Ecthelion y la llama de Änor Myth in Rel | World Anvil
BUILD YOUR OWN WORLD Like what you see? Become the Master of your own Universe!

Remove these ads. Join the Worldbuilders Guild

Ecthelion y la llama de Änor

El Mito de los Ylm y la Epopeya Perdida

De las grandes fantasías, de las historias más antiguas, de los cuentos más contados, la leyenda de Ecthelion es paragón. Ninguna epopeya es mejor conocida, ningún mito más repetido. O por lo menos, así era, hasta que los recuerdos del mundo fueron borrados. Hasta que las mismas civilizaciones de antaño fueron olvidadas. Hasta que los Teng, guardianes de todo aquel conocimiento, desaparecieron.    Sin embargo, en algunas tabletas antiguas, en algunos muros inmaculados, en algunos libros milenarios, se puede todavía encontrar esta historia de antaño. La épica de Ecthelion, el Héroe de la Llama. La mayor canción jamas cantada, un poema que lleva a las lágrimas a quien sea que lo escuche. Pues sí, no es un mito escrito, sino el corazón de una obra musical.   La leyenda cuenta del héroe Ecthelion, de una civilización incluso anterior a los Teng y los Nelan, cuando los dioses todavía andaban por Rel, cuando las guerras contra el Enemigo rugían en los cielos. Miles de años duró la Consolidación, en la que muchas civilizaciones diferentes se alzaron y se desplomaron en el suelo, acercándose demasiado a la Verdad Oculta. Asmodeus, dios de dioses en aquel entonces, no podía permitirlo.   Los mortales vivían en una constante lucha contra el tiempo. Eventualmente, mientras el Enemigo siga dentro del Uroboros, todos alimentarían su poder, pues se alimenta de caos y creencia. Una criatura que debatiéndose podría destruirlo todo, siempre queriendo más y más, glotona como nada en la existencia. Los Kalashtar, tanto como muchas más sombras de civilización fueron apagadas por los dioses, pues eran demasiado peligrosas. Sabían demasiado.   Ecthelion, héroe de los Ylm, luchó por su pueblo, su raza, una raza perdida, una raza antigua, que sufriría tantos cambios en el futuro que se volvería irreconocible. Todavía en algunos linajes se puede decantar la sangre de dicho héroe, bendecido por las serpientes mismas con el Manto de Duomancia y la Voz de la Creación. Pocas veces se alinean estas cualidades en un ser, y Ecthelion fue sin duda el primero. El más grande.    Los Ylm, sin embargo, no serían recordados. Su sangre disipada a los cuatro vientos por terribles combates contra criaturas inimaginables. La lucha por la supervivencia nunca fue tan difícil como en aquellos tiempos. Los dioses, compañeros de los Ylm, pues estos eran los primeros en nacer de las ruinas de Elysium, no les ayudaban, demasiado ocupados con las guerras en los planos exteriores, a penas nacientes.    Ecthelion comprendió su deber. Su responsabilidad. Ningún dios, o titán, en aquellos tiempos, había sido tocado tanto por Aritas como por Irikq. Eran las razas mortales las que tenían esa posibilidad, lo que causaba mucha envidia por parte de los inmortales. Asmodeus incluso se negó a trabajar con Ecthelion en cuanto este se propuso. Los Ylm, sin embargo, continuaron sus terribles batallas, defendiendo a su manera durante gran parte de la consolidación.    Sin sus esfuerzos, no muchos creen que los Nelan habrían tenido la capacidad de desarrollarse. Los Teng nunca habrían nacido. Luchar contra el Enemigo, emendar las heridas de la Guerra Arcana, eran tareas imposibles para solo los Titanes, por lo que los Ylm se dieron aquella tarea. Las criaturas del más allá, los demonios antiguos se paseaban por el plano material sin restricción, pues las barreras todavía no se formaron.    Previamente, los Ylm vivieron en Elysium. Fueron sin duda algunos de los primeros mortales en nacer. Pertenecían a una raza aún mayor, dividida en muchas culturas diferentes, dependiendo de bajo qué dios se formaron. Algunos fueron creados explícitamente por los Titánes para hacerles compañía, como fue el caso de Kord, que hizo a los Dwemer, pequeños en estatura pero con constitución de acero. O Melora, que dio luz a los Eldar, para cuidar de sus bosques, en contraste a la Reina, que creó a los Faldar, para guiar a los muertos por el Shadowfell.    Los Ylm nacieron de Paelor, compañeros de los dioses, en mayor estima que las demás razas. Eran superiores a cualquier creación, pues nacieron por su cuenta. Ángeles, algunos les decían. Cuando la Guerra Arcana destruyó Elysium, y mandó a los mortales al plano material, los Ylm, guiados ya en aquel momento por Ecthelion, cayeron en Rel, y tuvieron que compartir su maestría con los demás desafortunados.   Se hicieron muy amigos de los Dwemer, ya que amaban toda creación, toda artesanía. Ecthelion, líder del mundo en aquel momento, comprendió que por los lazos podrían defenderse, ahora que los dioses ya no los protegían directamente. Criaturas del Enemigo llegaban todos los días a las costas de cada continente, y las fuerzas mortales debían constantemente repelerlas. Aquí comienza la gran leyenda de Ecthelion, pues mismo si ya había sido un increíble líder, su heroísmo a penas estaba empezando.   