El coloso Alado
En las leyendas antiguas de Zerix, se habla del coloso imponente que cuida las costas del imperio, forjado en las profundidades de las montañas de giganta por los hábiles enanos nandrianos a petición de los primeros emperadores rojos. Este gigante de ébano, conocido como "El Coloso Alado", se alzaba sobre las costas del poniente nandriano, una figura formidable que velaba por la seguridad del reino contra las temibles bestias marinas de Tania, la diosa de los mares.
Con una estatura que desafiaba el cielo y músculos labrados en piedra, el coloso emanaba una presencia que infundía temor en aquellos que osaban desafiar la paz de las aguas de Zerix. Su armadura oscura, como la noche sin estrellas, brillaba bajo la luz de la luna, mientras su escudo, tan grande como una muralla, se erigía como un bastión impenetrable contra las embestidas del océano.
En una de sus manos, empuñaba una espada de luz divina, forjada con la esencia misma de los Emperadores rojos de Zerix, una arma que cortaba las sombras de las Profundidades marinas con su resplandor divino. Y en su espalda, extendidas con majestuosidad, se desplegaban las alas de un ángel caído, un regalo de los dioses que le permitía surcar los cielos y proteger las tierras de Zerix desde lo alto.
Con cada amanecer, el Coloso Alado se alzaba sobre las olas rugientes, un guardián vigilante que defendía las costas con fiereza y determinación. Su leyenda perduraba en las canciones de los bardos y en los susurros de los marineros, recordando a todos que incluso en los lugares más oscuros, la luz de la esperanza y la fuerza del coraje podían prevalecer.
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