Baphomet es una bestia humanoide gigantesca con cabeza de toro, cuernos enormes y una presencia aterradora. Su cuerpo está cubierto de un pelaje espeso y sucio, y sus ojos brillan con una inteligencia cruel. Porta una gigantesca lanza conocida como Corruptora del Alma que usa para atravesar a sus enemigos con facilidad. Su forma física refleja tanto su poder bestial como su naturaleza demoníaca, siendo una mezcla de una fuerza bruta impresionante y astucia feroz.

Baphomet ha reinado en el Abismo desde tiempos inmemoriales, gobernando su propio reino conocido como el Laberinto Infinito, un dominio lleno de interminables túneles y cavernas habitadas por sus seguidores: los minotauros y otras criaturas bestiales. Estas criaturas ven en Baphomet a un dios que representa la libertad de la bestialidad desenfrenada, la ley del más fuerte y la supremacía sobre cualquier tipo de civilización.

En sus orígenes, Baphomet era un señor demoníaco menor, pero su capacidad para manipular y liderar a los suyos a través de la brutalidad le permitió ganar poder rápidamente. En el Laberinto Infinito, Baphomet no solo gobierna como un déspota brutal, sino que también es un maestro cazador. Se deleita en las cacerías donde los intrusos son enviados a vagar por su laberinto, donde Baphomet y sus seguidores los cazan y los destrozan.

A lo largo de los siglos, Baphomet ha rivalizado con otros príncipes demoníacos, especialmente Yeenoghu , el Príncipe Demonio de los Gnolls. Sus dos filosofías de caos y destrucción, aunque similares, los han puesto en conflicto constante. Baphomet ve a Yeenoghu como una bestia sin propósito, mientras que Yeenoghu considera a Baphomet demasiado enfocado en el control territorial. A pesar de su salvajismo, Baphomet ha demostrado ser un adversario formidable en la Guerra de la Sangre , donde sus hordas de seguidores han desgarrado tanto a diablos como a demonios rivales.

Baphomet es la encarnación de la violencia instintiva y la astucia salvaje. Es feroz y brutal, pero no es un simple monstruo irracional. Su astucia le permite manipular a otros para que se entreguen a sus deseos más oscuros y primitivos. Tiene un odio profundo hacia todo lo que representa la civilización y el orden, y busca destruir cualquier cosa que simbolice la ley, el progreso o la paz.

Aunque ama la violencia y el caos, Baphomet es también un estratega. Sabe cuándo y dónde atacar para desestabilizar a sus enemigos y hacer que se derrumben bajo la presión de sus propios instintos más bajos. Su forma de liderazgo es brutal: recompensa a los fuertes y castiga severamente a los débiles, creando una jerarquía basada en la fuerza y la supervivencia.

Yeenoghu : El Príncipe Demonio de los Gnolls es uno de los rivales más feroces de Baphomet. Aunque ambos comparten una afinidad por el caos y la destrucción, Baphomet desprecia a Yeenoghu por su enfoque más salvaje y menos estratégico. Los dos se han enfrentado en numerosas ocasiones en el Abismo , cada uno buscando dominar al otro.

Zariel : La archidiablesa de Avernus ve a Baphomet como una amenaza al orden que intenta mantener en la Guerra de la Sangre . Baphomet, en su búsqueda de caos, busca invadir Averno y desatar la anarquía entre las fuerzas infernales, algo que Zariel intenta prevenir a toda costa.

Minotauros: Los minotauros veneran a Baphomet como su dios, viéndolo como el ser que les otorga fuerza, astucia y ferocidad. Bajo su mando, los minotauros se han convertido en una de las fuerzas más brutales en la Guerra de la Sangre  y en los Reinos Mortales, cazando y destruyendo en su nombre.

Otras entidades demoníacas: Baphomet tiene relaciones tensas con otros príncipes demoníacos, como Demogorgon  y Orcus , pero no les presta demasiada atención a menos que interfieran en su objetivo de desatar el caos. Para Baphomet, cualquiera que intente imponer orden es un enemigo potencial.