Dorian Thorne

Dorian Thorne nació en el seno de una noble familia en lo que hoy se conoce como el reino de Nauplia, pocos años después de la derrota de Vecna, en una era en la que Eilora disfrutaba de una paz frágil. Sin embargo, para su padre, Leoric Thorne, aquella paz no era más que una ilusión. Nauplia, fragmentada en múltiples dominios, carecía de la unidad y la estabilidad de otros reinos como Veitrarlond, Exalia, Buminor o Lithleran. Leoric soñaba con unificar la región bajo un solo estandarte. Ese sueño no tardó en transmitirse a sus hijos, Dorian y Basil. Mientras Leoric intentó en un principio lograr la unidad mediante la diplomacia, los años le demostraron que el egoísmo de los gobernantes locales haría imposible una transición pacífica. Convencido de que solo la guerra lograría lo que la razón no podía, dedicó su vida a preparar a Dorian, forjándolo como soldado, estratega y futuro monarca. El joven no tardó en demostrar su valía, superando a cualquier rival en combate y destacando como un líder nato.

Cuando Leoric comprendió que la vejez le impediría empuñar la espada en la batalla que se avecinaba, reunió a su familia y les reveló su decisión: Nauplia debía unificarse por la fuerza. Dorian sintió miedo al escuchar aquellas palabras, pero también sintió el peso del deber. La visión de su padre se convirtió en su propia causa, y junto a casas menores que compartían su ambición, inició la guerra que definiría el destino de Nauplia. Dorian demostró ser no solo un guerrero implacable, sino un estratega brillante. Una a una, las casas nobles que se resistieron fueron cayendo, y la unificación de Nauplia parecía inevitable. Sin embargo, el destino le negó la satisfacción de compartir esa victoria con su padre. Leoric murió antes de ver su sueño cumplido, dejando a Dorian como rey por conquista. En honor a su padre y al sacrificio que había requerido su causa, ordenó la construcción de un castillo en un valle donde ambos habían acampado durante la campaña, un lugar cargado de significado. Con el tiempo esperaba que el castillo de Luz de Luna se convertiría en el núcleo de una nueva ciudad y el símbolo del renacimiento de Nauplia.

Consolidado como rey, Dorian llamó a su madre y a su hermano Basil para que vivieran con él en Luz de Luna. Pero durante el viaje, su madre falleció, sumiendo a la familia en una nueva tragedia. Fue entonces cuando Basil regresó al castillo acompañado de su novia, Mina. Desde el primer instante en que la vio, Dorian quedó cautivado por Mina, un interes que pronto se convirtió en obsesión. Intentó reprimir sus sentimientos, pero el deseo creció en su interior como una sombra. Con el tiempo, comenzó a cortejarla en secreto, seguro de que ninguna mujer podría preferir a su hermano antes que a él, el conquistador de Nauplia, el mejor guerrero, el rey. Pero Mina lo rechazó, una y otra vez.

Su obsesión nubló su juicio. Descuidó su gobierno, y entre los nobles creció el descontento. El reino por el que había luchado empezaba a tambalearse bajo el peso de su deseo no correspondido. Fue entonces cuando recordó un susurro del pasado. Durante la conquista de Nauplia, cerca de la aldea de Greenville, Dorian había escuchado una voz en la oscuridad. Una voz que se filtró en su mente y le susurró que nunca sería el rey que deseaba ser. Que sus sueños se desmoronarían. Que estaba destinado al fracaso. Pero la voz le ofreció algo más: el poder de cambiar su destino. Siguiendo aquel llamado, Dorian descubrió un templo oculto bajo una ilusión en las montañas. Pero en aquel entonces, la cautela lo frenó, y se marchó sin entrar.

