Population Migration / Travel
Ryn Taelor había desaparecido del Plano Material poco después de que su grupo improvisado se separase del grupo principal del Canis, en busca de una cura para Necrix. Lo último que vió fue a sus amigos siendo arrastrados por el suelo después de recibir una brutal cantidad de daño en una emboscada, mientras ella era atraída por el vacio atrayente del portal.
Con su último ápice de voluntad, Prahktar sacrificó su preciado arco para abrir un portal unidireccional a Sigil, la Ciudad de los Portales, y empujó a Ryn a través de él momentos antes de cerrarse, mientras el dracónido caía al suelo. Al encontrarse en esta abrumadora situación, la ahora solitaria barda no tuvo más remedio que empezar de cero. Pasó los últimos dos años y medio haciendo conexiones, tocando en eventos y realizando todo tipo de trabajos para ganar lo suficiente como para obtener una llave que abriera un portal de vuelta a Faerûn. Cuando finalmente obtuvo dicha llave, se detuvo frente a su correspondiente Portal; se había acostumbrado a la naturaleza extraña y variopinta de Sigil e incluso a la continua y acechante presencia de la Dama del Dolor, por lo que dudaba si valía la pena regresar, dejando atrás a las personas que había conocido en la ciudad extraplanar. Una sensación cálida le recorrió la mente al recordar a su hermana, lo que la hizo decidirse. Quería ver la tumba de su hermana Ecca una vez más, aunque fuera para una despedida breve. Finalmente cruzó el umbral y su antigua realidad la recibió al regresar, envolviéndola en el más puro sonido. La fuerte vibración la obligó a cerrar los ojos y tensar su cuerpo, hasta que el ruido acabó convirtiéndose gradualmente en la más bella melodía, y en un instante, cesó. Al abrir de nuevo los ojos, se encontró a sí misma en la cima de una colina, muy cerca de donde solía estar su antigua casa, muy cerca de donde ella descansaba. Respiró profundamente el aire de Faerûn, tocó la hierba que trepaba por sus pies y, rápidamente, echó a correr. Corrió tanto como le dejaron sus piernas, como si los Infiernos fueran a estallar detrás de ella. Se detuvo ante la tumba de su hermana, plantada firmemente frente a ella, ahora cubierta por una considerable capa de hojas caídas y musgo. Era otoño. No una filtración de otro plano, ni una ilusion creada por alguna criatura extravagante, por primera vez en años la primera cosa normal que le había sucedido era darse cuenta de ese hecho. Esa pizca de certeza, clara e inmutable. El sonido de la explosión vino después, violento y distante. En algún lugar, lejos en el norte, algo grande se estremeció y la tierra se estremeció en consecuencia.El retumbar no cesó en un día entero, y para cuando hubo acabado, Ryn ya se había acomodado de nuevo en su antigua casa, ahora abandonada, en busca de refugio. Un silencio sepulcral se cernió sobre toda la Costa de la Espada, como si la región entera estuviera conteniendo su respiración, aguardando lo que estuviera por venir. Acto seguido, Ryn recogió sus pertenencias, el fruto de sus esfuerzos estos últimos años, invocó la Lanza de Lakhsmi en forma de moneda y comenzó a caminar hacia la ciudad mientras jugueteaba con ella, siguiendo el camino a través del bosque tal como lo había hecho todos esos años atrás. Al llegar a lo que recordaba como Candlekeep, un pequeño pueblo con una gran biblioteca, solo pudo quedarse quieta mientras observaba, sorprendentemente confundida. La ciudad que se alzaba frente a ella tenía poco parecido con su recuerdo del lugar. Esta se expandía, floreciendo como una flor en plena primavera. Leyó el nuevo nombre del burgo en un letrero, cerca de la salida del bosque. Arribo del Lobo. Rápidamente conectó los puntos y dedujo que su antiguo grupo debía de haber llegado lejos, y lo habían hecho a lo grande, dada el tamaño de la ciudad. Luego se aventuró por el laberinto de las nuevas calles en busca de ellos. Cuando llegó a la biblioteca, comenzó a sentir muchas emociones. Tristeza por el tiempo perdido apartada de todo cuanto conocía, nostalgia por los buenos momentos que había compartido con ellos, felicidad por su futura reunión, miedo de cómo la recibirían tras su abrupta marcha... Pero sobre todo angustia, una angustia que apretaba su estómago como una serpiente asfixiando a su presa. Angustia por aquellos que la habían salvado, porque en realidad no sabía si seguían con vida. No había enfrentado ese hecho hasta ahora porque la mera posibilidad de volver a verlos no era una opción hasta hace poco. Comenzó a ascender hacia la entrada de la biblioteca, llenándose a cada paso paso con el torrente de emociones que ahora la envolvían, cada vez más decidida a enfrentar lo que el Destino tenía preparado para ella. Las banderas del Canis Nigra ondeaban altas a lo largo de la torre en espiral, saludándola como a una vieja amiga. Entró en el vestíbulo esperando encontrarlo vacío como de constumbre, pero se encontró en medio de un grupo de personas, tantas que dudó, solo por un momento, si había entrado por error a un portal de regreso a Sigil. Todas estas personas ahora formaban parte de lo que ella había iniciado, de lo que había dejado atrás. Pasó sin problemas, sin caras familiares a la vista, nadie la detuvo. Luego entró en la Cámara Negra, el salón que el grupo comenzó a usar para sus reuniones hace tiempo, con la esperanza de encontrar al grupo reunido. En su lugar, encontró solo a Pan-Am, Dundiel y Jaekys; el resto de las personas allí presentes eran desconocidos. No había señales de Necrix o Prahktarr. Cuando el grupo se giró para ver quién había irrumpido en la sala, encontraron el rostro de una vieja amiga, cansado y sonriente, con lágrimas formándose en sus ojos color avellana. Jaekys corrió instantáneamente para abrazarla, para sorpresa del resto del grupo, salvo Dundiel quien esbozó una sonrisa nerviosa que reflejaba una mezcla de alegria y estupor. Más tarde, después de una cálida reunión, el grupo la puso al día. A su vez Ryn les dió a conocer todo lo que había aprendido durante su tiempo en Sigil...