Dioses Guardianes Organization in Nahur | World Anvil
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Dioses Guardianes

También conocidos como Los Nueve o simplemente Los Guardianes, fueron un grupo de deidades que se alzaron como protectores de los Planos Interiores. Esto les convirtió en las más conocidas y veneradas de éstos, y su clero se extendió rápidamente, alcanzando todos los rincones del mundo. Durante mucho tiempo, se convirtieron prácticamente en los dioses únicos en estos planos, y bajo su cuidado prosperaron múltiples civilizaciones de mortales, logrando un nivel tecnológico sin precedente. Tras la Guerra de Euris, su clero desapareció casi por completo en poco tiempo, y a día de hoy nadie los recuerda en Nahur.   El panteón de Los Guardianes estaba conformado por nueve deidades, divididas en tres tríadas.
La Tríada de los dioses reales:
  • Falghal, Diosa del Espacio y la principal figura de los Dioses Guardianes.
  • Celestia, Diosa del Tiempo
  • Ítamo, Dios del Destino
La Tríada de los dioses elevados: La Tríada de los dioses materiales:

History

Los Planos Interiores habían sufrido tradicionalmente grandes estragos por los constantes cataclismos provocados por los dioses, que los utilizaban como campo de experimentación, para liberar a sus titanes o como campo de batalla para resolver sus enfrentamientos. Los mortales, temerosos de ellos, sobrevivían a duras penas bajo una amenaza de destrucción constante.
Así fue hasta que Padan, protectora de la Civilización -quien según la leyenda se había criado en el Plano Material-, tras intentar en vano detener la destrucción, acudió ante Thaaris para suplicarle que detuviese las luchas de los dioses y concediese a los mortales su protección. La reina desoyó sus súplicas, dejando claro que los mortales no tenían voz en la justicia de los dioses. Desolada, acudió entonces a la única deidad que rivalizaba en poder con la reina: Falghal. Ésta escuchó sus súplicas y miedos, y logró ver en los mortales aquello que veía Padan, y los consideró merecedores de la protección de los dioses.
Falghal expuso su caso ante otros dioses de Tharmid, y aunque la mayoría la desoyó, no así Celestia, su amada, quien acudió a buscar el consejo de su padre Ítamo. Éste nunca dijo a Celestia lo que los hilos le habían mostrado en el tapiz del destino, pero se convirtió desde entonces en uno de los más firmes defensores de la causa de Falghal. Acudió entonces Ítamo a Thaaris, con quien se había unido tiempo atrás, para tratar de hacerla entrar en razón, explicándole lo que el destino le deparaba. Pero la reina se negó a ayudarles, pues bajo su mandato la justicia era siempre la misma, y no dependía del desenlace de los hechos sino de las voluntades que tomaban parte. Advirtió a Ítamo de que debían cesar en su empeño si no querían hacer frente a la enemistad del resto de dioses. Pero esta advertencia no detuvo a Falghal. La diosa del espacio acudió a Kalmodei, en quien siempre había confiado como consejera, que le advirtió del peligro de desestabilizar el fino equilibrio entre los dioses; el riesgo era grande, por lo que debía estar segura de su causa. Falghal le dijo que así era, y ante su convicción, Kalmodei se unió a su lucha. Junto con Celestia, Padua e Ítamo, comenzaron a involucrarse en las vidas de los mortales, terriblemente cortas a sus ojos eternos. Como respuesta, fueron fervientemente venerados, anhelando su protección y guía.
Trataron a su vez de convencer al resto de dioses mostrándoles las pruebas de la gratitud de los mortales, para así unirlos a su causa. Delles fue el primero en seguirles, acompañado de Adea, y muchos comenzaron a mostrar interés. Thaaris, al darse cuenta de lo que estaba sucediendo, y viendo su posición amenazada por el liderazgo de Falghal, les ordenó detenerse y alejarse de los mortales. Adea, que había vivido siempre apartada del resto de dioses, no quiso desafiar a Thaaris y arriesgarse a ser exiliada de nuevo, por lo que tras la advertencia de la reina abandonó el séquito de Falghal. Pero el resto se rebeló ante sus órdenes, trataron desde entonces de ocultar sus actos y su poder, pero no se detuvieron. Falghal acudió a Oldir y lo convenció para unirse a ellos y ayudarles, ocultándolos con su manto. Para que Arus, que conocía su poder, no pudiese descubrirlo, Oldir cambió su forma, ayudado por Zulema, y se transformó en Geshtai.   Desde entonces, la tensión entre los rebeldes y los dioses que permanecían leales a la reina (a quienes se dio el nombre de Dioses Antiguos) fue en aumento. La curiosidad llevó a Adua a descender al mundo de los mortales, pero Aseyr la vio y le tendió una trampa: la siguiente vez que viajó al Plano Material, éste no era si no una copia creada por el dios de la naturaleza, quien la encerró allí para que no pudiese unirse a la rebelión. Inis observó en secreto a Onara tratando de crear un portal que uniese los mares Nahur con la Laguna de Tharmid. Advirtió a Thaaris sobre sus intenciones, y la reina de los dioses amenazó con quitarle su nuevo poder y relegarla de nuevo a ser una titana, deteniendo así las intenciones de la diosa del agua. Cuando Grisaris mostró interés en las palabras de Padan, Ixyja le mostró la crueldad de los mortales, y la deidad de la primavera decidió permanecer en el lado de los Dioses Antiguos. Tras decidirse Adea a permanecer en Tharmid, Enir'ia se aproximó a los rebeldes, pero Arus adivinó que únicamente trataba de alejarse de su antigua compañera, y para placar sus ánimos les concedieron