Sesiones 3 y 4. El festival de Calendia in Karalia | World Anvil
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Sesiones 3 y 4. El festival de Calendia

A las puertas del pueblo, decidimos aparcar el carro a las afueras para interrogar a Alastor, quien se mostró curiosamente colaborativo tras nuestra insistencia. El bandido nos reveló que no era más que un simple peón y que hay figuras más poderosas involucradas dentro de los ataques. Incluso habló de un posible ejército antes de que volviese a noquearlo.
  Una vez en Calendia, nos dirigimos hacia el administrador de los Pride, Leonard, para entregarle la mercancía y los suministros que nos habían requerido trasladar. El pueblo tiene más vida de lo que parece a simple vista, muchas casas rodean los terrenos de los alrededores, y una magnífica fuente dedicada a Allyrion, se erige sobre el centro de la villa. El gran castillo de los Pride se sitúa al oeste del pueblo, es un castillo francamente amplio por sus dos cortinas amuralladas, pero es notorio que sus mejoras han sido producidas a lo largo del tiempo para paliar sus fallos defensivos previos.
  Tras dejar los suministros, nos dirigimos todos juntos a la sede de Mercaderes. Allí, Josef se registró oficialmente como miembro profesional del Gremio, mientras yo consultaba los registros monetarios de la Orden en busca de algún movimiento. Mis esperanzas fueron banales, pues nada nuevo se registra en los archivos del Banco Celsius desde hace años. Entonces se me ocurrió la idea, quizás estos nuevos compañeros puedan ayudarme a encontrar a algunos de mis hermanos o, por lo menos, encontrar qué fue de los que quedan. Por ello, abrí una cartilla en el Banco a nombre del grupo y nos bauticé como “La Compañía Dorada”.
  Tras salir del edificio, Josef nos mostró un peculiar cerdo hucha mágico el cual devora las monedas a cantidades abrumadoras. Personalmente, ese bicho me da cierto repudio, pues no sé a ciencia cierta donde guarda todo nuestro dinero.
  De vuelta pasé por la herrería del pueblo, donde trabé una curiosa afinidad con el herrero de la zona. Decidí reforjar mi espada de nuevo, pues las holladuras de la hoja la hacían estar, cuanto menos, maltrecha.
  Tras terminar nuestros recados, nos dirigimos a la taberna de “el Trigo Limpio” regentada por Gulliver. Allí comimos un magnífico estofado en el cual descubrimos ingredientes mágicos que nos hacían sentirnos exaltados. La comida estaba tan buena que, en un ataque de espontaneidad, Yorbehk y yo nos retamos a un pulso amistoso el cual CASI gano. No obstante, el enano es realmente fuerte y me alegra contar con él en el campo de batalla, hombro con hombro. Mientras comíamos, Leonard se nos acercó para proponernos un nuevo trabajo: ayudar a los granjeros del norte y traer los suministros.
  Nos pusimos en marcha hacia el norte pero, antes, tomé mi espada reforjada de la herrería y decidí añadir en la hoja el lema de la Orden, espero que me brinde audacia en los próximos conflictos.
  El viaje a la granja fue tranquilo y, cuando llegamos, descubrimos que los granjeros locales habían tenido ciertos problemas con algún tipo de animal o monstruo que asesinaba a sus animales.
  El grupo entero nos pusimos a investigar las huellas y el rastro de los ataques. Balran se puso a hablar con una vaca, literalmente a hablar con una vaca. Yo, mientras tanto, detecté una magia permanente en el aire, lo que propició el momento perfecto para que pudiese ayudar a Yorbehk a canalizar su magia. Tras unos intentos, Yorbehk pudo canalizar acertadamente su magia y seguir el rastro hacia el huerto más cercano. Tras investigar, nos vimos envueltos en una pelea con un espectro, el autor de los ataques, a quien pudimos hacer huir tras un intenso combate.
  Los granjeros nos premiaron con algunos alimentos extra para nosotros y, además, nos dieron los suministros para trasladarlos en la carrera de vuelta a Calendia. Antes de partir, tomé una piedra del suelo y materialicé una moneda con el nombre de la “Compañía Dorada” en una de sus caras y, en la otra, una impresión rudimentaria de nosotros cuatro portando unas cervezas a punto de chocarlas. El mecanismo es simple, si se frota la moneda tres veces por esa cara, las jarras se chocan y una voz emerge de la moneda mostrando el lugar más cercano donde buscarnos.
