El cuento de Nambar Myth in La Dimensión Etérea | World Anvil
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El cuento de Nambar

Pertenece a la antología anónima de cuentos "Los Secretos de Gwith", ambientada en el mítico Jardín de Gwith, cuya localización es un completo misterio. Dicha antología es conocida en las cuatro regiones de la Dimensión Etérea y sus cuentos han ido expandiéndose tanto de forma oral como escrita. De ella se pueden sacar multitud de moralejas y enseñanzas que los adultos suelen transmitir a los más pequeños desde edades tempranas. Muchos son los que creen que en dicha antología se encuentran ocultas las indicaciones para poder llegar al jardín, aunque nadie ha logrado encontrarlo hasta ahora.   "El cuento de Nambar" narra la historia de un muchacho llamado Nambar, un joven granjero que trabajaba junto a su anciano abuelo en la plantación de la familia. Una noche, una horda de criaturas se instaló en el huerto y comenzaron a alimentarse de las hortalizas que cultivaban. A la mañana siguiente, el campo de cultivo estaba completamente deshecho, y fue imposible tener una buena cosecha ese año. Al año siguiente, su abuelo recomendó al joven Nambar que rodeara la plantación con antorchas de fuego azul para espantar a las criaturas, pero el muchacho pensó que de esa forma sólo las atraería más, y en su lugar decidió montar guardia durante cada noche, esperando a que las bestias se acercaran a volver a alimentarse del huerto. Fue capaz de mantener a raya a unas cuantas criaturas, pero eran demasiadas para una sola persona, así que, de nuevo, volvieron a perder la cosecha. El anciano volvió a sugerir a Nambar que rodeara el huerto con antorchas azules, pero el joven seguía pensando que éso sólo empeoraría la situación, y al año siguiente montó trampas en el huerto y volvió a hacer guardia, esta vez desde el tejado de casa y armado con su arco. Sólo logró atrapar unas cuantas presas y disparar a otras tantas, pero el huerto seguía siendo invadido y desvalijado por la horda de criaturas. El anciano, cansado de ser ignorado por el muchacho, dejó de sugerirle que prendiera fuego azul en la plantación y dejó que el chico se las apañara por sí solo. Así pasaron los años, con Nambar ideando distintas estrategias para mantener a raya a la horda, sin éxito. Finalmente, sin sabe qué hacer con ello, buscó consejo en su abuelo, que leía un libro a la luz de la chimenea. Se sentó junto a él y preguntó cómo podía solucionar el problema de las criaturas. El anciano lo miró en silencio y luego chasqueó los dedos, cambiando el color del fuego por uno azulado que brillaba con intensidad. Nambar se quedó perplejo, con la mirada perdida en las llamas, y preguntó de qué serviría aquello. El anciano respondió: "Mientras nosotros, los humanos, nos sentimos atraídos por lo desconocido, las criaturas se alejan de aquello que no entienden, creyendo que es una amenaza".

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