Los Dwemer encontraron, profundo en la tierra, una llama. Un fuego eterno, frío y caliente, líquido y sólido, pesado y liviano. La Llama de Änor, que traería luz para librar el mundo de oscuridad, en la que las armadas del Enemigo se regocijaban e incubaban. Ecthelion comprendió que debía tomarla, mismo si los dioses le advirtieron que no lo haga. Debía iluminar el Plano Material, así, por lo menos, las criaturas del más allá no podrían vivir como los demás mortales, y la vida podría continuar.    Asmodeus le dijo claramente, si tomaba la Llama de Änor, pagaría las consecuencias, pues esa llama era el centro del universo, el corazón del Uroboros. Levantarla de su eterno trono para llevarla a la superficie cambiaría por completo el balance, ya sea para bien, o para mal. Ecthelion, siempre orgulloso y perspicaz, le dio la espalda. Si el Dios de las Sombras había ya negado su ayuda una vez, por qué debía él ahora escuchar sus advertencias?   Se lanzó en una terrible búsqueda, con su esposa, la bella Yavanna, y con varios acompañantes de diferentes razas, que, incluso en las tabletas más antiguas, no son nombrados. La historia, aquí, se complica, pues hay diversas versiones de los desafíos que Ecthelion e Yavanna tuvieron que superar junto con sus compañeros. Algunos hablan de la lucha contra Gothmog, el señor de los Balrogs, que terminó con su carcasa cayendo a lo más profundo del mundo. Otros hablan del encuentro con el Profeta, que en ellos tiempos vivía profundo en las cavernas más perdidas.   Todos, sin embargo, están de acuerdo con el encuentro final del grupo, que para ese entonces no eran más que Ecthelion y su esposa. Durante mil días y mil noches viajaron hasta la llama, superando cualquier obstáculo, derrotando a los enemigos más terribles, enfrentándose no solo a Aquella Criatura, sino también a los dioses mismos, que no deseaban ver la Llama de Änor desplazada.   Se dice que cuando finalmente llegaron frente al fuego de la creación, corazón del Universo, cuatro enemigos se pusieron en su camino: mandados por Asmodeus, los Ícaros les impedían el paso. Fue entonces que, uno a uno, Ecthelion los derrotó, hasta que todos juntos se le abalanzaron encima. Fue entonces cuando Yavanna levantó las manos, y comenzó a cantar. Su voz era tan bella, que incluso los Jinetes del Apocalipsis se detuvieron. Ecthelion, aprovechando esta chance, los despachó con un solo golpe circular, destruyendo sus formas físicas y mandándolos de nuevo a Baator, al trono de hielo, a lamerse las heridas junto con su dios.   Allí, frente a la pareja, se encontraba el centro de todo lo que siempre fue. Con cuidado, la tomaron desde el bracero, levantándola, lentamente, por en medio de la tierra y el barro. Poco a poco, comenzaron a llevarla a la superficie, donde cremaría a todos los impuros de Rel. Un último enemigo, atraído por la luz, se les acercó desde la oscuridad.   Lolth, la devoradora, araña de pesadillas, una criatura que solo absorbía la luz más pura. Poderosa, incluso antes de tomar la divinidad, dejaba todo desaparecer detrás de sus horribles colmillos. Todo desaparecía dentro. El Underdark era su dominio, y había estado vigilando a la pareja desde que lo entró. Atrapados, sin luz, en su tela de oscuridad pura, Ecthelion comprendió que todo había sido una trampa. La criatura se hacía más poderosa con cada cosa que absorbía, con cada luz que apagaba, y los había dejado pasar, para sacar la Llama de su pedestal, así podría devorarla también.   "Han hecho un buen trabajo, pequeños bocadillos" susurró la criatura, lentamente acercándose a los héroes.   Si Lolth consumía la Llama de Änor, el centro del universo, la luz que todo lo alumbraba, sería el fin. Este monstruo, nacido de la oscuridad y la muerte, siempre hambrienta, devoraría el resto del Universo hasta volverse titánica. Ningún dios podría detenerla. Ecthelion comprendió su predicamento, por lo que, con la Llama en las manos, tuvo que tomar una terrible decisión. Lolth se le abalanzó, pero Yavanna se puso en medio, siendo devorada al instante por los oscuros colmillos. Es entonces que la araña creció exponencialmente, saboreando la belleza, la luz de la mujer. Es entonces que Lolth se convirtió en diosa, absorbiendo la inmortalidad de los Ylm, semidioses.   Con el tiempo que su esposa le compró, Ecthelion, con rabia y dolor, liberó la llama de su brasero, dejando que se lance hacia el cielo, atravesando la tierra en un terrible cataclismo. Del gran héroe, no se escuchó más. Sin embargo, su voluntad se cumplió, y nació el Núcelo Prismático, fuente de divinidad, centro del universo. Los cuatro elementos del planeta se dividieron, finalmente, creando cuatro planos elementales alrededor de Rel. Lolth fue enviada, para siempre, al plano elemental de tierra, junto con un reluctante Ecthelion, que se dice, hasta hoy en día, sigue allí.   Así fue como los demonios tuvieron que escapar del planeta, y los dioses adaptarse al cambio de balance. Asmodeus, quien quería evitar aquello a todo costo, se sintió derrotado. Por lo menos, aquella criatura no había devorado la Llama. Hoy por hoy, si uno se lanza dentro del Núcleo, todavía puede atisbar la Llama de Änor, eterna, siempre blanca, antes de desintegrarse por la energía que emite. De Ecthelion, no se habla. Sin embargo, en las bibliotecas de algunas de aquellas razas antiguas, como los Dwemer, o los Faldar, que trabajaron bajo tierra durante milenios, todavía se menciona esta epopeya.    Prometeus, la historia de quien tomó la llama. La epopeya olvidada.

