Cadentii

Los Cadentii son una subespecie emparentada hace milenios con los Humanos, aunque ya no se les parece ni en forma ni en destino. Hoy, sobreviven como tribus dispersas, sin lenguaje escrito, profundamente espirituales, pero sin religión, aislados en un semiplano que ha visto morir a todas sus generaciones antes de tiempo.

Características

Anatomía

Un Cadentii típico es más bajo que un humano, delgado y algo encorvado. La mayoría de los adultos pierden casi todo el cabello, conservando apenas parches dispersos de vello fino y quebradizo. No tienen barba, ni cejas, ni vello corporal visible. Su rostro muestra ojeras profundas y pómulos marcados; sus articulaciones sobresalen bajo una piel delgada y pegada al hueso. A menudo parecen mucho mayores de lo que son: envejecen con rapidez, como si el tiempo los deshiciera por dentro.

Desarrollo

Nacen pocos, y casi todos con malformaciones menores: dedos adicionales, asimetría en el rostro, desviaciones en la columna o articulaciones inestables. Al crecer, las marcas del semiplano se profundizan: heridas espontáneas, llagas persistentes, pérdida progresiva del cabello, dolores articulares, miembros atrofiados, ceguera temprana. La adolescencia llega acompañada de arrugas y una fragilidad que jamás se va.

Llegar a los cien luxantes es raro. A esa edad, muchos ya no caminan, ni ven, ni oyen. Viven con enfermedades crónicas, infertilidad y un deterioro muscular y mental constante. No hay vejez entre los Cadentii; solo cuerpos que se apagan.

Cultura

Comportamiento

Los Cadentii son intensamente espirituales. La ausencia de escritura, el dolor cotidiano y la cercanía constante de la muerte han moldeado una forma de vivir centrada en el símbolo, el cuerpo y la memoria.

Al llegar a la adolescencia, cada Cadentii pinta sus llagas y tumores con pigmentos cálidos. Las heridas son motivo de orgullo: celebran el dolor, el cambio, y todo lo que los hace únicos. Más tarde, en la adultez, comienzan a cubrirlas con costras endurecidas, fragmentos de roca vítrea o cortezas, que no sirven de protección, sino de ornamento.

No cultivan ni crían animales. Su dieta consiste en hongos, raíces y musgos que aprenden a reconocer desde pequeños. Solo cazan animales sin malformaciones, pues los consideran indignos, reflejos impuros del desequilibrio.

Valoran la experiencia directa, la intuición, y el conocimiento vivido. No mienten, no codician, no roban. Todo lo que desean procuran ganarlo por sí mismos. Hablan solo de lo que han experimentado, y aprenden solo lo que consideran útil para vivir o cuidar a los suyos.

Creencias

Creen en una entidad ancestral a la que llaman Luminor, una presencia inefable a la que regresan al morir. Para ellos, el cambio, la mutación y el deterioro son sagrados: cada llaga, cada deformidad, los acerca más al Luminor.

Viven en una noche cálida, luminosa e interminable. A veces, en el horizonte, brota un resplandor a lados contrarios que parece anunciar el amanecer, pero nunca llega. Llaman a este fenómeno el aliento, y creen que es la respiración misma de Luminor. Usan los alientos para medir el tiempo.

Sueñan con los dioses de Eiláar. Los llaman dioses del sueño, y aunque no los veneran ni los rechazan, los aceptan como reales y ajenos. Para un Cadentii, existe solo aquello que puede vivirse o recordarse. Un ser amado sigue existiendo mientras alguien lo recuerde o sueñe con él; cuando ya nadie puede hacerlo, ha dejado de existir.

No tienen jerarquías. Respetan a quienes están cerca de morir y a los adultos que han tenido descendencia los escuchan y los llaman sabios: son quienes juzgan, aconsejan y deciden el camino de la tribu. A veces ni siquiera pueden moverse, pero su palabra es ley y tiene poder ritual.

Rituales

A pesar de que la vida misma de un Cadentii puede considerarse un ritual, y mucho de su actuar está regido por la espiritualidad, resaltan los rituales que realizan en la niñez y en la muerte.

La primera marca

Cuando un niño logra hablar y caminar, y aparece su primera mutación visible, es aislado por dos alientos completos en una llanura cercana. Allí debe meditar, enfocar su mente en los ancestros y esperar señales. Al volver, canta o dibuja lo que vio: esa será su marca de por vida. Puede que haya visto aves que lo guíen, o bestias peleando con sus garras; cada visión se interpreta y moldea el rol que asumirá en su tribu.

Los Confesores

Cuando un sabio muere, no lo dejan a la intemperie para ser devorado como con los demás. En cambio lo llevan a un altar de piedra ubicado en las colinas, donde lo colocan de rodillas sobre sus talones. Si tras varios alientos su cuerpo no se ha corrompido ni ha sido devorado, se lo considera un confesor. Los miembros de la tribu acudirán a él como a un viejo amigo: para pedir consejo, expiar culpas o recordar lo que fue. Un cuerpo que resiste el olvido se convierte en memoria viva.

Ancestro(s) genético(s)
Esperanza de vida
100 luxantes
Altura media
1,55 metros
Peso medio
40 kg
Cadentii en meditación by MJ

Comentarios

Please Login in order to comment!