Sesión 9. El club de la sal in Karalia | World Anvil
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Sesión 9. El club de la sal

Tras volver al pueblo, nos dirigimos hacia la dirección en la cual debíamos entregar el salmón argénteo.
  Un encargo tan sencillo acabaría siendo, cuanto menos, una escena peculiar. La mujer que había puesto el encargo era una... entusiasta de los gatos, aunque ese entusiasmo no era recíproco. La mirada de pena que Balran compartía con todos y cada uno de los gatos que había en dicha casa fue todo lo que necesitamos. Ingeniamos una distracción, y los felinos huyeron por patas, con nosotros detrás, claro, pues dicha señora no se tomó nuestra intervención demasiado bien.
  Finiquitado el trabajo, decidimos seguir con las pistas que teníamos respecto a nuestro cometido original. Nuestros pasos nos llevaron a una taberna de mala muerte llamada "El Club de la Sal". Está regentada por un hombre llamado Mike, a quien apodan "Ostialimpia". Pudimos ver de primera mano el porqué de dicho mote, cuando unos mequetrefes que se apodaban a si mismo como "Los Salmones" intentaron incordiarnos de más.
  En dicha taberna entablamos conversación con Orgul, un inquietante viejo al que le faltaban tantos dientes que no sé como podía roer el pan duro que tenía delante. Además, no paraba de reír cada vez que iba a decir algo, y se las daba de saber más de lo que de verdad sabía. Eventualmente, nos dimos por vencidos con él, y decidimos largarnos.
  Para nuestra sorpresa, la banda de maleantes de la taberna había decidido esperarnos fuera, junto al pozo. No queriendo formar un espectáculo, intentamos desescalar la situación, pero el líder de la banda, un tal "Markitos", tenía más huevos que cerebro, y decidió que era hora de hablar con la espada.
  Un gran error.
  Tuvimos la delicadeza de no matar a ninguno de primeras. De hecho, uno de maleantes acabó inconsciente en el fondo del pozo. Por desgracia, cuando la pelea ya estaba casi por terminar, uno de los bandidos, a quien conocían como "Alabau", intentó escapar. Antes de que pudieramos hacer nada, un enrabiado Yorbekh, a quien habían tocado ya demasiado las narices, acabó lanzando una de sus jabalinas, dejando al pobre desgraciado empalado, como un gorrino en una carnicería.
  Me da a mi que las cosas se han vuelto un pelín más complicadas de lo que ya eran.

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