Ahora, desesperado por su fracaso como gobernante y por el rechazo de Mina, regresó a ese lugar prohibido en busca de respuestas. Descendió a las profundidades del templo, pero allí no encontró salvación, sino oscuridad pura. Aquella construcción no era un templo, sino una criatura viva, un ser maligno disfrazado de ruina olvidada. Uno a uno, sus hombres cayeron, consumidos por las sombras. La misma voz volvió a hablarle, susurrando promesas de poder absoluto a cambio de aceptar el don del templo. Dorian estuvo a punto de sucumbir, pero antes de que pudiera aceptar el pacto, una figura emergió de la penumbra. Un ser que apenas conservaba rasgos humanos, más esqueleto que hombre, que se hacía llamar Lexander. Fue él quien lo sacó del templo antes de que fuera demasiado tarde.

Dorian regresó a su castillo, solo, marcado por lo que había visto. Pero el peor golpe aún estaba por llegar. Al llegar, descubrió que Basil y Mina se habían prometido en matrimonio. El dolor y la desesperación lo consumieron. Desde ese día, dejó de ser el rey que había liderado la conquista de Nauplia. Se encerró en su estudio, obsesionado con encontrar la manera de destruir el Templo Rubí, el lugar donde casi había muerto y donde había encontrado la oscuridad mas absoluta. Pero su mente ya no era clara. El dolor, la amargura de un corazón roto y el veneno de la obsesión lo arrastraron a un abismo sin retorno. No podía dormir sin ver su rostro. No podía comer sin recordar su rechazo. No podía respirar sin escuchar aquella voz en la oscuridad susurrándole lo mismo una y otra vez: “Puedo hacer realidad todos tus sueños.”

Pocos días antes de la boda de Basil y Mina, la desesperación de Dorian alcanzó su punto de quiebre. Incapaz de soportar la idea de perder a la única mujer que había amado, tomó una decisión que cambiaría su destino para siempre. Regresó al Templo Rubí, esta vez solo, con una única intención: hablar con Lexander y descubrir una forma de destruir el templo de una vez por todas. Lexander, con su voz carente de emoción, no le dio una respuesta clara. En cambio, lo guió a lo más profundo de la estructura, donde se encontraba una antigua biblioteca, llena de tomos olvidados cuyo conocimiento se remontaba a tiempos anteriores a La Segunda Guerra Dracónica. Mientras Dorian recorría los estantes una presencia familiar se deslizó en su mente.

Susurraba de nuevo, inquebrantable, envolviéndolo como una sombra imposible de ignorar. "Puedo darte todo lo que siempre has soñado." Dorian la siguió, como si sus palabras fueran un hilo invisible guiándolo a través del templo. Descendió por un pasadizo oculto hasta una sala subterránea, oscura e imponente. En su interior se alzaban tres enormes sarcófagos, esculpidos en bloques de rubí puro. Fue entonces cuando lo vio. Dentro de aquellas paredes de rubí, algo se agitaba. Un fluido negro, denso y vivo, nadaba en su interior, retorciéndose en formas imposibles, pulsando como si poseyera conciencia propia. Y la voz provenía de ahí. "Entra, Dorian." "Aquí yace el poder que buscas." "Aquí está la llave para obtener todo lo que siempre has querido." El dolor en su pecho era insoportable. La idea de ver a Basil y Mina juntos lo devoraba. Sus sueños se habían derrumbado. Su reino se desmoronaba bajo su propia negligencia. Nada tenía sentido.

Así que dio un paso adelante y entró en el sarcófago. Tan pronto como su cuerpo quedó atrapado en su interior, las paredes del rubí se cerraron a su alrededor, y una punzada de dolor recorrió cada fibra de su ser. Fue un dolor absoluto, desgarrador, que lo atravesó como mil agujas ardientes. Quiso gritar, pero su voz no encontró salida. Su visión se volvió borrosa, su mente nublada. Por un instante creyó perder la conciencia. Y fue entonces cuando lo sintió. Algo se deslizó dentro de él. A través de su boca, algo líquido, frío y voraz entró en su cuerpo. Una parte de aquel fluido negro ahora lo habitaba. Entonces, el sarcófago se abrió.

