Sesión 124: La Boda

General Summary

Targal transportó a Los Buscadores al castillo de Luz de Luna en el día más crítico de su misión: la boda de Dorian y Talia. Pero, al llegar, comprendieron que Dorian tenía también sus propios planes. Para evitar que Los Buscadores actuaran a lo loco había obligado a representantes de todas las ciudades de Nauplia a asistir a la boda, muchos de ellos amigos y familiares de Los Buscadores. Entre algunos de ellos estaban Mojo, Rubí y los padres de Syleneth. Dorian no solo quería desafiarlos, quería atarlos de manos y obligarlos a elegir entre el deber y el afecto. Antes de entrar, fueron recibidos por el mayordomo de Dorian, Rahadin, un semielfo engendro vampírico de presencia gélida y voz cortante. Exigió sus armas si querían acceder al castillo. Consciente de que debían moverse con cautela, el grupo cedió. Entraron desarmados.

No pasó mucho tiempo antes de que la segunda trampa se cerrara. Apenas entraron en el castillo, Dorian los convocó para una charla privada, pero antes de que pudieran reunirse, Talia exigió la presencia de Syleneth. La separación del grupo fue algo con lo que Dorian no contaba. Mientras Syleneth era escoltada hasta los aposentos de la novia, Dorian ejecutaba su plan. El Dorian con el que sus amigos hablaban no era más que una ilusión perfecta, diseñada para robarles el tiempo suficiente y evitar que pudieran planear algo.

En la habitación, Talia esperaba inquieta y vigilada por Aleera, la única superviviente de las novias de Dorian. Por orden de Talia, Rahadin y Aleera los dejaron a solas. No hubo rodeos. Con voz tensa, Talia confesó la verdad: Dorian tenía control sobre su mente. Cuando él estaba cerca, su voluntad se desmoronaba, su voz se convertía en la de otra persona, una que solo podía obedecer. No había escapatoria. Syleneth escuchó en silencio cuando Talia le explicó que la boda era la última pieza del plan de Dorian. Bastaba con que pronunciara dos palabras: "Sí, quiero". Y si llegaba a ese punto, todo estaría perdido y llevaría acabo el ritual de la desesperanza. No le dejó margen para la duda. Si no encontraban una manera de impedirlo, Syleneth debía matarla antes de que pudiera decirlo. Al principio, Syleneth se negó. Talia la miró con ojos firmes, su expresión sellada por la determinación de quien ya ha aceptado su destino. Le obligó a prometerlo. Luego, con una voz más suave, le pidió que fuera su dama de honor. No por tradición ni cortesía, sino porque era la única manera de asegurarse de que Syleneth estuviera lo suficientemente cerca si llegaba el momento de actuar. Antes de que Rahadin volviera, le reveló también dónde estaban ocultas las armas del grupo. Cuando Syleneth bajó por las escaleras, sus pensamientos seguían atrapados en la promesa que acababa de hacer. Entonces vio a Dorian, cruzándose en su camino aunque este no le hizo nada salvo burlarse de ella con su habitual sobervia.

Reunidos nuevamente, el grupo ideó un plan. Malkian y Krik serían los encargados de infiltrarse y recuperar las armas. Ambos lograron escabullirse sin ser detectados, atravesando pasillos hasta llegar a la sala del tesoro. Allí, descubrieron que un grupo de zombis estaba organizando los objetos confiscados, moviéndolos como si fueran simples sirvientes de un amo impaciente. Krik creó una distracción, aprovechando el desconcierto de las criaturas, y Malkian se movió rápido. Recuperó las armas y la espada Rima de Escarcha, asegurándose de esconderlas en la Bolsa de Contención antes de volver con el grupo.

Pero cuando regresaron, se dieron cuenta de que Dorian ya había previsto esa jugada también. Los asientos en la ceremonia estaban fijos y Dorian se había asegurado de que estuvieran separados. Cada uno de Los Buscadores estaba rodeado de enemigos y sin posibilidad de pasar sus armas sin levantar sospechas. En primera fila se encontraba Willian Dilaurentis que no le quitaba el ojo de encima a Syleneth. No había ángulos, no había oportunidades. Parecía que la boda iba a completarse sin interrupciones. Hasta que la vidriera de la iglesia estallo.

Con un estruendo de cristal hecho añicos, Sigismund y Thalindra irrumpieron a través de la vidriera, montados en el lomo de un Adranach moribundo. La criatura cayó con un impacto devastador, pero el mensaje era claro: la batalla había comenzado. Dorian reaccionó en el acto. Ordenó a Rahadin y Aleera que tomaran a Talia y la llevaran a sus aposentos. En un abrir y cerrar de ojos, los cuatro salieron volando del salón. Sin dudarlo, Malkian desató la Bolsa de Contención y vació su contenido en el suelo. Susurro reacciono a los intentos de Krik por acabar con la macula de la no muerte en Nauplia y ascendio a su estado despierto. Syleneth y Willian se batirian por fin en un duelo final en el que ambos aseguraban que esta sería la última noche que se enfrentarian Uno a uno, Los Buscadores recuperaron sus armas, listos para la batalla. El combate estalló en la sala, una tormenta de acero, magia y furia. Los invitados de Dorian cayeron uno tras otro, pero la verdadera amenaza estaba en otra parte. El tiempo corría para Los Buscadores, debían encontrar a Dorian y Talia lo antes posible.
Fecha del informe
08 Feb 2025
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