Spread

Este mito a sido borrado de los anales de la historia, arrancado de la memoria de las razas. Solo se puede encontrar en oscuras esquinas de las bibliotecas secretas de las razas más antiguas. Sin embargo, todavía algunos hablan de la canción más bella escrita jamas, Prometeus, otro nombre para esta misión, mismo si nadie sabe de qué se está hablando.    El bardo que constituya nuevamente la leyenda de Ecthelion y la Llama de Änor será recordado por miles y miles de años como quien trajo de nuevo el mito más antiguo de la existencia mortal a Rel. Muchos piensan que es el proyecto secreto del gran Barón Rallis, el Director.

Variations & Mutation

Muchas variaciones ven a Ecthelion e Yavanna luchar contra criaturas diferentes en cada etapa de su viaje. La variación más común, sin embargo, es sobre el encuentro con el Profeta. Algunos dicen que aquel que lo sabe todo, heraldo de quien trae el conocimiento, les mandó con un profesor, antiguo como la creación, para enseñarle a Ecthelion la única forma de avanzar dentro de aquel laberinto de cavernas. Mientras, se dice que Yavanna aprendió a cantar de la misma Elir, diosa de la luna, la más bella de todas (si olvidas a una tal Scathach...).
Nunca hubo una canción más triste, pero épica, y conmovedora, que Prometeus. Nadie sabe qué cuenta. Nadie sabe qué contó alguna vez. Solo se acepta que aquella idea de la música perfecta tiene a la legendaria epopeya de héroes pasados, perdidos luego de la Calamidad. 
Yavanna y Ecthelion.jpg
Date of First Recording
Nadie sabe cuando se escribió esta epopeya. Sin embargo, algunos debaten que fueron los Teng quienes se ocuparon del hecho.
Date of Setting
-17910
Gothmog, señor de los Pitlords.jpg
"El Señor de los Balrogs, teniente mayor del Príncipe Demonio, Baphomet, fue en su momento, una criatura temible, titánica, cruel. Gothmog lideró el asalto a Baator, casi logrando destruir el Trono de Hielo, antes de ser derrotado por Asmodeus mismo. Su espíritu, inmortal, siempre malvado, se trasladó nuevamente a su hogar en Rel, cuando todavía los Demonios incubaban allí y no en el Abismo. Baphomet le envió a detener al Ylm suficientemente audaz como para pensar que podría completar aquel viaje bajo tierra sin problemas, mismo con todo el universo en su contra. Gothmog se plantó en la entrada al Paso de Aule, el único camino a los niveles profundos de la existencia. Otras criaturas, aún más terribles, allí residían. Cuando llegó Ecthelion y su grupo, el Balrog le desafió a combate singular. Si no podía derrotarlo a él por su cuenta, cómo esperaba atravesar los peligros del Underdark?"
Lolth.png
"La devoradora de luz, Lolth, robó a los Faldar de la Reina. Invitándolos al mundo material, lejos del Shadowfell, les corrompió, usándolos como sus sirvientes y adoradores. Ya nadie recuerda aquel robo, ni el odio que las dos diosas se tienen. Sin embargo, se dice que los Faldar del Shadowfell todavía buscan sin descanso cualquier remanente de aquellos que siguieron los susurros de la tejedora de oscuridad. Les llaman Falmer, perdiendo su herencia divina, dándose a las profundidades. Estos Falmer, hoy en día, todavía están asentados en las galerías subterráneas de Rel. Sin embargo, tomaron un nuevo nombre: Drow, otorgado por Lolth misma. Algún día verán a su diosa devorar el Sol."

Remove these ads. Join the Worldbuilders Guild

Comments

Please Login in order to comment!