Dorian cayó al suelo de piedra, jadeante, con su cuerpo temblando. Se arrastró como pudo fuera de aquella prisión de rubí, con la piel fría y la mente revuelta. No sentía que nada en él hubiera cambiado. Sus pensamientos eran más claros. Su conciencia más aguda. Y en lo más profundo de su mente, halló lo que la voz le había prometido: el conocimiento para trascender su forma mortal y alcanzar la inmortalidad. Pero había un precio. El ritual requería la sangre de alguien a quien amara de verdad. Su corazón se estremeció. Solo dos nombres acudieron a su mente. Basil y Mina. Y jamás podría hacerles algo así. Con el dolor aún oprimiendo su pecho y su espíritu consumido por dudas, Dorian recogió los libros que había encontrado en la biblioteca y abandonó el templo y regresó a Luz de Luna.

La noche previa a la boda, Dorian regresó al castillo y se encerró en su despacho, sumergiéndose en la lectura de los libros que había traído consigo. Buscaba desesperadamente distraerse, alejar de su mente tanto la inminente ceremonia como los recuerdos perturbadores de lo que había sucedido dentro del sarcófago. Sin embargo, la paz que intentaba encontrar se desmoronó con la llegada del amanecer. En la mañana de la boda, Basil se presentó en su despacho con un mensaje que lo destrozaría. Le comunicó que, tras la ceremonia, él y Mina abandonarían el castillo. Ella le había confesado los sentimientos que Dorian albergaba hacia ella y lo que había intentado hacer, y ambos coincidieron en que no podían seguir viviendo bajo el mismo techo con él. La noticia sumió a Dorian en un frenesí de ira incontenible. Se negó a aceptar la idea de perder a Mina y, ciego de furia, atacó a Basil, asesinándolo en un arrebato violento mientras gritaba con rabia que no permitiría que se la llevara, que ella le pertenecía. El cuerpo sin vida de Basil yacía en el suelo, y Dorian, consumido por la locura, cedió a sus impulsos. Con la sangre de su víctima, completó el ritual que lo transformó en un vampiro. Los gritos resonaron en los pasillos del castillo y atrajeron a los guardias, quienes irrumpieron en la habitación justo en el momento en que el poder invadia a Dorian. Trataron de detenerlo, pero él, fortalecido por su recién adquirida naturaleza vampírica, los abatió con facilidad. Su instinto depredador se impuso y, sin poder resistirse, se alimentó de su sangre mientras las alarmas se propagaban por todo el castillo. Uno a uno, fue masacrando a todos los que intentaron detenerlo, dejando tras de sí un rastro de muerte y desesperación. Su furia lo condujo hasta la torre principal, donde Mina se había refugiado tras huir del caos. Dorian la encontró en la cúspide y, con una sonrisa retorcida, le aseguró que por fin podrían estar juntos para siempre. Basil estaba muerto y ya no había nada que se interpusiera entre ellos. Pero Mina, con una determinación inquebrantable, le respondió que jamás lo había amado y que nunca lo haría. Antes de dejarse atrapar, tomó la única decisión que le quedaba: se lanzó desde la torre, precipitándose al vacío. Dorian intentó alcanzarla, pero ni siquiera su velocidad fue suficiente. Solo pudo observar impotente cómo su cuerpo se estrellaba contra el suelo.

