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El Alzamiento

En el origen de los tiempos, de la nada surgió el caos, y de éste emergieron los seres divinos primordiales: el primero fue Heco (creador de la Realidad y lo Material), y después surgieron Thaaris (la Justicia), Aseyr (la Naturaleza), Iinis (la Magia) y Xaanh (la Vida). Heco creó Tharmid, el hogar de los dioses, y en él se erigió como su rey. Sin ayuda, Xaahn tuvo un hijo, Phiris Sao (la Oscuridad), entregando a cambio la Eternidad, de forma que se creó la Muerte. Thaaris dio a luz a Nyshia (el Amor), entregando a cambio su visión. Éstas fueron las últimas deidades primigenias. Heco deseaba también su propia descendencia, pero éste parecía ser el único aspecto de la realidad que no podía controlar. Obsesionado con ésta idea, dio a los dioses el poder de manipular la realidad, y comenzó la Creación. Los dioses crearon entonces el resto de mundos y los poblaron con titanes (su descendencia artificial, creados a partir de su sangre), ángeles y demonios.   Durante varios eones se mantuvo este orden: los dioses habitaban en Tharmid, pero se movían por el universo con libertad, y surgieron nuevas criaturas y deidades.   Heco odiaba a Nyshia y Phiris Sao, pues le recordaban su incapacidad para crear nuevos Dioses Primigenios. Nyshia se unió con Inis, y entonces Heco lo envió a dar forma a El Tejido a través de los mundos, dejándola a ella confinada en Tharmid. Logró huir sin ser vista, pero al encontrar a Inis, éste se enfureció con ella por desobedecer al rey y le negó su amor. Nyshia, temerosa de la ira de Heco si regresaba, vagó por los planos más distantes tratando de alejarse de su visión. Y fue así que llegó a los confines del Universo, donde Heco había enviado a reinar a Phiris Sao para no tener que encontrarse con él nunca más. Allí, Phiris Sao la convirtió en su reina, y decidieron quedarse juntos. Juntos tuvieron a Ixher, deidad del invierno y la tempestad, y al enterarse Heco ordenó a Nyshia regresar a Tharmid, pues no soportaba pensar que fuesen felices juntos. Antes de partir, Nyshia y Phiris Sao juraron con su sangre permanecer juntos en la distancia, y cuando ella llegó al hogar de los dioses, la sangre de ambos cayó: de la de Phiris Sao nació Adea, diosa del conocimiento, y de la de Nyshia nacieron tres deidades, una por cada gota, Gisaris (la Primavera), Medeyar (el verano), y Enir'ia (el Otoño).   Heco condenó a Nyshia a permanecer para siempre bajo su visión, en Tharmid, pero sus hijes eran libres, por lo que la diosa del amor utilizó a Enir'ia para enviar mensajes a Phiris Sao en secreto, y juntos comenzaron a pensar la forma de volver a encontrarse. El rey de los dioses desconocía la existencia de Adea, pues Phiris Sao, para mantenerla oculta a su vista, había acudido a Murzak, un legendario gigante artesano, quien talló para la diosa el Cayado de Estrellas, en el que atrapó las almas de seis dragones astrales en el preciso momento de su muerte, y que le permitiría moverse con libertad en el Plano Astral, donde permanecería oculta. A cambio, Murzak pidió a Phiris Sao que lo ayudase a escapar, pues los titanes lo habían hecho preso y le obligaban a crear armas y objetos mágicos para ellos. El dios de la Oscuridad lo bendijo por haberle ayudado, otorgándole el don de ocultarse a la vista de otros, y así poder escapar.   Thaaris, que se culpaba por la traición de su hija, pues esta había nacido de ella, acudió a Xandreinth, el primer dragón astral, que podía ver la verdad más oculta. Él le dijo que su culpa y maldad anidaba en su tercera costilla, que era la que cubría su corazón. Thaaris eligió arrancársela, arriesgándose a dejar su corazón indefenso, y de la costilla arrancada nació Átamu, un titán arácnido con el poder de cambiar de forma.   Átamu encontró el camino hasta Tharmid, donde sólo los dioses tenían permitido entrar. Cuando Heco salió de éste, lo siguió a escondidas, y descubrió que el rey de los dioses llevaba una armadura mágica, hecha con la piel y el aliento de un dragón etéreo, y que lo hacía intocable. El titán acudió a contárselo a Thaaris, quien comenzó a sospechar que Heco planease algún ataque y por ello quisiera defenderse. Pero cuando fue a hablarlo con él, el rey de los dioses negó tener tal armadura. Thaaris pidió entonces a Átamu que le robase la armadura para que así no pudiera ocultarse más. Éste acudió entonces a Oldir, el dios de la Luz y el Crepúsculo, a quien Aseyr había dado vida a partir de su propia lengua cortada. Oldir confeccionó para él la Capa del Crepúsculo, que lo ocultaría de toda visión. Con ella Átamu logró acercarse a Heco cuando éste se estaba bañando en las aguas de Elysium y le robó la armadura que descansaba en la orilla. Como compensación, Thaaris lo convirtió en dios, bajo el nombre de Arus (dios de la Honestidad y la Mentira). Junto a Grisaris tendría dos hijes: Éradon, deidad de las estrellas y el firmamento, e Ixyja (diosa de la Guerra).   