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Los Mithrandir

Siete Reyes, Siete Bestias

Muchos piensan que las fábulas de las bestias de antaño, que las madres les cuentan a sus hijos antes de dormir, no son más que eso, fábulas. Las historias del León y la Cabra, la Tortuga y el Mono, la Serpiente y el Halcón, entre tantas otras, son moralejas: siempre buscan enseñar algo a quienes las escuchan. Sin embargo, en toda mentira hay una verdad, en todo cuento, una historia. Cosas que no debieron ser olvidadas, se perdieron ante los años. Solo quedan fábulas de lo que fueron, miles y miles de años atrás, poderosos reyes. Los primeros hijos de los Dioses.   Los Ylm les llamaron Mithrandir, pues sus leyendas, mismo si databan de antes de la Guerra Arcana, eran repetidas por ecos de los titanes. Habrá sido una advertencia? Una amenaza? "No sigan el camino de los Reyes Caídos." murmuraban aquellas voces. "Terminarán como los Ícaros, una sombra de vuestra grandeza." Y así fue como primero se transmitieron estas fábulas, historias siempre con una lección al final, repetidas de boca en boca hasta los Teng, pasando por los Eldar, Faldar, y Dwemer, que las llevaron hasta el día de hoy.   Cuando Rel todavía no existía, y los mundos vivían en armonía sin las terribles fracturas de la Guerra Arcana, una sola tierra se extendía hasta el final del horizonte: Adra. Este fue el mundo perfecto, un mundo que tenía todo lo que los titanes, hijos de las Grandes Serpientes, desearan. Bosques nacían bajo las pisadas de Melora, mientras que enormes montañas con profundas cavernas acogían a Kord. Paelor encontraba su hogar en los cielos, junto a Bahamut, y amor en su esposa, Ioun. La última en nacer, Mystra, hija del matrimonio, fue irónicamente la útlima alegría del Panteón, pues Bane ya había comenzado a planear junto con los Príncipes del Caos la terrible Guerra Arcana.   Los titanes no eran los únicos morando en Adra, sin embargo, pues sus primeros hijos involuntarios comenzaron a nacer. Estos no eran Aasimars, en imagen a los dioses. Tampoco eran creaciones, como los Dwemer o los Eldar. No, eran algo más: una representación de sus emociones, de sus carencias tanto como de sus gracias. No fueron los primeros mortales, pues sus almas eran eternas, pero tampoco fueron nuevos dioses, ya que no poseían el mismo poder. Se les llamó Deva (en la lengua de los Ylm, Semi-Dioses) en honor a los Xildur (Titanes).   Hoy por hoy, todavía se pueden mencionar algunos Deva, pues son entidades poderosas, que pueden incluso ser confundidas por dioses. Dentro de estos, uno puede diferenciar a los Empyrean, manifestaciones de las acciones, de los Mithrandir, manifestaciones de las emociones. En tiempos antiguos, coexistían Titanes y Primordiales, hasta que nacieron los Deva. Cada cual encontró, como los dioses antes de ellos, algún tipo de propósito, lo que nos trae finalmente a las Siete Bestias.   Estos Deva fueron poderosas criaturas, que fundaron en el mundo de Adra enormes reinos. Representaban cada cual una emoción, y atesoraban títulos que se volvieron, con el pasar de los años, sus únicos nombres. Primero, nació el Héroe, un león de fervor y carisma, amado por todos. Segundo, el Guardián, un oso de vigor y honor, respetado por los dioses mismos. Tercero, el Embajador, un halcón de vigilo y perspicacia, mensajero de Adra. Cuarto, el Poeta, una serpiente de ambición y labia, con lengua mercurial.   Luego, vinieron los últimos tres. Quinto fue el Profeta, una tortuga de paciencia y sabiduría, del cual todos buscaban consejo. Sexto, el Alquimista, una cabra de belleza y curiosidad, siempre creando y experimentando. Por último, vino el Itinerante, un mono de caridad y fuerza, el único que no construyó un reino, sino que lo llevó consigo en sus aventuras.   