Un trueno retumbó en el cielo y, entre las nubes, los rostros de sus padres se formaron ante él, observándolo con profundo desdén. Con una plegaria a Aeus, proclamaron su decepción y, con un juicio inapelable, lo desterraron a un lugar donde no pudiera hacer daño a nadie más. En un instante, el castillo entero fue arrancado del plano material y transportado al Plano de las Sombras.
Dorian paso los primeros meses de su encarcelamiento buscando una manera de deshacer el hechizo que sus padres habían conjurado sobre el pero no encontro nunca una respuesta. La devoción hacía su familía se convirtio en odio y desprecio y retiro todos los cuadros y recuerdos de su familia del castillo. Incluso destrozo la capilla del dios Aeus que se encontraba en el interior del castillo. Dorian no tenía una forma de saber cuanto tiempo pasaba allí dentro pues no había forma de contar los días. Sin embargo con el tiempo recibio una visita, un enorme lobo negro se planto ante la puerta del castillo, del lobo surgio una voz hablando en comun, le dijo que había estado vagando mucho tiempo buscando a alguien que le ayudara a conseguir una cosa, Dorian no sabía porque pero algo le decía que el lobo era mas peligroso de lo que parecía a simple vista y aunque intento una alianza con el el lobo solo quería de el que le acompañara cosa que Dorian se nego. Dorian no volvio a ver al lobo nunca mas despues de ese día aunque en ocasiones escucho voces como susurros fuera del castillo que le pedian que saliera sin embargo el nunca lo hizo y se paso su tiempo entrenando y dominando sus nuevos poderes vampiricos. En ocasiones otras criaturas que recorrian el plano de las sombras aparecián en el castillo y Dorian las usaba para experimentar y alimentarse. Dorian no esta seguro de como pero estaba seguro de que el lobo estaba encerrado en ese plano sin poder salir igual que él y de alguna manera estaba viviendo en el castillo con el sin ser visto. Un día el castillo empezo a temblar como si hubiera un terremoto y el castillo fue transportado de nuevo al plano material, al mismo sitio exacto done había estado.

Durante los primeros meses, Dorian se obsesionó con encontrar una forma de deshacer el hechizo que sus padres habían conjurado sobre él. Sin embargo, por más que buscó respuestas en los libros que se llevo del Templo Rubí, no halló ninguna manera de romper su confinamiento. La devoción que una vez sintió por su familia se tornó en odio y desprecio. Arrancó los retratos de sus antepasados, destruyó reliquias y borró cualquier recuerdo de sus padres dentro del castillo. En un acto de furia y renuncia, profanó la capilla dedicada a Aeus. El tiempo se volvió una abstracción. En el Plano de las Sombras, no existían días ni noches que pudiera contar. Todo era un bucle interminable de soledad y vacío. Pero esa monotonía se rompió cuando recibió una visita inesperada. Frente a las puertas del castillo, un lobo negro apareció y el lobo habló con su voz. Dijo que había estado vagando durante mucho tiempo en busca de alguien que pudiera ayudarlo a obtener algo. Dorian, desconfiado, sintió instintivamente que aquella criatura era mucho más peligrosa de lo que aparentaba. Trató de negociar con ella, buscando un pacto que le otorgara algún beneficio, pero el lobo no estaba interesado en alianzas. Solo quería que Dorian lo acompañara. Cuando este se negó, la criatura se marcho, dejando tras de sí una inquietante sensación de haber sido observado por algo mucho más antiguo y poderoso de lo que podía comprender.

Desde aquel encuentro, Dorian nunca volvió a ver al lobo, pero su presencia nunca desapareció del todo. En más de una ocasión, escuchó susurros en los límites de su prisión, voces apenas audibles que lo llamaban a salir. No supo si se trataba de alucinaciones o de algo más real, pero nunca cedió a la tentación de abandonar el castillo. En su lugar, dedicó su existencia a perfeccionar sus habilidades vampíricas, entrenando sin descanso para dominar su nueva naturaleza. Ocasionalmente, otras criaturas que recorrian el Plano de las Sombras llegaban hasta el castillo. Dorian las cazaba sin piedad, usándolas como experimentos y alimento. A través de sus encuentros con estos seres, comenzó a sospechar que el lobo estaba atrapado en ese mismo plano, al igual que él. No podía verlo, pero de alguna manera, sentía su presencia dentro del castillo.

