Ofrendas a los difuntos
Tras la misa de difuntos, la señora de la casa deja una argizaiola (tabla de cera) encendida sobre el jarleku antes de salir de la iglesia, pues la luz es la mejor ofrenda que se le puede dar al difunto que ahora está en el mundo de la oscuridad. Así que se colocan candelas o velas (exkozigor) sobre la argizaiola que representa una figura humana. Normalmente es una representación bastante tosca, pero en ocasiones son verdaderas obras de arte, profusamente labradas.
Otras ofrendas, realizadas siempre por mujeres, son unos panes especiales llamados olatak. En ciertos lugares los hacen con una forma especial, normalmente con tres o cuatro puntas. En Liginaga (Zuberoa) es creencia firme que esos panes pierden su poder alimenticio pues su esencia se la comen los muertos. A ese propósito dicen en Aretxabaleta que tras la misa los olatak pesan menos.
En varios pueblos de Navarra, como Bera y Lekaroz las ofrenas también podían ser de carne, y en Guipúzcoa es costumbre poner un animal (un carnero o un buen) atado frente al pórtico de la iglesia.
En el caso de que la etxeoandre no pueda realizar las ofrendas, cederá el puesto a otra mujer de la familia. Y si ninguna mujer, por la razón que sea, está disponible se encargará de ello la anderesrora, mujer encargada de desempeñar esa función en la iglesia parroquial. Normalmente, la andereserora no es otra que la serorak (el ama de llaves del cura). Hay que tener en cuenta que en casa del sacerdote, ella es indiscutiblemente la "señora de la casa" (en demasiadas ocasiones, en el sentido literal, ya que suelen ser sus barraganas o mancebas). Por ello no es de extrañar que en muchas aldeas rurales cultos cristianos y tradicionales se den la mano y que muchas serorak y bastantes sacerdotes rurales acaben siendo acusados de brujería o idolatría.
Los hombres solo hacen ofrendas a los difuntos en una ocasión: cuando una pareja se casa, llevan alguna ofrenda al jarleku. Así el nuevo miembro de la familia es presentado a los muertos.
Si se cumplen estos rituales, las almas de los difuntos escapan por las noches del mundo subterráneo, por simas o cavernas, para volver a sus antiguos hogares y velar por su familia. Así que en caso de extrema necesidad, la etxekoandre, auéntica sacerdotisa de este especial culto a los muertos, no vacilará en invocar su ayuda.
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