a elle y sus hermanes un reino propio en Tharmid: Iraskh, vinculado al Plano de Arbórea. Esto fue suficiente para mantener a las deidades de las estaciones leales a la reina, pero Ixher jamás les perdonó el no haberle dado un lugar en su nuevo reino. La última en unirse a los rebeldes fue la diosa Mak'syl. Cuando esto llegó a oídos de Okoton'el, que había nacido en el Plano Material y lo consideraba como propio para hacer su voluntad, éste rompió para siempre su enlace con Mak'syl y acudió a Thaaris para advertirla de que se estaban desoyendo sus designios. La reina de los dioses, como castigo, condenó a los rebeldes exiliándolos de Tharmid. Al saber que iban a ser expulsados, Ítamo y Celestia acudieron al encuentro de Phiris Sao. Les mostraron el futuro oscuro e incierto que les aguardaba si se quedaban en Tharmid, pero sobre Nysaris aún pesaba la maldición de Heco, por lo que no podía abandonar la morada de los dioses, y Phiris Sao escogió permanecer al lado de su amada.   Así, los rebeldes Falghal, Celestia, Ítamo, Padan, Kalmodei, Delles, Mak'syl, Geshtai y Zulema, abandonaron para siempre el hogar de los dioses. Se refugiaron entonces en los Planos Interiores, y la influencia de su poder en éstos creció con renovadas fuerzas por su cercanía. Los Dioses Antiguos continuaron con sus batallas tal y como habían hecho antes, y sabiendo que no podían detenerlos, los rebeldes buscaron otras formas de proteger a la civilización. Dieron a los mortales magia más poderosa de la que habían experimentado jamás, permitiéndoles defender sus ciudades y reinos, reconstruir sus tierras cuando eran destruidas, y avanzar sus tecnologías a ritmos impredecibles. Desde entonces se les conocería como los Dioses Guardianes. Durante mucho tiempo, la situación se mantuvo estable. Los Guardianes no interferían directamente en los asuntos del resto de dioses, y estos parecieron olvidarse de los rebeldes. Pero la presencia en el mundo y protección de Los Nueve, hizo que la veneración hacia ellos aumentase -tanto que venerar a los Antiguos se consideraba prácticamente tabú, pues eran la mayor amenaza para los mortales. En algunas sociedades, su culto llegó a estar perseguido, pues los mortales creían que si los Antiguos no tenían seguidores perderían poder, y en ciertas religiones dejó de considerárselos dioses y eran tratados como demonios. Sólo fue cuestión de tiempo que los Dioses Antiguos se percatasen de lo que sucedía, y entonces los Guardianes supieron que no podrían frenar su ira. En el día que Euris eclipsaba a Vasnar, dio comienzo la Guerra de los Dioses. Trataron de alejar la lucha, de moverse a los planos más despoblados y proteger a sus seguidores, pero los Antiguos se dieron cuenta de lo que pretendían y regresaron a los Planos Interiores, donde destruyeron todo cuanto encontraban a su paso. Las defensas de las civilizaciones antiguas, aunque extraordinarias, no podían hacer frente al ataque directo de un dios, y eventualmente caerían todas sin excepción. Los Guardianes no tuvieron más remedio que aceptar las reglas del juego de los otros dioses y enfrentarse a ellos en el Plano Material, tratando de evitar su completa destrucción.   La Guerra de Euris fue ardua para ambos bandos, pero tras la Batalla de Aztabas, quedó claro que, pese al aumento de su poder, los Dioses Guardianes serían superados por los antiguos. Thaaris les dio entonces un ultimátum: si abandonaban la lucha, les perdonaría y podrían volver a su hogar en Tharmid, pero no podrían regresar jamás a los Planos Interiores. Si seguían luchando, todos serían sentenciados a muerte por su traición. Pero Falghal ya tenía un plan, con el que esperaba poder proteger el hogar de los mortales, aunque sería a costa de la vida de los propios Guardianes. Se lo expuso al resto de sus dioses, protegidos de los oídos de los Antiguos por una lluvia de meteoritos que lanzó Kalmodei, arrancándolos de El Anillo. Los Dioses Guardianes aceptaron así sacrificarse para salvar a los mortales, creando El Sello: un hechizo imbuido en un artefacto, que sellaría el plano del resto del universo, bloqueando el acceso incluso a los dioses. La activación del Sello requería del poder de los dioses, que los nueve guardianes aceptaron entregar, aún sabiendo que cuando el plano se cerrase y os expulsase de su interior, los Dioses Antiguos serían enviados a Tharmid, pero ellos saldrían propulsados hacia el phlogiston, donde por el castigo de los Élathum no podían entrar, por lo que sus cuerpos se desmoronarían y morirían al instante. Ghestai cubrió el mundo con su manto de luz para mantener los planes de los Guardianes en secreto, y los mortales pudieron forjar el artefacto sin llamar la atención de los Antiguos.   Así, en el último día de la Guerra de los Dioses, los Nueve Guardianes se reunieron en el templo de Odanna y entregaron su poder al Sello. Odanna y todo Giradh'is fueron destruidos en el ritual, que finalizó con la explosión que rompió el continente y lo hizo elevarse en el aire. El resto del mundo tembló al quebrarse la isla, y las réplicas de su onda expansiva pudieron sentirse durante semanas en todo el planeta.   Tras el Sello, los mortales finalmente pudieron descansar, tras más de cien años de guerra encarnizada. Cuando alzaron la mirada encontraron un mundo destrozado: no quedaba ninguna ciudad en pie, ninguna civilización había resistido. Y cuando llamaron a los dioses, no hubo respuesta: los dioses habían abandonado el mundo, y los mortales tendrían que reconstruirlo por sí mismos.