Entonces el suelo tembló como si un terremoto golpeara los cimientos del castillo. Las paredes vibraron, y un estruendo profundo reverberó por los pasillos. Antes de que pudiera reaccionar, un resplandor cegador envolvió la fortaleza, y en un parpadeo, Luz de Luna volvió a materializarse en el plano material. Su encierro había terminado. El castillo, con su nuevo amo y su oscura maldición, se encontraba de nuevo en el plano material, en el mismo lugar exacto donde había estado siglos atrás.

Cuando Dorian emergió de la sombra y puso un pie en el mundo que había dejado atrás, supo de inmediato que algo iba terriblemente mal. La luz del sol no era cálida ni reconfortante como la recordaba; era un látigo de fuego que quemaba su piel, una fuerza que lo rechazaba con un odio implacable. Intentó refugiarse en una taberna cercana, pero la puerta se convirtió en un muro infranqueable. No podía entrar. No sin ser invitado. No tardó en comprender la magnitud de su encarcelamiento. Habían pasado siglos desde su destierro, y Nauplia, su hogar, su legado, ya no era la misma. Lo que una vez fue una monarquía establecida con la sangre y el sacrificio de su linaje, ahora estaba gobernado por un consejo de magos electos. Una magocracia. Magos y hechiceros habían usurpado su trono y nunca intentaron liberarlo, cosa que lo enfureció. 

La traición caló hondo en su alma. Todo su esfuerzo, todo su sacrificio, pisoteado por eruditos y académicos sin derecho a portar una corona. Pero no era un necio. No podía enfrentarse solo a toda una nación, y menos a un grupo de magos con el poder de desafiarlo. Necesitaba respuestas. Necesitaba poder. Así que regresó al Templo Rubí.

Lexander se encontraba allí, igual que hacía siglos: indiferente, inescrutable. Dorian exigió poder, un camino para recuperar lo que era suyo. Pero el liche solo negó con la cabeza. Los sarcófagos no tenían nada más para él. Si quería volverse más fuerte, debería encontrar su propio modo de hacerlo. La biblioteca del templo contenía la clave. Dorian devoró los textos antiguos durante días, sin descanso, hasta que finalmente encontró lo que buscaba: un ritual de vinculación. Un método para atar su esencia a tres criaturas poderosas, dividiendo el daño que sufriera entre ellas y estas a su vez potenciarían sus habilidades vampíricas. Pero no solo eso. Estas entidades también podrían otorgarle nuevas capacidades, llevándolo más allá de los límites de cualquier otro vampiro que hubiera existido.

Tres criaturas. Tres fuentes de poder lo suficientemente resistentes para sostener su reinado. Fue entonces cuando leyó sobre Las Tres Damas. Antiguas entidades feéricas, tejidas en el alma misma de Nauplia. Vínculos inmortales de la tierra y la naturaleza, tan eternas como los ríos y las montañas. Si lograba atarlas a su esencia, su poder sería absoluto. Y lo más poético de todo: Nauplia misma le daría su fuerza. La tierra que le había sido arrebatada lo alimentaría. Cada hoja, cada raíz, cada gota de agua fortalecería su reinado. Pero no bastaba con ser fuerte. Debía ser invulnerable.

Entre los tomos halló rituales nigrománticos que hablaban de un estado superior: el Vampiro Ascendido. Un ser que podía caminar bajo el sol sin arder, entrar en cualquier hogar sin ser invitado. Una criatura que había trascendido las cadenas de su propia naturaleza. Sin embargo, para suprimir esas maldiciones hacía falta magia muy poderosa y el precio era alto. Un sacrificio masivo de almas consumidas por la pérdida de toda esperanza. Cuantas más almas cayeran, más fuerte sería el efecto. Una ciudad entera sumida en el abismo del desespero bastaría. El trono de Nauplia había sido robado. Pero él lo recuperaría. No solo la Crystalcross. No solo la región. Todo.

