El Trono del Cosmos Building / Landmark in Rel | World Anvil
BUILD YOUR OWN WORLD Like what you see? Become the Master of your own Universe!

Remove these ads. Join the Worldbuilders Guild

El Trono del Cosmos

Donde Todas las Historias Terminan

De oro y mitril, el Trono del Cosmos se alza orgulloso frente a las enormes ventanas del Palacio de Ozymandias, al tope de Babilonia.    Fundido de dos poderosos cristales, fue imbuido con el poder de la madre de Xoth. Un gran trono, para un gran rey, pues solo quien se muestra digno de la corona, ya sea por virtud o por poder, toma dicho lugar. Cualquier otro, a los pies de esta maravilla, debe rendir tributo al indiscutido heredero del Imperio Teng.    Dioses acudían a la corte de Ozymandias, de la línea real de Babilonia, luego de forjar el Trono, y se arrodillaban. Pues no hay ser más poderoso que quien allí se siente. Mismo luchando contra los demonios, mismo batallando contra Yokai, Evga, o Illithid, el Rey siempre se muestra victorioso. Y a su lado, su insidiosa esposa, el poder del abismo surcando por entre las venas de metal, la corrupción inevitable, voraz, intrínseca, siempre estuvo ahí.   Quizá Ozymandias lo supo. Quizá siempre lo supo. Quizá aún así tomó el poder, aceptó el Trono, pues un mortal siempre será un mortal, y comandar el respeto de dioses es una oferta demasiado tentadora como para declinar. El artefacto, de sangre caliente, tomó el alma del Rey que lo instauró.    Sombras, y muerte, trajeron la corrupción. Como violines desafinados, un coro imposible de voces y susurros resonaba en la cabeza del gran Rey Glorioso. Su corte le temía. Conspiraban contra él. Desde el más sabio, con ojos de gato, hasta el más feroz, con voluntad de acero. El aventurero, el adivino y el guerrero, sin embargo, no se comparaban con la sombra proyectada por el Dios, quien se había apegado a los Teng, tanto como su ahijada, que se perdía entre los árboles de los increíbles jardines flotantes, mientras rugía la batalla.    Xoth, hijo de Ozymandias y de aquella terrible mujer, fue cuidado por el Dios y la Diosa, fue entrenado por el guerrero, fue enseñado por el adivino y fue elevado por el aventurero. Como una lámina templada en fuego del más allá, quien se volvería el Rey de Reyes tomó un paso adelante, levantando consigo el tembloroso imperio, como una leyenda, una luz en la oscuridad de su padre.    Le derrotó con apenas dieciséis años, un niño apenas a los ojos de quienes le cuidaban. El insidioso tumor que tomó a su padre se mantuvo en aquel trono, aún reverberando con poder. Aún brillando como nada. Los Demonios volverían, los Primordiales atacarían de nuevo. Y más que todo eso, el Profeta, a través del adivino, su más curioso aprendiz, susurró una profecía.    Xoth se sentó en el Trono de su padre, pero rechazó la corrupción. Rechazó a aquella terrible mujer, rechazo la oscuridad y las promesas de un mundo ceñido en el frío beso de la muerte. El Dios, su mentor, no esperaba menos de él, pues con la fuerza de quien, miles de años después, se volvería su compañera de vida, el Trono exhaló su último suspiro de magia negra, y las sombras regresaron a su dueño, quien las había perdido momentáneamente ante un antiguo malestar.    El Dios que acompañaba a Xoth se hubiese retirado entonces, pues su deber, por el cual había ascendido de su propio trono helado, fue cumplido. Se mantuvo allí, sin embargo, un ángel de alas negras, ante aquel niño que dominó el poder del insidioso artefacto. Ese habría sido el primero de muchos errores, pues el Rey de Reyes aprendería a confiar en quien pasaría de un mentor a un amigo, y cuando, inevitablemente, lo perdería, cometería los errores que aquella terrible mujer esperaba.    Ozymandias, el Rey Glorioso, sería olvidado.    Para siempre, su titulo se ceñiría. El Rey Consumido por el Trono.    