Tyrath

El año es 1502. Nos encontramos en el nuevo siglo. 181 largos años se sucedieron desde la Caída de Xoth. Los cataclismos que provocó el Rey de Reyes separaron las tierras del oeste en tres continentes, marcados por el poder del Arcano. El mundo conocido, ahora separado en Cadia, Borealis y Numriel fue sujeto a cambios drásticos.   El antiguo Imperio Dwindaliano, destrozado al perder su capital, colapsó sobre sí mismo en las décadas después de la última batalla contra el Arcano. Fue durante la gran Incursión Demoníaca, en 1366, que el mundo fue testigo de la Gran Resurrección. Cuatro poderosos demonios rompieron la barrera en el año de mayor debilidad, junto con sus lacayos. Se decían los Archidiablos, máximos tenientes de los Príncipes del Caos, asentados en las tierras más allá del mar. La fe en el futuro de la humanidad, tan fácilmente corrupta, fue lo que, en las ruinas de Zephra, trajo de vuelta a Tyr, el Conquistador. Brillando con la imagen de la ascensión, creó a cuatro primarcas, para destruir a los cuatro demonios, y junto a ellos, venció a las fuerzas del caos en una cruzada que lo llevó hasta el Nuevo Mundo, donde se escondían. En la última batalla, se dice, las fuerzas demoníacas lograron traer al mundo al Primordial de la Llama, Abbadon, desde el Feywild. El Dios del Fuego era quien estaba detrás de la insólita alianza entre los Príncipes y la Incursión.   Fue con la Espada Excalibur que Tyr se sacrificó frente al primordial, expulsando al monstruo para siempre fuera del plano material. El único primarca que restó con vida, el gran Fulgrim Tarsus, acompañó a Tyr de vuelta a la Sagrada Zephra, donde un Trono Dorado se alzó en vista de la herida de muerte del Emperador. Se lo sentó con dificultad en aquel artefacto, donde murió por segunda vez en un brillo cegador, fusionándose con el trono. Desde entonces, todo el que viva bajo la luz del Emperador es acompañado por su grandeza. Fulgrim tomó el lugar de Alto General del Imperio, desde el cual llevó a su pueblo a colonizar el nuevo mundo. Llamaron a la tierra de Dwindal Cadia, por el gran sacrificio del Emperador y sus Primarcas, mientras que lo que fueron los Páramos tomaron el nombre Borealis. Desde el descubrimiento de Tyrath por el Sagrado Emperador Tyr en su segunda conquista, el Nuevo Mundo se tornó el principal interés de los dos Imperios de Cadia y de Borealis, que desde años batallan por la supremacía marítima del nuevo Oriente. Décadas sucedieron desde la Santificación del Emperador hasta que los primeros colonos, hace 87 años, de todo el Occidente, echaran raíces permanentes en las tierras de nativos y piratas, lentamente domando el Este salvaje. El conflicto entre el Imperio Tyraliano, o el Imperio del Hombre, y el Dominio de Bor se extendió al Nuevo Mundo, dividiéndolo en facciones. Se fundaron diferentes puertos y ciudades, controladas ya sea por el Imperio o el Dominio, interactuando con las grandes sociedades locales.   Las tensiones entre las dos superpotencias nunca estuvieron más altas; con el conflicto de Bodoc, un enfrentamiento naval en el que tres cruceros de la marina Imperial fueron hundidos, muchos piensan que estallará finalmente la guerra. Las fuerzas de la Inquisición, la milicia de la Sagrada Eclisiarquía de Zephra, extienden a sus diez inquisidores en misiones religiosas para convertir a los pueblos y mantener el buen nombre del Emperador en el Nuevo Mundo. Tal como el descubrimiento de las Tierras Antiguas, o como el Avenamiento del Este, el mundo se encuentra al final de una era dorada. La sombra de la guerra se acerca, y la maravilla de la novedad está poco a poco desapareciendo. La industria está progresando, y las primeras redes ferroviarias doman poco a poco las grandes expensas naturales, dejando atrás el espíritu pacífico y desconocido del Nuevo Mundo.   ¿Qué deparará el futuro, ahora que diseños malvados corrompen los valores más justos?