Sesión 11: Alas negras, palabras negras in Karalia | World Anvil
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Sesión 11: Alas negras, palabras negras

Día 31: Alas negras, palabras negras
  Mucho ha cambiado desde la última vez que plasmé mis pensamientos en este diario. Mi tierra se hace cada vez más lejana conforme los días pasan y la añoranza me alcanza. Tras haber apalabrado nuestro futuro carro, retornamos hacia la ciudad de Riversdale solo para encontrarnos con Bale informándonos sobre una futura reunión con nuestro confidente.
  Bajo el manto de la noche, nos dirigimos hacia la zona oeste de la ciudad atravesando el gran puente. Tras un aullido de dolor proveniente del callejón colindante a nosotros, descubrimos el cadáver de Zizou, nuestro guardia informador brutalmente magullado. No tardó mucho en aparecer la guardia ataviados con sus mejores armaduras señalando la obviedad de la trampa en la que habíamos caído. Bale desapareció dejándonos completamente solos junto al maltrecho guardia, quien murió segundos después por los pernos de la guardia.
  Tras una carga fútil, caímos presos de los somníferos que nos lanzaban desde los balcones y perdimos el conocimiento. Al despertar, Yorbehk había desaparecido y todos estábamos encadenados. Bale, infiltrado, nos confirmó que se lo habían llevado y nos propuso una última prueba de confianza para vengarnos de nuestros captores. Accedimos.
  Al parecer, alguien había intercedido entre nuestro verdugo y la muerte para trasladarnos hacia Deluvia para solo los dioses saben el qué. Por suerte, durante el traslado pudimos hacernos con nuestras armas tras rebelarse una parte de la guardia contra el capitán. De repente, los guardias corruptos que intentaban trasladarnos se convirtieron en hombres rata y, el capitán Remus, en un temible hombre lobo. Además, el cuervo que nos perseguía adoptó también la forma de un hombre cuervo.
  El combate fue intenso y acabó cuando inserté mi espada en el corazón del capitán Remus. Los demás hombres rata que quedaban depusieron las armas, tras la muerte tanto de Remus como de Eustace, el hombre rata segundo al mano, y el hombre cuervo huyó presto hacia su nido. Durante la refriega, fui mordido por una de esas deplorables criaturas cuya maldición no hubiese sido más que una picadura de insecto en mi patria. No obstante, conozco bien el resultado de esa condena y moriré antes de permitir que el legado de mi dinastía sea mancillada con esa mácula.
  Ahora solo queda esperar si el tiempo considera darme una cura antes de que dicte sentencia con la espada.

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