Sin embargo, la historia de dicha maravilla no termina con su elevación, ni con su limpieza de aquellas fuerzas malévolas. Pues los encantamientos de la Diosa, la más poderosa del panteón, eran lo que había atado la voluntad terrible de una vida perdida y un amor nunca reciprocado. Pues catástrofe trae catástrofe, y el Mitril comenzó a tornarse oscuro mientras los años pasaban, y más se acercaba el Gran Imperio Teng a su fin.   Flotando más allá de los Jardines de Babilonia, entre las torres prístinas y los corredores de mármol y oro, el Trono esperó. Un Altar, un deseo. Xoth en los siguientes años preparó, junto con su mentor y compañero, la guerra contra el vacío. La Guerra que los esperaba a todos. El fin del ciclo. Se aventuró durante años en el Shadowfell, donde encontró amor, pero comprendió el valor de la vida. Viajó a Mécanus, al Valhalla, ganó el favor de cada quién encontraba, y no solo el favor, sino la adoración.    Cuando regresó, visitó nuevamente al Profeta, guiado por su amigo el adivino de ojos de gato. Una terrible visión había tomado lugar, aún peor que la inevitable profecía. Xoth se volvería aquello que quiso destruir, no por corrupción, sino por voluntad propia. Un Destino escrito, creado y manufacturado como una venganza. Como un doler en páginas blancas, Imperecedero, Inevitable, tal como la magia alrededor del Trono.    Furioso, Xoth primero habló con su mentor, quien no pudo brindarle ayuda. Quizá su poder no era suficiente. Quizá algo se lo impedía. Algo profundo en su alma. Algo que hace mucho tiempo había enterrado. El Rey de Reyes se presentó entonces en Apocrypha, y atravesó a los Einherjer de Kord, hasta encontrarse cara a cara con quien había desafiado a la Reina, con quien había negado el Destino Imperecedero. Un hereje, que solo buscaba el peor o el resultado más interesante, como testigo en aquel roble de cobre.   Cthae.    No hay ganadores en la ruleta cósmica del Uroboros. Quien sabe qué palabras le dijo aquella catástrofe. Quien sabe si todo lo malo que alguna vez ocurrió luego de ese momento no fue en base a cinco simples frases. Pues cuando Xoth regresó, se arrodilló frente a una única compañera, su Diosa, quien le había dado a él y a todos los Teng la magia. Solo juntos podían desafiar el destino. Solo juntos podrían escapar de las maquinaciones de todos los demás.    Esta historia no es una feliz. Pues llegado el momento, Mystra murió en los brazos de Xoth. El Trono estaba vacío entonces. Babilonia vigilaba, en silencio, por encima de las colinas negras y los cadáveres, a su Rey. Cuando eventualmente volvió, luego de maldecir a todos los Dioses, destruyó el Trono del Cosmos.    Con un movimiento de Ea, el poder de aquella terrible mujer, atado entre el metal, mezclado con los encantamientos de la misma Diosa de la Magia, fueron destruidos, y una grieta se formó. Cinco fragmentos escaparon, fijándose cual pétalos a la realidad, todavía temblorosa.    El Trono del Cosmos ya no existe. Una maravilla errada, construida para mostrarse cual monumento de los Teng, quienes hicieron arrodillarse a los dioses.    Y la terrible mujer reía, y reía.
Forjado en dualidad, muestra la sombra de aquella mujer. Esposa de Ozymandias, su nombre perdido ante el tiempo, reencarnada y devuelta al suelo, pero nunca rendida. Pues sin el caos, qué es el orden? Sin enemigos, como pueden nacer los héroes? En paz, solo hay una historia aburrida. 
RUINED STRUCTURE
-570
Founding Date
-3002
Alternative Names
El Trono del Rey, el Trono del Deseo, el Altar del Cosmos
Type
World wonder
"Bella es la rosa, pero filosas son sus púas." habló ella, descendiendo de la barandilla y pasando al lado de él, sus manos rozando por un instante.    El Dios no le dedicó ni una mirada.    "Ozymandias caerá."   "Cuento con ello" respondió la mujer, antes de desaparecer en las escaleras.

Remove these ads. Join the Worldbuilders Guild

Comments

Please Login in order to comment!