El paso de la Maga y el Caballero.
Base histórica
Durante la Guerra de la Lanza, la ciudad de Palanthas fue invadida por los ejércitos de los dragones. Ante el miedo a que mucha gente sufriera el estrago de la guerra, un caballero de la espada llamado Connor Baneshield y su amiga, una maga blanca llamada Zerelda Landon, idearon un plan para sacar a algunos de la ciudad y ponerlos a salvo. Su idea inicial de ayudar a la gente fue complicándose debido a las órdenes de sus superiores, por lo que finalmente decidieron hacerlo por su propia cuenta con aquellos que le pudieran ayudar en la tarea. La noche en la que los ejercitos de los dragones llegaron a la Torre del Sumo Sacerdote se trató de la señal para por fin dejar aquella ciudad.
No fueron muchos los que pudieron acompañar a la pareja del caballero y la maga, pero tanto Connor como Zerelda siempre intentaron adaptarse a la situación fuese como fuese. Eligieron la tierra del este como destino pues las montañas hacían de muro respecto al avance del ejercito de los enemigos, sin embargo, no fue un recorrido a través de la montaña sino un bordeo a la costa de Paladine. Los primeros días hacia el norte fueron más calmados y sin apenas amenazas. Sin embargo, el problema principal radicó cuando llegaron a las marismas que anegaban la zona norte de Palanthas. Algunos cayeron debido a la dificultad del terreno y a intentos de asalto por parte de incursores dracónidos. Esta mella inicial del camino provocó cierto afecto emocional a Connor y Zerelda se encontraba bastante preocupada ya que su amigo estaba cada vez más con una carga superior.
La ruta seguía según lo planeado, pero las marismas de Palanthas no iban a poner las cosas fáciles. Tras 9 días consiguieron llegar al paso montañoso de la costa que llevaría al este y con ello, poder encontrar un respiro a todo. Durante el viaje por el paso, los exploradores de Connor y Zerelda advertieron de que había patrullas de dracónidos deambulando por las montañas a las que se le unieron algunos ogros de las cordilleras montañosas. Tal fue la preocupación, que el caballero y la maga decidieron apresurar la marcha para llegar cuanto antes a la siguiente ciudad. La mañana avanzaba con tranquilidad pero a la tarde justo del camino que dejaron atrás, empezaron a surgir draconianos y ogros que fueron atacando al grupo de viaje. Aquellos que pudieron combatir se unieron a la refriega y los que no siguieron el sendero junto con algunos combatientes restantes o menos preparados. El combate en aquel lugar de la montaña fue bastante ajustado y contaban con la superioridad en varios aspectos. Connor fue gravemente herido por la maza de un ogro pero este antes de que le pudiera dar un último golpe de gracias, Zerelda lo quemó con un relempago que hizo brotar de sus manos y que chamuscó a otros de sus cercanías. Aquel hechizo dio unos momentos de paz antes de que llegaran otro grupo de enemigos. Con las fuerzas ya fallándole a Connor, le pidió a Zerelda que cuando llegara la última oleada a aquel lugar, derrumbara la montaña con el mismo hechizo relampagueante. Totalmente en contra del pensamiento que le había dicho su amigo, le ayudo de nuevo a incorporarse y que descansara. Ya se escuchaban en la lejania del risco de nuevo los sonidos de la guerra, esta vez sin embargo, sería la última. Tal y como se temían aquí ya sería el enfrentamiento final. Solo pretendían que ganaran tiempo la gente que huía de Palanthas. Viendose superado en número, Connor se abalanzo con una carga estoica hacia el grupo de ogros. Allí acabó con dos de ellos pero fueron varios golpes que les fue propiciado. Zerelda no sabía que más hacer en aquel lugar, pronto se vería exhausta por usar sus capacidades, hizo una última mirada a Connor y supo por su mirada que tenía que hacer. Las nubes se acumularon en límite de la montaña que daba a la costa y empezaron las tormentas. La ira de Zerelda no se desató sobre los ogros ni draconianos, sino contra la misma montaña que hizo caer enormes trozos de roca. Tal era la furía que no se dió cuenta de que pronto tendría que evitar el lugar por el desprendimiento. El tiempo no les dio tregua y en el caos de la situación, Zerelda buscó a Connor que se encontraba en el suelo debido a la heridas. Entre lágrimas Connor dijo: "Zerelda huye, salva a los demás hazlo por mí...". Cumpliendo la última voluntad de su amigo, se precipitó a marcharse del lugar y dió una última mirada, entre una voz baja de Connor, Zerelda distinguió "Te quiero y siempre te querré mi flor blanca". Zerelda dejó el límite de la mañana y se incorporó al grupo de viaje. Aún quedaba tiempo para que estuvieran a salvo... y para que cicatrice la herida del corazón.
Alcance
Esta leyenda del Caballero Connor y de la Maga blanca Zerelda, es conocido sobretodo por los habitantes que finalmente llegaron a las tierras de este, aunque cuando acabó la guerra de la lanza llegaron incluso su fama a la misma ciudad de Palanthas que habían dejado atras. Actualmente muchos bardos se dedican a cantar sobre la gesta del caballero y la maga blanca. Tampoco se supo que ocurrió con Zerelda tras dejar a salvo a la gente de Palanthas.
Variantes
Normalmente la historia se cuenta de forma más épica o grandiosa por parte de los bardos que deambulan por los núcleos urbanos. Sin embargo, la gente común son más dado a lo que pasó simplemente.
Recepción cultural
Al principio fueron muchos caballeros que estuvieron en contra de la obra de Connor, pero sus actos llevados a cabo y como la gente habla de ello, ha hecho cambiar la opinión que tenían de él. Muchos locales tienen a la pareja como un ejemplo del bien que les ayuda a hacer frente en los tiempos oscuros, pues hay todavía gente buena en el mundo.
En la literatura
Tras la guerra de la lanza, se está escribiendo una novela sobre lo acontencido en la Biblioteca de Palanthas.
En el arte
Actualmente se está buscando la descripción de como eran los protagonistas de esta leyenda. Hay un bardo llamado Samuel, que se dedica a viajar por aquellos lugares que pasaron para cuando tenga bastante información hacer un bonito cuadro al respecto.
Whirlwind of Thought MtG Art by Bram Sels by Bram Sels
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