Mientras tanto Enir'ia seguía actuando como mensajere de Nyshia y Phiris Sao, y Heco se percató de sus ausencias. Envió a uno de sus ángeles, Hirekkatod, a seguirle, y cuando Phiris Sao lo descubrió, pidio a Adea, a quien había ocultado en el Plano Astral, que guiase a Enir'ia a través de éste en sus viajes. Así lo hicieron, pero el ángel logró alcanzarles y atacó a Enir'ia, partiéndole en dos. Pero Adea recuperó el alma de Enir'ia y llevó su cuerpo a las Damas de Fierna, que lo unieron con hilos hechos del propio éter. Llevó a Enir'ia a su hogar en el Plano Astral mientras se recuperaba, y mientras estaba allí tuvieron dos hijos: la mayor fue Tala (diosa de la Batalla), y el menor Eneas (dios del Fuego). Cuando Enir'ia hubo sanado, regresó a Tharmid llevándose consigo a Tala y Eneas, y abandonando a Adea en el Plano Astral. Al ver volver a Enir'ia con vida y con dos hijos, Heco enfureció.   Eneas fue el primer dios en conceder su poder a los habitantes del Plano Material, y su veneración hizo que el poder de la deidad del fuego creciese, tanto que Heco comenzó a sospechar que quería disputarle el poder. Utilizó a uno de sus titanes, Ukretzal, un gigantesco naga de roca viva, para atar a Eneas de manos y pies al árbol Gallar, para someterlo a juicio ante todos los demás dioses. La palabra de Heco era ley, y condenó a Eneas: para que perdiese parte de su poder le hizo un corte a cada lado del cuerpo. Del lado izquierdo manó un río de sangre, el río Udha, y de él emergió Gilmera (diosa del Infortunio). Del lado derecho salió el río Noyin, de agua cristalina, desde el cual se alzó Kuphion (dios de la agricultura).   Tras el juicio de Eneas, los dioses primigenios se reunieron de espaldas a Heco, dudando de la justicia de sus decisiones, y comenzaron a orquestar la caída del rey de los dioses.   Éradon encontró por casualidad la armadura etérea de Heco, que su padre Arus había ocultado, y sin saber lo que era, se puso su yelmo. Al regresar él e Ixyja a Tharmid, el rey de los dioses pudo ver el yelmo que llevaba, y convencido de que elles se lo habían robado, envió a sus titanes a darles caza y matarles. Los tres titanes, Azuth, Ouratt y Demecith, se enfrentaron a Ixyja y Éradon en las llanuras de Acheron. Azuth y Demecith cayeron, pero esta última asestó un golpe mortal a Éradon en su caída. Ouratt entonces aprovechó la distracción de Ixyja para clavarle la espada en el pecho, pero aunque la atravesó no logró matarla, y la diosa de la guerra derrotó al último titán de Heco. Cargando con el cuerpo de Éradon, regreso a Tharmid y reclamó venganza.   Los dioses primigenios, que llevaban un tiempo reuniendo fuerzas contra Heco, encontraron en la ira de Ixyja el desencadenante perfecto, y así dio comienzo El Alzamiento. Durante cien días y cien noches, los dioses se enfrentaron a su rey a través de los planos. Aunque eran muchos contra un sólo enemigo, el poder del rey de los dioses era inconmensurable. Tras una agotadora lucha, ambos bandos se enfrentaron en el Limbo, en una batalla encarnizada entre todas sus fuerzas. El choque fue terrible, tanto que transformó la naturaleza del plano para siempre, pero finalmente los dioses lograron derrotar a Heco. No podían matarlo definitivamente, pues su naturaleza era demasiado poderosa, pero encerraron su alma en el cuerpo de un demonio de forma que perdiese todo su poder, y lo enviaron al Abismo, donde permanecería encadenado durante el resto de la eternidad. Y del cuerpo vacío del rey de los dioses nació Adua, diosa de la muerte.   Tras el Alzamiento los dioses regresaron a Tharmid, y la voz de Thaaris se alzó sobre todas las demás llamando a la calma. Organizó un Consejo de dioses, en el que ella misma fue elegida para heredar el trono de Heco, alzándose como la nueva reina de los dioses.

Summary

El Alzamiento es un poema épico perdido, que se conoce por sus referencias en otras obras (especialmente en los siete libros sagrados del culto a los dioses antiguos). Habla de cómo los dioses, liderados por Thaaris, se rebelaron contra Heco, su rey, y lo derrocaron.   El poema se atribuye a Steja Germanotta, una bardo legendaria de una gran familia noble de la antiguedad.   El Alzamiento constaba de al menos dos libros: la batalla de los dioses estaba precedida por una teogonía (genealogía primitiva de los dioses) y un mito de la creación que parecía diferir del comúnmente aceptado. El contenido de ese primer libro no se conserva ni se ha podido recuperar por referencias.
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