Morikhane Item in Rel | World Anvil
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Morikhane

El Broche Carmesí

De todas las Reliquias de la Calamidad, quizá esta sea la más extraña.    Un simple broche rojizo, una brillante gema latiendo en su centro, sus brillos escarlata reflejados en la armadura negra que esconde. Uno no estaría equivocado en relacionar dicha gema con las Tres Piedras Filosofales del Alquimista. Fueron, en su momento, un regalo a la Reina, que usó una para ascender a la divinidad. Las otras dos siempre estuvieron envueltas en misterio.   Una pasó de las manos de la Reina a Xoth y a Scathach, que dieron luz al Rey de Edunedain, Vesper Cú Cuthain. Fue con la misma piedra que el Arcano ascendió a la divinidad, mil años más tarde. Esta piedra volvería a ser utilizada por el Barón Ganth, o lo que sea que halla tomado su lugar, para crear al homunculo conocido como Jeremiah Eregon Dwindal el Tercero, además del cuerpo perfecto tomado por Morgana Ganth. En las manos de este segundo homunculo, se volvió polvo divino. Tan fácil de destruir, tan difícil de recrear.   De la última, nadie sabe su futuro. Pues una roca separada de un artefacto es fácil de perder. La primera sigue fijada a la Calavera de Perséfone, y le da sus poderes por consecuencia. Uno se sorprendería al aprender que el patético broche Morikhane es esta última piedra filosofal. Un broche llevado a todas partes por el Barón Ganth previo a la Crisis de Sucesión. Un broche que se despliega en una negra armadura, y genera en la mano una única espada corta.   Muchos hablan de las habilidades de la Reina de los Cuervos para forjar. Sus tres aspectos, la Guadaña, el Filo y las Hoces, son famosos por inducir la muerte a quien afectan. Armas tan poderosas que tres golpes certeros pueden enviar a la tumba a cualquier criatura. Mientras, la espada de Morikhane mata a todo lo que toca.   Su historia comienza en la Guerra Arcana, aquel legendario conflicto en el que Bane, Tiamat y los Príncipes Demonios mandaron a los Icaros a matar a Ioun. Fue al final de los largos años de batalla que Asmodeus y Paelor se encontraron cara a cara con el Dios de la Guerra misma, en Hades. Cada cual, durante su tiempo, había creado un objeto para ayudarle en la batalla.   Primus, dios del orden y gran creador, detalladamente forjó un escudo capaz de aguantar golpes que destruirían universos, y se lo entregó a Paelor. En su Palacio de Luz, este último hizo lo mismo, creando una corona tan poderosa que podría darle la habilidad de doblegar a cualquiera a su impetuosa voluntad. Se armó del arma de su hijo, Excalibur, y se presentó junto a su hermano por primera vez desde aquella pelea, al principio del tiempo, por una mujer de pelo negro.   Por su lado, Asmodeus no era muy querido. Había sido desterrado. Vivía para la lucha y el orden, defendiendo el universo de las peores criaturas, pero nadie le daba tal reconocimiento. Baator, aquel Témpano de Hierro Negro, estaba desierto. Solo él esperaba, impaciente, la hora de la batalla. Antes de presentarse en Hades, sin embargo, decidió hacer todo lo que su hermano, en un solo artefacto. La defensa del Escudo, la Voluntad de la Corona, y el poder de la Espada.   Para ello visitó a la Reina de los Cuervos.   Su reencuentro fue breve. La mirada del Dios de las Sombras se posaba en la máscara inocua de la mujer que alguna vez fue Perséfone, y por un instante, tanto él como ella miraron al suelo. En qué se habían convertido? Cuán diferente podría haber sido la historia si, en vez de hacerle caso a la serpiente, Asmodeus escapaba su deber, escapaba el Coro de la Creación... y vivía el resto de sus días como un mortal, con Perséfone en sus brazos?   Las emociones no le llegaban. Su corazón había sido arrancado y enterrado en lo profundo de la última colina. En cuanto a ella, ya no era aquella mujer. Su ascensión, la muerte de Mandus, la habían cambiado. Se enfrentaba ahora al hombre que la había matado. Sin palabras, le miró con compasión. La figura rota de aquel bello rostro ahora arrugada, cansada. Quizá Asmodeus no había preparado mucho para la batalla, porque deseaba que sea su última.   Del fondo de su capa, la Reina le entregó la última Piedra. A su alrededor, bellos hilos dorados le adornaban como un... broche. Es cuando Asmodeus regresó a Baator, a su trono de hielo, que comprendió el poder del objeto. Con la esencia de la Reina misma, creó una espada capaz de matar a quien roce. Con la determinación de la muerte, desplegó placas negras, que le protegerían en caso de que todo fallara. Y finalmente, con la voluntad de una existencia perdida, gritó dentro del broche rojo.   Una fisura se formó en su superficie, para siempre defectuoso. Ya no contenía divinidad, sino resentimiento. Uno tan poderoso, que cuando se reencontró con su hermano, la Corona de los Cielos se sometió ante la gema fisurada. Juntos, partieron a Hades, donde Bane les esperaba. Aquella batalla fue de las más destructivas, partiendo el plano del Dios de la Guerra en dos. La Lanza de la Destrucción contra Khosmos, escudo del universo, y la Placa de Morikhane.   Durante la batalla, la espada Excalibur fue arrebatada de las manos de Paelor, perdiéndose en los planos. Tuvo que ser Asmodeus, por la espalda del monstruo, quien asestó el golpe final, el Filo de Morikhane brillando con furia. Solo la esencia de la muerte misma pudo imponer dicho concepto en un ser inmortal. Solo el poder de la voluntad del Broche y de la Corona combinados pudieron terminar con el Dios de la Guerra.   Luego de la batalla, Paelor lanzó su corona al cosmos, y, junto con su hermano, regresaron a Elysium, victoriosos. Cuando Bahamut venció a Tiamat, y la Guerra terminó para siempre, el Padre de los Cielos se encerró en su Palacio, dándole el mando del Panteón a su hermano.   Es, extrañamente, Xoth, el Arcano, quien sería más famoso por utilizar esta armadura. Se dice que impresionó tanto al Dios de las Sombras, que este le entregó el Broche Escarlata. Nunca un mortal portó tantas Reliquias como él. Al final de su reinado, durante la Corrupción, y al venir la Calamidad, llevaba Siete reliquias diferentes. La Corona de Paelor, el Libro de Ioun, la Lanza de Bane, la Lámpara de Mystra, el Broche de Amodeus, el Escudo de Primus, y, finalmente, su propia reliquia: Ea, la Espada de la Creación.   Abaddon engañaría a Asomdeus durante la Guerra contra el Vacío, y le expulsaría del Uroboros, robándole la divinidad con la Brújula Errante, Ópalo. Xoth habría entonces perdido a uno de sus más queridos aliados. Luego, en la última batalla, Mystra dejaría la vida.   El Broche Carmesí recayó de alguna forma en el Barón Ganth, aquella misteriosa figura. Ahora, sin embargo, es portado por el Homúnculo Perfecto, y la voluntad impasible de Morgana Ganth, elegida de Nalash. Forjado en los cielos, sin embargo, nunca le dará todos sus poderes a un alma tan vil como ella.