Tenets of Faith

Durante el cénit del culto a los Guardianes, era habitual encontrar templos dedicados a alguna de las Tríadas o a un dios en concreto en casi cualquier asentamiento. Normalmente la deidad o deidades predilectas quedaban determinadas por su actuación en la zona, la interacción de algún habitante con alguno de ellos, o por extensión (por ejemplo, la deidad predilecta de los gobernantes solía extenderse al resto de su nación). Cada dios tenía su forma de culto y clero particular, y en los templos dedicados a las Tríadas estos convivían en equilibrio. Cada Iglesia tenía a la cabeza un Sumo Sacerdote o Sacerdotisa (aunque este cargo podía recibir diferentes denominaciones), quien se suponía que mantenía cierto contacto con la deidad y podía transmitir su palabra y voluntad.   En toda la historia sólo hubo unos pocos templos dedicados a los Nueve Guardianes. Estos templos suponían una gran acumulación de energía mágica debido a la presencia de Los Nueve en los Planos Interiores, y debían ubicarse en zonas concretas con gran estabilidad en El Tejido, para evitar alteraciones (que podrían resultar catastróficas). Estos templos tenían siempre una sala principal, dedicada a todos los Guardianes, y una capilla más pequeña consagrada a cada uno de ellos de forma individual. Estas eran las principales salas para el culto, pero realmente la pieza central de los templos era el Oráculo: una enorme habitación ubicada en el punto de mayor energía, donde los mortales podían comunicarse con los dioses. En los templos siempre había tres oráculos que rotaban sus guardias en esta sala, para recibir los mensajes de las deidades o sus enviados. Normalmente eran elegidos divinos de Ítamo, y socialmente eran figuras muy respetadas, pues se les consideraba un paso más cerca de lo divino. Dos de los más conocidos fueron el Templo de Odonna y el Templo de Altaor, en las Ruinas de Altea.
Type
Religious, Pantheon
Successor Organization

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