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La Victoria de Methar

Methar fue un heroina legendaria que venció al enfrentarse a un Titán (un hijo de dioses).   Muchos siglos atrás, antes de la Guerra de los Dioses, los Antiguos utilizaban a placer el Plano Material y sus criaturas, sin preocuparles nunca el daño que pudiesen sufrir. El peor de todos ellos fue sin duda Okoton'el: había sido antaño un titán, a quien al convertirse en deidad se le encomendó sanar la tierra tras una terrible batalla. Pero esto hizo que considerase el Plano Material que debía cuidar como suyo, junto con toda la vida en él, que trataba como una mera herramienta para sus propósitos, algo insignificante. Uno de sus actos más terribles fue la creación de los Asthuk.   Okoton'el se había unido con la deidad del Verano, Medeyar, quien había abandonado el hogar de los dioses. Tratando de lograr su regreso, el dios de la Tierra quiso probarle su amor extendiendo su culto. Envió a uno de sus titanes, Udariel-iker, al Plano Material, y le ordenó construir golems para extender el clero de Medeyar. Estos golems, conocidos como Asthuk, eran seres gigantescos y terribles -con cuatro brazos, uno en cada costado de su cuerpo, grandes como montañas, que podían arrancar un edificio entero de sus cimientos, y una docena de ojos amarillos que jamás parpadeaban. Los Asthuk, bajo las órdenes de Udariel-iker, esclavizaron a los mortales, obligándolos a construir colosales templos en honor de la deidad del verano y venerarla. A los golems no les preocupaba si los mortales morían por hambre, sed o cansancio, si eran niños o ancianos: todos eran obligados a trabajar hasta la extenuación.   Nació en esta época oscura una orca-elfa, a la que pusieron por nombre Methar. Methar no había conocido otra vida más allá de la esclavitud y el trabajo forzado, pero soñaba con ella, y siendo aún una niña logró escapar de los Asthuk y ocultarse. Huyó hasta las entrañas de un bosque, tan antiguo como el mundo, y allí se encontró frente a frente con el mayor de los dragones que jamás hubiese habitado el Plano Material. Los dragones eran entonces criaturas poco comunes en este plano, pues no gustaban de los caprichosos designios de los dioses, pero éste parecía llevar muchísimo tiempo descansando en el bosque, tanto que su cuerpo casi parecía formar parte de él y enormes árboles se alzaban sobre sus escamas cubiertas de musgo y tierra. Methar pensó entonces que aquella criatura la mataría y se la comería con huesos y todo -pero esta le pareció una mejor forma de morir que bajo el yugo de los Asthuk, así que no huyó. El dragón Qeorguntyr, asombrado por el valor de la niña, se apiadó de ella, y desde entonces la cuidó y dio cobijo. Methar, criada por el dragón, se fue haciendo cada día más fuerte. La vida en el bosque la volvió rápida y astuta, y la compañía del dragón la convirtió en una persona sabia. Era feliz en su nueva vida, pero no podía olvidar cómo era la del resto de mortales. Así, decidió comenzar a adentrarse en las ciudadelas de los Asthuk para liberar a los esclavos, a quienes ocultaba en su bosque. Con el tiempo las incursiones se volvieron más y más arriesgadas, y en más de una ocasión los golems los siguieron y se enfrentaron a ellos. Afortunadamente los mortales liberados, entrenados por Methar, lograban salir victoriosos y permanecer ocultos. Pero con el tiempo, los Asthuk comenzaron a sospechar y descubrieron el escondite de los esclavos liberados en el bosque, y allí encontraron al anciano dragón. Pensando que era él quien estaba liberando a los mortales, lo mataron sin dudar. Qeorguntyr utilizó su último aliento para emitir una llamada, con un aullido agonizante que pudo oírse desde cada extremo del universo conocido. Al regresar Methar encontró a su amigo asesinado, y el dolor se apoderó de ella: decidió que liberar a los esclavos no era suficiente, tenían que deshacerse de los enviados de Okoton'el para siempre, no sólo de los golems, sino también de Udariel-iker.   Ideó un plan y creó una trampa para el titán. Acudió ante los golems desarmada, que al reconocerla la apresaron inmediatamente. Les convenció mientras la ataban de que el castigo adecuado para sus crímenes era servirle como alimento al titán, y así lo hicieron. El titán pareció satisfecho y se la comió de un bocado. Methar descendió por su garganta y esperó hasta llegar a su estómago para allí sacar la glándula del dragón que almacenaba su fuego, y que había llevado oculta bajo la ropa. Escudándose en las escamas, que no ardían, liberó el aliento de fuego del dragón que siempre lo había cuidado, quemando al titán desde dentro. Los aullidos de dolor del titán fueron la señal que esperaban sus hombres, que atacaron a los desprevenidos Asthuk al unísono. Se unieron al ataque los dragones de otros planos, que habían acudido a la llamada de su compañero fallecido, y junto a los mortales se enfrentaron a los golems. El titán trató de escupir a Methar, que había sacado su espada y utilizó el impulso para abrirle la garganta en dos, pero para ello tuvo que abandonar su escudo de escamas de dragón. El resto de sus hombres, junto a los esclavos que liberaban y se sumaban a sus filas y los dragones, lograron vencer a los Asthuk. Rescataron el cuerpo de Methar del interior del titán: había muerto entre las llamas del aliento del dragón para salvar a los mortales. Junto a los dragones, lograron acabar con todos los Asthuk que aún vivían, y liberar a sus esclavos. Desde entonces los dragones habitaron también en el Plano Material, aunque siempre se mantuvieron alejados de los dioses de los mortales y sus enfrentamientos.   Okoton'el, furioso por la muerte de su titán, reclamó justicia ante el resto de dioses, que decidieron condenar a los mortales rebelados que habían acompañado a Methar, transformándolos en perytons, abominaciones a las que dieron cuerpo y alas de águila (pues habían querido volar libres), y cabeza de ciervo (para que recordasen lo ingenuo de tratar de hacer frente a los dioses), y con dientes monstruosos y afilados (por su ferocidad), pero que aún mantenían su sombra de humanoides, para que no olvidasen lo que fueron y el motivo de su castigo. Los perytons, ayudados por Medeyar, huyeron a Irighan, el plano que la deidad del Verano había tomado como suyo, y allí residen con elle desde entonces. Se dice que Medeyar jamás volvió a abandonar su reino.

Cultural Reception

Methar se convirtió en un símbolo para todos los mortales, y su enfrentamiento a los dioses inició una nueva era.   La Victoria de Methar se estableció así como el inicio de una nueva Edad, y en ella se estableció el año 0 para todas las culturas de Nahur. Desde entonces las fechas se distinguen como "Previo a Methar" (P.M.) o "Tras Methar" (T.M.)

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