Estos personajes aparecen en incontables fábulas, principalmente por el trabajo de Illien, el Bardo de las Gemas, al principio de la Segunda Era después de la Calamidad. En su última compilación de canciones escritas, Baladas n.17, recolectó de todos los pueblos las historias de las Bestias para hacer de ellas cuentos para niños. Así, las más famosas, como la Tortuga y el Mono, que enseña el valor de la paciencia (y de como hacer una cosa lento pero bien es mejor que hacerla rápido pero mal), se expandieron por todo Rel.   Los Siete Reyes, las Siete Bestias. Hermanos de diferentes madres, compañeros de vida. Juntos, formaron los Mithrandir, y reinaron sus respectivos pueblos en la tierra de los dioses por mucho tiempo, plasmando sus ideales en sus seguidores, y volviéndose incluso más venerados que los Titanes. Esto es lo que inevitablemente llevó a la Corte Divina a decidir sobre su futuro, pues la influencia que comandaban en Adra era cada vez mayor.   Esta es la verdadera historia de los Mithrandir, separada de las ficciones de Illien y de los mitos de los Teng y los Nelan. No muchos hacen la relación entre los Ícaros y las Bestias, o entre su poder como Devas y su influencia en el mundo. El Profeta, que todavía yace en Tal'Dorei, es visitado por héroes dignos, como el muy reciente Iremir, por ejemplo, y sin embargo, no se lo conecta con la tortuga de las fábulas. Claro, cómo podría uno ver a un Semi-Dios y asociarlo a un cuento de niños?   La canción final de Illien, en aquel último librillo, es lo que muchos dicen que llevó a su muerte. "La Tragedia de los Mithrandir", la llamó. Una jugada peligrosa. Su investigación lo llevó a hacer todas las conexiones entre los Ícaros y los Jinetes, y como cada uno representaba a uno de los Cuatro Primeros Nacidos. Aprendió la terrible realidad de estas armas y de sus portadores, pues cuando Asmodeus desapareció en el vacío, engañado, los Jinetes no tenían a quién responder, cayendo al mundo material, completamente tomados por el odio y la locura.   Quien cante la canción verdadera de los Mithrandir hoy en día, y no las fábulas inconsecuentes, deberá tener cuidado, pues los portadores de estas armas todavía andan por Rel. Uno podría preguntarse, por qué razón los Ícaros querrían que la Tragedia no se cante? Pues, la respuesta está en la balada misma.   Bane, dios de la guerra, planificó meticulosamente la Guerra Arcana desde un principio, colaborando con los Príncipes Demonios, que forjaron cada uno de ellos un arma corrupta, antes de dejarla caer en algún lugar de Arda. En verdad, se forjaron no cuatro, sino siete, una para cada Mithrandir, buscando tornar su mente en su propio enemigo, y llevarlos a odiar a los dioses.   El primero en caer fue el Héroe. La Espada de Baphomet, Norfaren, se presentó ante Azferatu y este cayó ante la tentación de fuerza y poder. Su fervor se volvió furia, y las tierras se quemaron frente a su rabia. El siguiente en caer fue el Guardián. El Hacha de Nurgle lo sedujo, y su vigor le falló, volviéndose gula. Consumió hasta no poder más, y nunca se sintió saciado. Luego, en orden, el Arco de Tzeentch le dio al Embajador ojos para todo lo que tenía, y todo lo que quería tener. Transformó su respetable vigilo en codicia, y nunca tenía suficiente. Por último, las cadenas de Slaanesh cambiaron al Poeta, haciendo que su ambición se vuelva envidia, y que sus palabras ahorquen a los demás.   Las tres últimas armas fueron forjadas por criaturas de incluso más poder. Las Tres Catástrofes, les llamaban. Poco se sabe de estas criaturas, pues sus nombres se perdieron ante los años, pero su poder rivalizaba el de los dioses mismos, más aún que los príncipes. Bane fue quien las visitó, en Axernus, la Prisión Cósmica entre Mécanus y Baator, donde fueron subyugadas al principio de los tiempos por las tres potencias, Primus, la Reina, y Wabajack.   