El Vicario Character in Rel | World Anvil
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El Vicario

Gobernante de Nim, Ciudad de los Cuervos

Gran Centurión, el Vicario (a.k.a. Quien Vindica)

Honor y Deber son las facultades más importantes de un enano. Más aún si es nativo de Duregar, la Ciudad del Volcán.   El Vicario, cuyo nombre fue abandonado, gobierna hoy por hoy la Ciudad de Nim, que considera su segundo hogar. La historia que porta es complicada, sin duda, pues es un Dwemer, cuyos destinos fueron entrelazados de tragedia y genocidio. La Armada Blanca, liderada por el misterioso Bor, atacó cada una de las ciudades de los enanos. Primero Arhammer, luego Trivyt, y finalmente, Duregar, que dejaron como una ruina. Los pocos sobrevivientes no se encontraban en la ciudad cuando ocurrió el ataque, o tuvieron la suerte de escapar.   El Vicario, junto con uno de sus grandes amigos, que más tarde se daría el nombre Pirgus, fueron unos de los pocos que lograron esconderse de la rabia de Bor. Partieron de Duregar cuando las puertas todavía no los habían encerrado, salvándose, pero al costo de la cobardía. Para un enano, no hay nada peor que perder el honor. Ellos tuvieron que dejarlo atrás. Muchos otros podrían haber escapado a tiempo, pero no lo hicieron por defender su reino, mismo si ya estaba perdido.   Fue Pirgus quien le convenció de partir. Les salvó la vida a los dos, a decir verdad, pues algo le había avisado del imparable Bor. Gran parte de lo que ocasionó la muerte de tantos fue la falta de información. Nadie sabía que los cincuenta hombres de la Armada Blanca eran invencibles. Menos aún que el mismo Bor tenga la fuerza de un dios. Pensaban que podrían luchar. Pirgus sabía que eso no era una opción.   Como miembros de la facción de Ingenieros, dedicada a Primus, de Duregar, los dos enanos partieron a Nim, la ciudad del Progreso, para encontrar en ella algún tipo de redención, de santuario. Los Centuriones, que gobernaron la Ciudad de los Cuervos por tanto tiempo, eran devotos del Dios Máquina, por lo que los refugiados se vieron cálidamente recibidos por sus compañeros en la Catedral de Primus.   Así fue como, durante casi una década, el Vicario y Pirgus, con sus nuevos nombres, se escondieron, acobardados por el prospecto mismo del regreso de Bor. Durante ese tiempo, sin embargo, crearon nuevas vidas como respetados artífices. Por lo menos, eso es lo que el Vicario pensó, pues su compañero nunca dejó de pensar en Duregar.   Como un veneno, al visitar las profundas minas de Nim, Pirgus comenzó a escuchar una voz. Una voz del más allá, una voz que encontró en el velo entre la realidad y el sueño. Tiamat. Su ciudad había sido destruida, pero era solo cuestión de tiempo. Todo sería eventualmente destruido, había que simplemente esperar. Ningún apego material, o emocional, detendría el inevitable apocalípsis.   Es así como el Vicario perdió a su único amigo, mientras este se hundía más y más en su locura llevada por la depresión. Se distanciaron rápido, pues los Centuriones expulsaron a Pirgus de sus rangos cuando empezó a intentar expandir su ideología envenenada. Los dos enanos, clérigos del orden y la disciplina, se volvieron enemigos. Así es la vida, al fin y al cabo. A veces, son las amistades más cercanas las que terminan siendo más destructivas. El Vicario no hizo nada para detener a Pirgus, mientras, por debajo de las narices de los Centuriones, traía consigo el culto del fin.   Cuando eventualmente descendió la plaga de los cuervos sobre Nim, nadie supo verdaderamente por qué. Algunos dicen que los Centuriones ofendieron a la Reina, que envió la muerte en alas negras para recordarles su lugar en la rueda cósmica. Otros culpan a Nurgle, Príncipe Demonio de la pestilencia, por infectar a quienes más avanzados estaban en medicina. Pirgus lo vio como su oportunidad. El gobierno que ascendió, el Consistorio, fue una tiranía de pocos años.   Durante ese tiempo, el Vicario ascendió hasta lo más alto de los Centuriones, antes que sean desarmados. Algunos de entre ellos se unieron al Consistorio, principalmente el Cardenal Anders y el Padre Recoin, compañeros del Vicario. Este último, sin embargo, comprendió lo lejos que se encontraban de su propósito original. En secreto, comenzó a organizar una revolución. Por su lado, Pirgus hizo lo mismo.   Fueron los Pibes, en su primera visita a Nim, quienes derrocaron al Consistorio. Consecuentemente, asumió no el grupo del Vicario, sino el de Pirgus, que mandó inmediatamente a matar a su viejo amigo. Se escondió, organizando un nuevo golpe, esta vez con ayuda del Imperio mismo.   Eventualmente, Pirgus mostró su verdadera cara, y el Vicario, con la ayuda de los Centuriones que restaban y de varios de sus mejores amigos, como Ares y Meiet, detuvieron, con ayuda de los Pibes, al loco. El Imperio retomó control de Nim, y por sus heroicas acciones, el Vicario se vio como el único verdadero candidato para gobernar. Igmar, líder de los Pibes, también proveniente de Duregar, se hizo muy amigo del hombre en cuestión. Su camaradería recordó a todos el verdadero temple de los enanos.   Durante la Crisis de Sucesión, el Vicario defendió con su vida Nim, que se había vuelto su nuevo hogar. No le restaba nada de Duregar, pero no permitiría que pase lo mismo con la Ciudad de los Cuervos. Eventualmente, por la ayuda de Vladimir Eustass, Nim sobrevivió el ataque élfico.   Es hasta el día de hoy, ya con más de ocho años al poder, que el Vicario continúa su fructífera gerencia. Promulgó el progreso, y las grandes arcas de la mecánica nunca estuvieron más avanzadas. Es, sin embargo, a los Pibes, y sobre todo a Igmar, que dedica su éxito. Es un gran aliado, mismo si la noche nunca pudo estar más oscura.

Aliado de los Pibes desde el Principio de su aventura, defiende Nim, por la que luchó con su alma.

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Algún día, hermano. Algún día estoy seguro que vendrá un enviado. Un mesías, cargando consigo la furia de Kord. Vendrá quien termine con ese criminal. Vendrá quien lo mande al infierno. Algún día. Una lástima que no creo que estaremos para presenciarlo.
Current Location
Nim
Children
Gender
Hombre
Ruled Locations
"Primus, Dios Máquina, dime.   Por qué sufro, por qué debo seguir sufriendo?   Qué no he pasado por mucho, ya?   Cuantos más desafíos vas a mandarme?   He tenido que ver morir a mi propio hermano,   He tenido que ver mi ciudad en llamas,   He tenido que esconderme como una rata.   Cuanto más? Cuanto más?"

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