Mechanics & Inner Workings

La Placa le otorga un AC base de 30 a quien sea que la use. El Filo puede ser desenvainado una vez por ronda, en un ataque asesino, que mata a quien sea que toca. Por último, la voluntad, todavía gritando dentro del Broche, protege de la muerte a quien tenga la temple para usarla. Para quienes ya tienen dominio de la Voz de la Creación, permite tener una Palabra Divina más. Para quienes no, se les permite usarla como una única Palabra Divina. Se dice que mayores capacidades pueden ser obtenidas,
La Placa, el Filo, y la Voluntad. Tres cualidades en un solo artefacto. Brilla como Piedra Filosofal, pero no carga con su inherente divinidad. No permite la asunción. Ya, ninguna lo hace. Solo el Alquimista podría crear una nueva... permitiéndole a otro mortal ascender al estatus de deidad.
Item type
Unique Artifact
Current Holder
"Si uno recupera las ocho partes de Xoth dentro de Drakkari, además del Libro de la Calamidad, la Corona de los Cielos y la Espada de la Creación, el Altar de la Ciudad del Cosmos podría retornar al Arcano. Sin embargo, por cada artefacto, por cada reliquia adicional que se presente, Xoth alcanzaría nuevos niveles de poder. Morikhane, Gae Bolg y Khosmos. Los tres objetos que faltan para que el Rey de Reyes retome su lugar en el Panteón, y domine con su voluntad tanto Apocrypha como Elysium, y todo lo que está en medio. Estas tres reliquias restantes fueron incesantemente buscadas por el Uroboros, y, por un momento, fueron suyas. Si tan solo el Gran Sultán no hubiese perdido tanto el escudo como la lanza, la asociación podría haber poseído todos y cada uno de los objetos, exceptuando la Espada, en las profundidades de Finestr todavía."

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