Durante un siglo, los pocos sobrevivientes de la Ruina evitaron la región. Los exiliados de otras tierras contaban historias de viajeros que se aventuraban en los restos de Zeratheas y nunca regresaban. Algunos aseguraban que la ciudad destruida susurraba a los incautos, llamándolos con promesas de poder, solo para devorarlos con su magia corrupta. Los primeros intentos de exploración resultaron en catástrofes: hechiceros, arcanistas y aventureros desaparecieron o regresaron transformados, convertidos en criaturas deforme, incapaces de recordar quiénes fueron.