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Premisa

"Hace tiempo... Hace muchos milenios, los dioses caminaban libremente por nuestro mundo –y por todos los demás.   Algunos decían que fueron los propios dioses quienes crearon todos los universos, y por ello podían moverse entre ellos sin impedimentos. Otros creían que los dioses no eran más que otros habitantes de éstos, poderosos e inalcanzables a nuestros ojos, pero no omnipotentes. Sus dimensiones eran tales que para ellos el caminar entre planos era tan sencillo como para nosotros cruzar un río. Los mortales éramos poco más que simples hormigas en comparación -y de la misma forma que las hormigas no podrían cruzar la corriente sin un puente creado por la naturaleza o por nosotros, a los mortales nos resulta inabarcable viaja entre los distintos mundos sin los portales creados por la naturaleza o por los dioses.   Pero las voluntades de aquellos son impredecibles, y tan pronto era nuestro mundo un lugar de recreo como un campo de batalla. Ciudades, reinos enteros, ardían bajo la lava para justo después ser inundados por olas gigantes, enfermedades incurables asolaban pueblos enteros mientras sus vecinos recogían copiosas cosechas en mitad del invierno, tras un otoño que había durado años. Fuera lo que fuese lo que hacían los dioses, para nosotros siempre se traducía en caos.   Hasta que finalmente nuestros llantos fueron escuchados y nuestras desesperadas súplicas atendidas: algunos de los dioses se apiadaron de nosotros y trataron de ayudarnos.   Así, las sociedades de nuestro mundo comenzaron a florecer. Cuando los dioses que aún nos ignoraban tomaban nuestras tierras, teníamos escudos y barreras que frenaban su destrucción, y medios para reconstruir lo que no se lograba salvar. Bajo el amparo de los Dioses Guardianes logramos perdurar y progresar; fue una época hermosa, la unión de su magia y las tecnologías que nosotros creábamos logró maravillas nunca antes imaginadas. Y por fin nos sentíamos libres. Nuestros Dioses Guardianes no eran las deidades más poderosas, pero para nuestro mundo eran, sin duda alguna, las más merecedoras de devoción. Y fue entonces cuando los otros dioses, los que llamábamos Dioses Antiguos, se dieron cuenta de lo que había sucedido, y estalló la guerra. La destrucción que trajo consigo fue mayor de lo que habríamos podido aventurar.   Decían que los Dioses Antiguos se ofendieron por el abandono de sus cultos, por haber sido sustituidos por dioses que consideraban inferiores, y por ser "apartados" de un mundo que consideraban suyo. Y cuando se enfrentaron entre ellos abiertamente, comprendimos que todo lo que habíamos visto hasta entonces no eran más que simples disputas. Reinos enteros se congelaban tan rápido que sus habitantes quedaban transformados en estatuas de hielo, los bosques cobraban vida y los muertos se alzaban. Ciudades enteras se elevaban en el aire y caían como meteoritos, destruyéndolo todo a su paso. Ejércitos de otros mundos llegaban a través de portales y masacraban cada pueblo que encontraban sólo para después ser reducidos a polvo como si jamás hubieran existido, y contaban que el mar se tragó islas enteras.   Pronto resultó evidente que nuestros Dioses Guardianes, pese a que para nosotros parecían increíblemente poderosos, no tenían ninguna posibilidad de vencer frente a los Dioses Antiguos. Su destrucción parecía asegurada, y nos temíamos que sería lo que iba a ocurrir con nuestro mundo una vez que cayesen, o si huirían para salvarse a sí mismos, abandonándonos.   Pero en su hora más oscura, los Guardianes se giraron hacia nosotros y, con un altruismo que nadie había sabido prever, nos eligieron a nosotros frente a su propia salvación. Quizá no tuviesen escapatoria, o quizás les importábamos de verdad. Nunca lo sabremos con certeza. Sólo sabemos que, cuando la guerra parecía llegar a su inevitable final, los Guardianes nos dieron la clave para crear un Sello que impediría a los dioses, incluidos ellos mismos, llegar hasta nuestro mundo. Y cuando llegó el momento, entregaron todo el poder que aún les quedaba para completar el ritual, y el Sello se cerró, desterrando a los dioses. Ya era demasiado tarde para cualquier civilización sobre la faz del planeta, pero la mayoría de razas mortales lograron sobrevivir, y comenzaron a crear sobre las ruinas de nuestro mundo destruido.   Con el tiempo, la esperanza hizo hueco al miedo, y el temor al retorno de los Dioses Antiguos y su sed de venganza se asentó de nuevo entre los mortales, la mayoría de los cuales jamás supo nada del Sello. Incluso los que conocíamos lo sucedido ignorábamos su alcance o si duraría por siempre. Por ello se organizó la Orden de Eirán: se erigió un templo en honor a cada uno de los Dioses Antiguos, desde donde promulgar la creencia en ellos; pero siempre con un miembro de la Orden, imparcial, al mando del templo –controlando que el fanatismo no se extendiese demasiado, para no dar a los dioses poder en nuestro mundo, y a la vez evitar que sus cultos cayesen en el olvido, aplacando su ira si un día regresaban. La existencia de la Orden, por supuesto, se mantuvo en secreto, con la esperanza de que el odio a los Antiguos se disipara con el paso del tiempo, para así poder lograr el equilibrio que, creíamos, mantendría nuestro mundo en paz. Pero el tiempo transcurrió sin noticias desde otros mundos, y los dioses parecían habernos olvidado para siempre. Las civilizaciones crecieron y cayeron siguiendo su curso natural, y con el transcurrir de los milenios y las generaciones, incluso quienes luchábamos por recordar fuimos olvidados.    Quizás sea ya la única que recuerda el mundo de antes, con sus luces, su música, su entusiasmo... y su dolor. A veces es peligroso olvidar el pasado. Y me temo que nadie más en todo Nahur entienda lo que supuso aquella lluvia de meteoritos. La primera capa del Sello ha caído. Los dioses aletargados comienzan a despertarse, y quién sabe que futuro nos espera a los mortales".

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