Gasgalot
"Heroe de Silvaria" Gasgalot (a.k.a. El increible, el poderoso, el gran)
Historia (Orígenes)
Infancia
El viento nocturno silbaba a través de las colinas de Dawnspire, arrastrando el aroma de la cosecha madura. Hollow Nest, la aldea oculta de los kenku, se acurrucaba en el corazón de un bosque olvidado, lejos del bullicio de las ciudades humanas. Sus habitantes vivían en silencio, como sombras entre los árboles, intercambiando bienes con viajeros y sobreviviendo con lo que la tierra les ofrecía.
Era una vida tranquila.
El 14 de Lurathis de 2844, Gasgalot emergió del cascarón en la penumbra de un nido cálido, su primer aliento envuelto en el eco de un mundo que ya no le pertenecía. Como todos los suyos, no poseía una voz propia, sino fragmentos de sonidos robados del aire. No necesitaba palabras para entender el lenguaje de su gente; el silencio lo decía todo.
Desde pequeño, su talento era especial. Podía replicar cualquier sonido con una perfección inquietante, un eco perfecto de la realidad. Aprendió a moverse sin ser visto, a escuchar lo que otros ignoraban. Fue entrenado como explorador, un centinela de la aldea que advertía de cualquier peligro… pero ningún aviso pudo salvarlos de lo que estaba por venir.
Adolescencia y Juventud
El crepúsculo del 23 de Othrelias de 2859 pintó el cielo con tonos escarlata, un mal presagio ignorado por aquellos que se reunían en torno a las fogatas. El calor de la comida, las chispas danzantes en la brisa, la risa suave de los más jóvenes… todo era efímero.
No hubo advertencia. No hubo salvación.
El primer grito desgarró la tranquilidad como una daga en la carne. Las sombras descendieron sobre Hollow Nest, armadas con acero y crueldad. Gasgalot vio el terror reflejado en los ojos de su gente, el pánico de aquellos que nunca habían conocido la guerra. No era una batalla. Era una cacería.
Las llamas devoraron los hogares. Las cenizas cubrieron el aire como una mortaja. Los kenku cayeron uno por uno, sin resistencia, sin esperanza.
Gasgalot corrió. Intentó luchar. Pero era solo un niño, y los monstruos que se cernían sobre él no tenían piedad.
El golpe lo alcanzó por la espalda. El dolor fue agudo, breve… y luego, solo oscuridad.
Cuando despertó, el mundo estaba en ruinas.
El cielo era una mancha negra, el bosque, una tumba humeante. No quedaba nada. Su hogar no existía más, y su cuerpo, que debería haber yacido junto a los muertos, se alzaba intacto.
Fue entonces cuando la Voz llegó.
Su sonido no fue un trueno ni un grito… fue un susurro que perforó su mente como un cuchillo frío.
“Tu carne ha sido salvada, pero tu alma es mía.”
Gasgalot sintió su propio corazón detenerse un instante. Algo más estaba en su pecho, latiendo dentro de él. Algo ajeno. Algo oscuro.
Sus garras se cerraron sobre un objeto frío entre sus plumas. Un amuleto.
No recordaba haberlo tomado, pero su piel se erizó al tocarlo. Era un círculo de metal negro, marcado con símbolos que ardían con una luz roja tenue.
“Ahora caminas con mi sombra.”
El amuleto ardió contra su pecho. Y Gasgalot comprendió la verdad.
Él no había sobrevivido.
Lo habían reclamado.
Adultez
Los años que siguieron fueron una niebla de sangre y cenizas. Gasgalot dejó de ser un simple sobreviviente. Ahora era un cazador, un emisario de la venganza y el caos.
La Voz en su mente le susurraba secretos. Le enseñó a moldear la magia oscura, a convocar fuego infernal, a invocar sombras vivientes.
Pero con cada hechizo, con cada alma que caía bajo su filo, el amuleto ardía más fuerte.
Su amo estaba satisfecho.
Y aún así, Gasgalot nunca dejó de buscar.
¿Quién había destruido su hogar?
Los rastros eran borrosos, los recuerdos fragmentados. Era como si alguien hubiera enterrado la verdad.
Pero él cavaría hasta desenterrarla.
Hasta encontrar a los responsables.
Hasta devolverles el infierno que él mismo había conocido.
La luna colgaba alta en el cielo cuando Gasgalot cruzó la última frontera de Dawnspire.
Treinta años de existencia. Treinta años de muerte.
El amuleto en su pecho palpitaba suavemente, como un corazón ajeno. Su amo aún lo observaba.
Pero Gasgalot no tenía miedo.
Porque el miedo era para los débiles.
Y él se había convertido en algo mucho peor.
Ecos de Aetherion
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