Cuando estas armas se presentaron ante el Profeta y el Alquimista, estuvieron cerca de caer ante la tentación del poder. Fue el Itinerante quien los sacó de su estupor, ya que su orgullo no le permitía aceptar aquel regalo. Fue al fin y al cabo su pecado lo que permitió que los Siete Reyes no sucumban. Para cuando el Mono, la Tortuga y la Cabra comprendieron lo que pasaría, tomaron con ellos las armas de las Catástrofes, guardándolas en pesados cofres de Mitril y Viridán.   Se propusieron entonces avisarles del ataque a los Titanes, pero ya era muy tarde. Los Ícaros mataron a Ioun, y comenzó la Guerra Arcana. Esta fue la Tragedia de los Mithrandir, que se separaron para siempre después de esto. Los cuatro Jinetes se volvieron los perros de Asmodeus, mientras que los demás se esparcieron por el universo, para siempre escondiéndose de la ira divina con la que Paelor los buscó.   "Por qué, Profeta, no viste esto venir? Por qué, Alquimista, no trajiste de vuelta a mi amada? Por qué, Itinerante, tú, que la suerte te sigue, no estuviste a mi lado? Por las acciones de sus congéneres... todo el panteón llora."   Fue a esto que el Mono Dorado respondió, tomado también por el orgullo:   "Nosotros tenemos la culpa? No fue al fin y al cabo un dios quien creó las armas? Titanes! Oídme, desde aquí y para siempre. Me postro ante los cielos mismos! Serán su propia perdición. Comiéndose los unos a los otros, pisándose para saborear algún tipo de propósito! Y tú, Paelor, Rey de las Nubes, no eres quién para acusar sin sentido! Lloro también! Pero por mis hermanos, perdidos ante vuestras maquinaciones."   Furioso, Paelor gritó frente al Itinerante. Un vozarrón tapó el sol y abrió los océanos. Cientos y cientos de Ángeles se postraron ante el Mono de la Suerte, y la luz divina alumbró el mundo hasta quemarlo de rabia. Se dice que incluso bajó de su Palacio Luminoso en un rayo de venganza para enfrentarse al Itinerante.   "Osas hablarle así a tu Dios? Sí, me corrijo! Ustedes son tan culpables como vuestros patéticos hermanos!"   Y de aquella batalla se cuentan leyendas. Un Deva contra un Xildur. Un Semi-Dios contra un Titán. Pero al fin y al cabo, un amigo contra un amigo, pues de entre todos los reyes, el Mono era el más amable, y de todos los dioses, Paelor era el más compasivo. Pero frente al dolor, su duelo les cegó la vista, y se enfrentaron en lo que se llamó el Lamento del Itinerante, la primera batalla de la Guerra Arcana. Un hermano contra un hermano. Duró siete años, para al fin y al cabo, terminar en terribles juramentos, que hasta el día de hoy persiguen a las Bestias. Cuando el Mono tumbó finalmente al Ángel, los dos se callaron durante días, hasta que finalmente, el Itinerante se dio la vuelta, perdonándole al vida a su dios.   Herido, Paelor le gritó al Mono: "Cobarde! Termina con esto!" Pero ante la indiferencia, se enojó aún más, y su espiritu de llama quemó para siempre los cielos. "Mithrandirs! Los maldigo! Escuchen estas palabras y tiemblen: hasta el fin de los tiempos serán cazados! Lo juro, lo juro por mí y por todos mis hijos!"   Y a esto, antes de partir, con un triste suspiro, el Itinerante respondió:   "Elessar, Elethin, Eletros, viejo amigo."   Aquel se volvió el lema de los Siete. Nadie sabe qué le juró, solo que de ese momento en adelante, los Reyes se volvieron testigos, incapaces de ayudar o de intervenir en el mundo, atados para siempre por aquellas palabras. Es una lástima, pues las habilidades de la Cabra, de la Tortuga y sobre todo del Mono hubiesen sido instrumentales frente al vacío al que se enfrentó Xoth, miles de años después.   Al fin y al cabo, la maldición de Paelor no pesó tanto como sus propias conciencias, condenados a sufrir por sus carencias durante toda la eternidad, hasta que el universo se apague y los mundos desaparezcan. Solo entonces, tendrán paz.

