Contrabandista, artista, ladrona y siempre pirata. Cazadora de monstruos, de esos que tienen dos piernas, visten de seda y les tintinean las monedas en los bolsillos.
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Suspiraba, aburrida, jugueteaba con el fondo de una botella que alguna vez contuvo un ron lo suficientemente fuerte para tumbar a un gigante. Con una hermosa daga, claramente antigua, golpeaba el vidrio intentando que lo poco que quedaba de líquido adquiriera formas geométricas y figuras, ahora un círculo, un triángulo, una vez incluso ella juraría que consiguió que el preciado alcohol formase un laúd, casi perfecto, muy parecida al que una vez tuvo, el de su padre.
Contrabandista, artista, ladrona y siempre pirata. Así era la vida de esta Savara Salazar. Si la hubiésemos conocido antes sin duda hablaríamos también de vagabunda, pero en los últimos años parece que ese apelativo se le queda corto, la mujer que un día recorría los caminos en su caravana, ganándose la vida moneda a moneda por una canción o un baile, ahora llevaba una vida de navegante, de cazadora, cazadora de monstruos diría ella, de esos que tienen dos piernas, dos brazos, van bien vestiditos y con suerte guardan alguna moneda de oro u objeto de valor que ofrecerles a sus hermanos.
Nadie sabe de dónde viene ni la edad que tiene, pero sus formas sin lugar a dudas reflejan su ascendencia zíngara, con la salvedad de su pelo, un pelo pelirrojo que la hace inconfundible en todos los puertos que alguna vez ella ha podido atracar. Sus ojos verdes, brillantes, claramente no corresponderían con los ojos que tendría una joven y dejan ver, si ella permite que te acerques, un pequeño rastro de innumerables de aventuras vividas, tragedias y alegrías. Son los ojos de alguien que ha visto más en sus años de vida que lo que la mayoría de las personas en su existencia.
En las peores tabernas, los más valientes o los más locos, según se mire, siempre hablan de Savara, junto con otras dos mujeres, Dayla Salazar y Aisla. Juntas, las tres, establecieron un reino de terror en el mar donde los barcos mercantes, sobre todo esclavistas, sabían que tarde o temprano tendrían que enfrentarse con ellas y con toda la leal tripulación del “Salazar’s Revenge”
Durante años, en el mar, las tres formaron una fuerza inigualable, y no era raro verlas en todas y cada una de las batallas que había en alta mar. A veces luchando por un bando, otras veces por otro, pero siempre sacando una buena tajada por su inestimable ayuda. Si había que mover un cargamento por mar o a lo largo de la costa era raro que estas tres leyendas no estuvieran enteradas y si el mercader lo hacía sin ningún problema, nadie dudaba que había colmado de presentes a las tres piratas. En las tabernas, tugurios y burdeles de todos y cada uno de los puertos las tres mujeres eran tratadas como reinas, las reinas del mar, ellas mismas bromeaban sobre el tema llamándose a si mismas, en la intimidad, majestades.
Nadie dudaba que, durante años, muchos años, su influencia en el mar y en toda la costa no dejaría de aumentar, pues las tres, cada una haciendo gala de una personalidad única, hacían brillar todo lo que tocaban.
Fue una noche tormentosa, el agua salada entraba desde las vías que se iban formando en la bodega del barco, cuando, entre risas y comida, entre canciones y besos, entre llantos y ron, mucho ron, Dayla, la que claramente llevaba la voz de mando en el navío, comunicó a las otras dos que esta vida que llevaban había dejado de tener sentido para ella. Aisla y Savara, sin creerse realmente las palabras de la pirata rieron y siguieron bebiendo y cantando toda la noche, y Dayla, sin duda por no romper la maravillosa velada no insistió en el tema.
Al día siguiente, sin embargo, donde antes eran tres quedaron dos. El triunvirato de las tres Reinas del Mar se rompió y fue en ese momento cuando lo que parecía eterno, irrompible… se acabó.
