocidos. Pero a pesar de todo, los problemas seguían sin solución.
Al día siguiente, Syleneth, consumida por la duda, discutió con Tharcon sobre el riesgo de seguir usando la baraja. Juntos decidieron intentar una última vez. La carta fue El Cometa, y por un breve momento, Syleneth brilló con un aura roja antes de que la luz se extinguiera sin dejar rastro. Temerosa de los efectos desconocidos de la carta, Syleneth se negó a probar su suerte nuevamente.
Esa misma noche, mientras acampaban, Syleneth escuchó una voz familiar que susurraba su nombre desde el bosque. La voz de su hermana. La inquietud se extendió entre los Buscadores. Krik trepó a un árbol para investigar, sus movimientos silenciosos como el ladron experimentado que era. Pero en las alturas, se encontró con algo que lo heló hasta los huesos: la cabeza de la hermana de Syleneth, apoyada entre las ramas. Sus ojos se cruzaron con los de Krik. Preparándose para el combate, Krik saco a susurro, consciente de que el horror que enfrentaban no había hecho más que empezar.
A la mañana siguiente, Sigismund despertó, y los Buscadores le explicaron lo ocurrido. Con la información proporcionada, Sigismund no tardó en identificar lo que William se había convertido: un redivivo. Este descubrimiento cayó sobre el grupo como un yugo de hierro. La inmortalidad de William significaba que nunca podrían librarse de él, y su conexión con Syleneth garantizaba que siempre sabría dónde encontrarla. La misión de los Buscadores, ya de por sí compleja, parecía ahora muchisimo mas complicada. Sin transporte, el viaje a Crestvale, su próximo destino, se alargaría peligrosamente, y los objetivos ligados al Corazón de Nauplia tendrían aún más tiempo para fortificar su posición. William los había atrapado en un juego de desgaste.
Durante el trayecto, los problemas comenzaron a multiplicarse. Los suministros de comida se agotaban, y William los acosaba implacablemente, como un depredador jugando con su presa, sabiendo que era solo cuestion de tiempo. A esto se sumaron los encuentros con patrullas del ejército de Dorian, que el grupo logró evitar, pero no sin tensar aún más sus ya desgastados nervios. En medio de este caos, surgió una idea desesperada: recurrir nuevamente a La Baraja De Muchas Cosas.
Syleneth, aunque reacia a la idea, finalmente aceptó ante la insistencia del grupo. Querian que fuera ella pues esperaba que sacaran una carta que les permitiera librarse de William Dilaurentis. Con manos temblorosas, sacó su primera carta: El Foso. De inmediato, un agujero de cien pies de profundidad se abrió bajo sus pies. Keothi reaccionó con rapidez, conjurando Caída de Pluma para evitar su caída mortal. Sin embargo, la carta no resolvió nada. Frustrada, Syleneth sacó una segunda carta: El Cruce. Su musculatura se debilitó, pero su porte y confianza aumentaron. Aún sin solución, Syleneth intentó una vez más. La tercera carta fue El Cadáver, y con un jadeo ahogado, cayó muerta al instante. Thorin, con los reflejos y la determinación de un héroe, conjuró Revivir y trajo a Syleneth de vuelta. Exhausta y aterrorizada, Syleneth juró no volver a tocar la baraja.
Con Syleneth recogiendo su equipo para partir e ignorando la baraja, el grupo decidió seguir intentándolo por su cuenta. Arsen sacó una carta: El Celestial, que le otorgó la capacidad de invocar alas de luz y volar durante una hora al día. Aunque útil, no resolvía su situación inmediata. Krik, en un intento final, tomó su propia carta: El Mago, ganando vastos conocimientos arcanos que antes le eran desconocidos. Pero a pesar de todo, los problemas seguían sin solución.
Al día siguiente, Syleneth, consumida por la duda, discutió con Tharcon sobre el riesgo de seguir usando la baraja. Juntos decidieron intentar una última vez. La carta fue El Cometa, y por un breve momento, Syleneth brilló con un aura roja antes de que la luz se extinguiera sin dejar rastro. Temerosa de los efectos desconocidos de la carta, Syleneth se negó a probar su suerte nuevamente.
Esa misma noche, mientras acampaban, Syleneth escuchó una voz familiar que susurraba su nombre desde el bosque. La voz de su hermana. La inquietud se extendió entre los Buscadores. Krik trepó a un árbol para investigar, sus movimientos silenciosos como el ladron experimentado que era. Pero en las alturas, se encontró con algo que lo heló hasta los huesos: la cabeza de la hermana de Syleneth, apoyada entre las ramas. Sus ojos se cruzaron con los de Krik. Preparándose para el combate, Krik saco a susurro, consciente de que el horror que enfrentaban no había hecho más que empezar.
Fecha del informe
20 Dec 2024
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