Structure

Según la leyenda, los Siete Reyes estaban regidos por un sentido fuerte de la jerarquía y autoridad, cada cual teniendo su propio rol, vital para el resto. Sin embargo, no había uno más poderoso que los demás, sino que cada cual respondía a un diferente aspecto de la realidad. Tenían a un líder, elegido por todos como el más apto. Muchos pensarían que sería el Héroe León, por razones obvias, pero no. Los Mithrandir votaron entre ellos no al más sabio, ni al más fuerte, ni al más hábil, sino al más afortunado; pues fue el Itinerante, señor de la suerte, quien tomó el lugar del Krin Mithrandir, Rey de Reyes.

Disbandment

Se habla de cuando los Mithrandir se separaron, tres siguiendo al Héroe, tres rechazándolo. Los cuatro reyes caídos, les llamaron, por mucho tiempo. De Semi-dioses, pasaron a ser la voluntad de los Príncipes, tentados por aquellas armas demoníacas, los Ícaros. Luego, más tarde, al haber traicionado a los titánes cometiendo el Crimen Imperdonable, fueron atrapados para siempre en las armas que tomaron, y se volvieron los Jinetes del Apocalipsis, sirvientes de Asmodeus.

Mythology & Lore

Los Mithrandir son parte de la mitología y de la cultura común, ya que sus raíces pueden ser trazadas hasta la mitología de muchas razas y culturas. Es extraño como, al fin y al cabo, tanto elfos como enanos tenían personajes similares en sus más antiguas historias. Incluso los humanos mencionaban a estas criaturas, a estos míticos reyes de la antigüedad. Para cada cual, uno tenía más importancia, claro. Los Siete Reyes, las Siete Bestias, al fin y al cabo siempre fueron lo mismo.   Las tres grandes razas de la historia después de la Calamidad tampoco fueron las únicas; al contrario. Estos personajes, un tanto alterados por diferentes versiones, están presentes no solo entre las culturas de hoy en día, sino también en tabletas antiguas, tanto de los Yuan-ti, como de los Teng, como incluso de los Nelan antes de ellos, y según Illien el Bardo, fueron los Ylm quienes primero concibieron estas historias milenarias.
Azferatu.jpg
Azferatu, león blanco del fervor, fue deformado por Norfaren. Sus defectos se separaron de él para subyugarlo por completo. Es solo con Montefield, su último usuario, que finalmente pudo presentarle con su verdadera espada por primera vez en milenios.
DISBANDED/DISSOLVED

Elessar, Elethin, Eletros

Mithrandir deriva de la palabra Ylm para aquellos semi-dioses que reinaban, en nombre de los titanes, las tierras de Elysium y Apocrypha. Significa Rey Animal.
el Profetaa.jpg
Type
Secret, Brotherhood
Alternative Names
Los Siete
Demonym
Mithrandir
Notable Members
"La canción de los Mithrandir es larga y compleja, solo los mejores bardos pueden tocarla. Sus notas no se perdieron ante la historia, pues hoy todos habrán escuchado de las fábulas de la Cabra, o el valor del León, o incluso la sabiduría de la Tortuga. Los animales que representaban se volvieron sagrados en muchas culturas, como la Serpiente para los habitantes de Markett Russ, o el León para los humanos de Vintas. Sus historias pasaron más allá del mito, a la ficción, más que a la realidad. Es gracias a Illien el Bardo que todavía se repiten, que compuso una única canción en su nombre, anotada en su repertorio de Baladas n.17, el último que creó antes de morir una repentina y violenta muerte."
El Embajador.jpg
"El Embajador, Halcón Morado, cayó ante la tentación de Tzeentch. Su codicia creció y creció, pues sus cargos comenzaron a volverse sus pertenencias, y dejó de entregar mensajes, pues hasta las palabras comenzó a coleccionar. El arco sirvió de ancla, y sus súbditos no se volvieron más que objetos que juntar."
El Poeta.png
"El Poeta, la Serpiente Roja, podía seducir a cualquiera con solo su voz. Representaba la libertad, pues su ambición lo llevaba de reino en reino. Cuando se le presentaron las cadenas, sus inseguridades se volvieron envidia. Paró de perseguir su ambición, y se contentó de tirar a todos abajo."
El Alquimista.jpg
"La Cabra, el Alquimista, siempre fue un misterio. Luego de denegar los regalos de las Catástrofes, partió, y su cuerpo se adaptó a su nueva morada. Un Deva en su bosque es una fuerza que reconocer..."
El Guardian1.png
"El Guardián, al tomar el Hacha del Hambre, perdió sus grandes cualidades. De los cuatro primogénitos, es sin duda el más trágico, pues los demás mostraban, antes de ser corruptos, sus intrínsecos defectos. El Oso, en cambio, no. Sin embargo, al dejar su puesto, no pudo hacer otra cosa que consumir y consumir. Terminó más hambriento que la misma Lolth."

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