Dorian encontró a cada una de las Tres Damas por separado y, con sus mejores formas, les ofreció un trato. Se avecinaba su reinado inevitable sobre Nauplia, les dijo. Era cuestión de tiempo. Pero cada una de ellas lo rechazó sin vacilar. No hubo dudas, ni debates, ni peticiones. Solo un rotundo no. Dorian pasó al plan B. Había encontrado otro hechizo en los libros del Templo Rubí, un ritual que permitía transferir la esencia de una criatura a otra. No necesitaba el consentimiento de las Damas, solo las piezas adecuadas en su tablero. Pasó días considerando sus opciones, pero entonces, casi por accidente, descubrió algo interesante. Su poder iba más allá de lo que había imaginado. Con suficiente concentración, podía ejercer control sobre algunos animales a su alrededor. Al principio, solo por unos segundos. Luego, por minutos. Luego, por horas. Cuanto más practicaba, más fuerte se hacía su dominio. Y fue entonces cuando ideó su plan.

Dorian que vió lo utíl que era controlar un animal y lo desapercibido que pasaban eligio como receptaculo del poder de una de las tres damas a un cuervo. Capturo a una de las tres damas y comenzo el ritual para transferir su esencia a ese cuervo. El ritual fue un exito asesinando a La Dama en el proceso sin embargo el poder hizo que el cuervo creciera hasta tener el tamaño de una torre de dos pisos y aumento su inteligencia lo suficiente para poder hablar y entender común. Sin embargo esto provoco que los planes de Dorian cambiara pues ya no pasaba desapercibido así que volvieron a Luz De Luna para esconderse. Alli descubrieron que este cuervo tenía la capacidad de que todos los cuervos lo ovedecieran y por esta habilidad Dorian lo bautizo como el Rey Cuervo. Tras esto realizaron el segundo ritual para vincularse con el Rey Cuervo y este cederle parte de su poder a Dorian. Tras esto se creo una forma de niebla parecido a un corazon humano que palpitaba en una de las torres de Luz De Luna representando la unión entre ellos y con la naturaleza.  El Rey Cuervo demostro que entre sus nuevos poderes estaba la capacidad de obligar a todos los cuervos de Nauplia a obedecerle y Dorian vio su habilidad de controlar animales multiplicada lo que le permitía controlar mas animales a la vez y a mas distancia. Dorian le dijo al Rey Cuervo que enviara espias a todas las ciudades de Nauplia y a la frontera y le mantuvieran informado de lo que ocurria

Pero dos problemas seguían en pie. El primero, la luz del sol, que seguía limitando su alcance. El segundo, la inevitable respuesta de los reinos cercanos. Cuando se revelara, no solo Nauplia se alzaría contra él, sino todas las naciones vecinas. Fue entonces cuando apareció Mowan. El druida encontro a Dorian una noche y tras días observandolo se acerco a él con un propósito claro. Según él, los druidas de Nauplia habían perdido el rumbo. Necesitaban un cambio. Dorian le prometió poder. Le prometió el control absoluto sobre los bosques de Nauplia, sobre sus árboles y criaturas. Sobre la naturaleza misma. Mowan aceptó y abandonó su nombre. Desde ese momento, sería el Profeta. Fue el Profeta quien le sugirió la siguiente fase del plan. Ya que se había vinculado con algo representativo del aire ahora debía vincularse con el bosque y le convenció para que el siguiente receptaculo fuera un árbol. Eligieron una semilla y la plantaron en una maceta. Y entonces, con el mismo ritual que había usado con el Rey Cuervo, traspaso la esencia de una de Las Damas a la Semilla. Cuando la vinculación se completó, el cambio fue aún más profundo que con el cuervo. La regeneración de Dorian se disparó. Su magia se expandió de nuevo, su dominio sobre la vida y la muerte se hizo más profundo. Y la semilla… la semilla creció. Alimentada por nigromancia, floreció en una planta monstruosa que necesitaba alimentarse de sangre. Dorian le encargo a El Profeta la protección de la semilla y la creación de un circulo Druídico que le ayudara en sus planes. La semilla no tardo en mostrar sus nuevos poderes de darle vida a los arboles como colosos malignos. Donde antes había bosques, ahora habría guardianes de madera. Árboles colosales con garras de raíces, ramas como lanzas, ojos de savia oscura. Criaturas que responderían solo a él.