  De vuelta en Calendia, hicimos noche en la taberna ya que estábamos ciertamente cansados. Digo estábamos porque, al tomar el estofado de Gulliver y unas cuantas cervezas, nos pusimos pletóricos. Josef empezó a tocar con una bella barda que estaba amenizando la velada, mientras tanto, Yorbehk y yo nos metimos en una rápida pelea con los borrachos de la zona. Yorbehk y yo tumbamos a uno cada uno de un puñetazo, ¿qué puedo decir? Se lo merecían y yo iba borracho.
  Ni siquiera nuestra pelea paró la química latente que tenían los dos bardos, quienes se despidieron esa noche de ruborizadas maneras. La sorpresa de Josef llegaría al acercarse a la mesa y ver que, su delicioso estofado, había sido devorado por Balran.
  A la mañana siguiente, Yorbehk y yo fuimos a entrenar al bosque tras desayunar. Allí, finalmente consiguió dominar el encantamiento de “detectar magia” tras un duro esfuerzo. Quizás pueda ayudarle a dominar su concentración con el tiempo, aunque sin duda es una tarea difícil, cuando llega la hora de la batalla se enfurece con rapidez y se deja llevar por la ira.
  Al volver al mediodía, comimos y vimos cómo se montaban las mesas para el festival. En la tarde pudimos conseguir una audiencia con el duque Varian, quien acababa de llegar de sus viajes. En el castillo, le pusimos al día de todo lo que había pasado durante estos días y, además, hicimos hincapié en que aquel espectro puede haber venido desde el sur, desde Starfall.
  El tiempo pasó rápido tras concluir la audiencia y pronto comenzó el festival, el propio Duque realizó la inauguración del evento tras un breve discurso y las fiestas comenzaron. Como nos habían encomendado la tarea de preservar la paz, me mantuve sobrio junto a mis compañeros. Aproveché el tiempo para preguntarle, más a fondo, sobre su vida a Balran. Resulta que el elfo viene de un poderoso círculo de Karalia y que, más allá de las apariencias, tenemos bastante más en común de lo que parece. Le expliqué el lema de mi Orden, al mostrarle las runas inscritas en la espada, a lo que también se acercaron Josef y Yorbehk a observar. Tuvimos una intensa conversación sobre nuestros orígenes hasta que escuchamos un fuerte estruendo proveniente de la taberna de Gulliver.
  Dentro de la taberna, unos borrachos se estaban peleando entre ellos y rompiendo el mobiliario. Mis compañeros se aprestaron a combatir con ellos pero, recordando nuestra misión para/con el duque Varian, desenvainó mi espada y los llamé a la calma en nombre del rey. No dije sobre cual…
  Los borrachos se marcharon corriendo tras “reparar” sus destrozos y, entonces, Gulliver acudió a nosotros preocupado por su negocio. Resulta que, de su cocina, le son sustraídas constantemente las costillas que pide especialmente para el Duque. Nos dispusimos a desentrañar el misterio y descubrimos un túnel oculto tras una losa de piedra del almacén. El túnel nos llevó a una amplia cueva donde descubrimos a un peculiar Kobold que, lejos de atacarnos, mantuvo una conversación con nosotros.
  Balran y Josef diseñaron un trato con Kob, el kóbold, en el que le buscaríamos un nuevo hogar a cambio de que dejase de robar las costillas. Sí, suena absurdo y realmente lo era. No obstante, cumplimos nuestra palabra y escoltamos al kóbold hacia un lugar seguro lejos del pueblo, allí se despidió, no sin antes, regalándole unos guantes mágicos de fuego a Balran por enseñarle a cocinar la carne adecuadamente.
  Tras esta peculiar aventura, nos dirigimos a la taberna donde pasamos la noche sin ningún tipo de nueva. Ahora, me encuentro tomando el desayuno y describiendo con lujo de detalle nuestras andanzas en el comedor, anda mira ya se están despertando…

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