Aisla y Savara lo intentaron. Bien saben los dioses que así fue. Durante un tiempo, incluso, parecía que todo sería como antes… cazaban, robaban, seducían putañeaban… en las tabernas se hablaba de un segundo reino de esplendor, ahora gobernado por las dos amigas.
Sin embargo, para un observador ágil, si hubieran podido asistir a las oscuras noches que ahora compartían, habrían visto que algo había cambiado. Las miradas de cariño, de amor, se transformaron en oscuras miradas de envidia y traición. Donde antes había la lujosa cama, que compartían las tres reinas, que rivalizaba con el mismísimo lecho de Derketo, ahora colgaban dos insípidos “coys”, dos hamacas echas de fibra dura que servían para poco más que descansar unas horas.
Con el tiempo paso lo inevitable.
Una tarde que estaba Savara cerrando unos negocios con algún que otro “honrado marinero” en una cala perdida, Aisla aprovechó para, con un golpe de efecto, atacar a la pirata y sus leales que se encontraban en la playa y entre la confusión y griterío, se hizo con el gobierno único del barco y partió sin mirar atrás, llevándose, como no podía ser de otra manera todo el cargamento en forma de lingotes de oro y plata que había en la bodega.
Durante meses vagó sin rumbo, hasta que, en una taberna, un antiguo compañero de armas retirado dio con ella y, gracias a su ayuda, dio con un buque armado, un cazador de piratas, que en ese momento se encontraba carenando en una playa cercana. Sin ninguna compasión, con toda la rabia acumulada durante ese tiempo, a Savara y sus hermanos no les costó demasiado asesinar a toda la tripulación y hacerse con el gobierno de este nuevo barco, al que llamó “Charlotte’s Lament” y partir en busca de su tesoro y de la herencia que con toda legitimidad le correspondía.
Mientras Savara continuaba jugueteando con el fondo de la botella, Smith trajo a un horrible hombre, un cuervo vestido de negro con unos cristales empañados en los ojos que por su postura y la manera en la que temblaba cuando se presentó ante ella pareciera que se había cagado encima.
-y bien? ¿Sabes que es lo que espero de ti, ayudante de alguacil? - Savara suelta deja arrastrar esa última silaba haciendo que la lengua suelte un poco de saliva que cae sobre el pobre hombre
-Si, si…. mi señora, digo Capitana… su…. su subalterno me ha explicado que es lo que quieres- Savara le mira fijamente invitándole con un gesto a que siga hablando. –pero… mi señora, hay una cosa que debes saber…. El problema no es entrar en las Tierras del Exilio…. El problema es salir de ellas, pues una antigua magia, una tecnología ya olvidada, impide que atraviesen la barrera aquellos que portan el brazalete de exiliado.
Sonriendo al hombrecillo, presenta su antebrazo izquierdo señalando el brazalete que le tiene que poner mientras responde – ese no es tu problema mi insignificante hombrecillo, tengo que entrar en el “Exilio”, mi herencia y mi tesoro se encuentran ahí- mira fijamente al ayudante mientras este trabaja poniéndole el brazalete – no te preocupes por mí, si hay una manera de entrar no tengas duda que encontrare una manera de salir- dice riendo.
El hombrecillo, una vez ha terminado su trabajo, observa como Savara mira el brazalete, girando una y otra vez su muñeca, como si estuviera sopesando cuanto tiempo tardaría en acostumbrarse a llevarlo todas las horas del día y de la noche.
La mujer, con un gesto de indiferencia le dice que se vaya con Smith, que su trabajo ha concluido. Mientras los dos hombres se dirigen a la salida, un carraspeo les hace detenerse. -Ah, hombrecillo -se podía ver que el ayudante de alguacil temblaba ante la dulce voz de la pirata-, se me olvidaba…. – una sonrisa de oreja a oreja se vislumbra en la cara de la mujer- diles a tus amigos, haz correr la voz, que en poco tiempo la “Reina del Mar” volverá a navegar y reclamar lo que es suyo…, diles que solo me estoy tomando…. unas vacaciones.
Personality
The major events and journals in Savara's history, from the beginning to today.
The list of amazing people following the adventures of Savara.
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