Dorian comenzó a levantar un ejército de no-muertos. Ahora que su poder había crecido exponencialmente, la facilidad con la que podía alzar cadáveres era casi absurda. Los campos de batalla olvidados, los cementerios en las aldeas y hasta las tumbas anónimas en los bosques… todo se convirtió en su cantera. Los huesos olvidados volvieron a moverse. La carne putrefacta se alzó con una nueva voluntad. Lo que una vez había sido polvo ahora respondía a su llamado. Pero el Profeta le trajo nuevas noticias. Le aviso de que dos sagas se habían instalado en los bosques de Nauplia. Dorian no era un hombre de dejar cabos sueltos. No toleraba que posibles amenazas se escondieran a su alrededor, así que fue a visitarlas personalmente. Las sagas se hacían llamar Endelyn y Skylla. Cuando Dorian llegó a su refugio, no se molestó en disimular su presencia. Quería ver sus reacciones. Las sagas lo vieron y, en cuestión de segundos, comprendieron el poder que tenía frente a ellas. Dorian las interrogó. No le tomó mucho tiempo darse cuenta de que no tenían nada que ofrecerle. Al menos, nada que le interesara. Y si algo había aprendido a lo largo de su existencia, era que las sagas siempre intentaban jugar con el destino a su favor. Era solo cuestión de tiempo antes de que intentaran aprovecharse de él. No estaba dispuesto a darles esa oportunidad así que se dispuso a matarlas. Pero las sagas supieron leer la situación en un instante. Antes de que Dorian pudiera alzar la mano contra ellas, le suplicarón que les diera una oportunidad de demostrar que podían ser aliadas útiles. Dorian se detuvo solo por curiosidad. Si las sagas realmente podían ofrecer algo útil, tal vez valdría la pena escucharlas. De lo contrario, las eliminaría como había hecho con tantos otros que intentaron jugar con su paciencia. Ellas, conscientes de que sus vidas pendían de un hilo, no tardaron en hablar de un lugar en el Plano Feérico, una tierra lejana llamada Prismalia. Allí, decían, habían creado una cúpula de niebla capaz de impedir la entrada y salida de cualquier criatura. Con la modificación del hechizo adecuada, esa niebla podía densificarse aún más… hasta el punto de bloquear la luz del sol por completo. 

Las palabras de las sagas despertaron algo en Dorian. Su mente encajó las piezas con una rapidez voraz. Esto resolvía todos sus problemas. Si Nauplia quedaba envuelta en esa niebla, no solo tendría libertad para moverse sin temor al sol, sino que también evitaría que cualquier fuerza extranjera interviniera antes de que fuera demasiado tarde. Podría llevar a cabo el Ritual de la Desesperanza sin obstáculos, asegurando su ascenso definitivo. Ordenó a las sagas que lo siguieran hasta Luz de Luna. Allí, les dejó claro cuál sería su destino: permanecerían en el castillo, prisioneras pero a salvo, hasta que su conquista de Nauplia estuviera completa. Solo entonces, si le habían servido bien, les permitiría marcharse. Las sagas aceptaron sin discutir, pero Dorian percibió el miedo en sus miradas. Sabía que su sumisión no era más que un engaño, un acuerdo forzado por el miedo a perder la vida. No le preocupaba mientras cumplieran con su parte del trato.

Current Status
Recuperando el reino de Nauplia
Especie
Children
Gender
Hombre
Ojos
Marron oscuro
Pelo
Negro y largo
Tono de piel
Palida
Ruled Locations

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