En los albores de la existencia, el cosmos era un lienzo infinito de caos y posibilidades. Entre este tumulto primordial, una anomalía surgió: un vacío absoluto que se apartó de la creación. Este vacío, separado de la energía que alimentaba la vida en otros planos, era una paradoja en sí mismo: carente de sustancia, pero consciente. En su soledad cósmica, el vacío despertó y se transformó en el Infierno, un reino que no solo es un lugar, sino una entidad viviente que piensa, siente y devora.
El Infierno es infinito en su expansión, alimentándose de los fragmentos de otros mundos a través de fisuras que rasgan el velo dimensional. Pero lo que absorbe no se replica fielmente; cada elemento es distorsionado, convertido en una versión grotesca e imperfecta. Montañas que desafían la gravedad, océanos que arden sin consumir, bosques de cristal que cantan con el viento: el paisaje del Infierno es una mezcla de belleza aterradora y caos incontrolable. Es un reino donde las leyes de la física son caprichosas, y el tiempo y la materia se moldean al antojo de su conciencia primordial.
Dentro de este mundo habitan dos formas de demonios: los salvajes, entidades primigenias que encarnan el caos puro, y los de alto rango, los arquitectos de facciones y civilizaciones que intentan imponer orden en un reino que lo rechaza constantemente. Mientras los demonios salvajes representan los orígenes de la esencia infernal, los de alto rango luchan por el dominio, persiguiendo la expansión del Infierno al absorber otros planos. Sin embargo, esta ambición está marcada por la tragedia: el vacío no tolera la permanencia, y cada conquista y estructura está destinada a ser reciclada en la eterna vorágine del reino.
Ahora, el Infierno se encuentra en su momento más frágil. La desaparición de Malphas, la Emperatriz Eterna, ha dejado un vacío de poder que amenaza con desatar guerras civiles entre las facciones. Al mismo tiempo, la reaparición del Abismo Cruciforme, una fuente de poder inconmensurable, ha despertado una carrera desesperada entre los demonios de mayor rango, cada uno buscando reclamarlo para salvar o condenar al Infierno. En las sombras, un mal más antiguo se agita: los ecos de la luz empática, un fenómeno prohibido que amenaza con desestabilizar aún más el equilibrio precario del reino.
En este mundo, todo es impermanente, y el conflicto es la única constante. Sin embargo, entre las llamas de la discordia y la distorsión, los demonios encuentran propósito, belleza y un retorcido reflejo de esperanza. Este es el Infierno: un reino donde el sufrimiento y la creación están entrelazados, y donde cada entidad, desde los salvajes hasta los soberanos, lucha por dejar una marca en un mundo que inevitablemente los consumirá.