Dreia

En el mundo de Dreia, el feudalismo está viviendo sus últimos días. Las órdenes de caballería y las huestes decaen ante los ejércitos mejor organizados, los gremios están teniendo que ceder el paso a economías más

avanzadas y los más avezados duques patrocinan el arte y los filósofos políticos, mucho mejores consejeros que hasta magos adivinadores

Sin embargo también es una época de conflicto. Naciones dedican su entero esfuerzo a extender una guerra cuya razón de ser se olvidó hace tiempo. Felbane, Sharilah, los clanes de Volksgard, todos enzarzados en un conflicto eterno. Las razas no humanas, antaño gloriosas, han abandonado sus hogares tras hecatombes que han sacudido los cimientos de sus civilizaciones.

Al otro lado del mar, el Gran Archipielago Veldano y el Imperio del Sol Moribundo entran en liza. Por un lado, los Veldanos practican su típica danza guerrera con ejércitos mercenarios, con las ciudades - estado lanzando hueste tras hueste las unas a las otras, pero ahora con un nuevo factor a tener en cuenta: la intervención extranjera y la filosofía política. Por otro, en el Sol Moribundo el shogunato de la familia Ashikaga se ve cada dia más débil ante daimyos ambiciosos y el país está al borde de la fractura. Por último, las razas no humanas ven como se acerca el crepúsculo de su cultura y luchan porque sobreviva tanto algo de su pasado como el futuro de las mismas razas.

Todo esto se mezcla con la llegada en el último siglo de los llamados Dioses que Caminan, individuos renacidos con un poder inmenso cuyo origen es desconocido. El más importante de estos Dioses que Caminan fue la fundadora de Mar-Dra, que trajo a su pueblo desde la distante Ratria, fundando un reino que en solo siglo y medio puede medirse con sus vecinos mucho más antiguos. Por otra parte, la naturaleza misma parece arremeter contra las razas del mundo. Décadas de veranos inusualmente calurosos han dejado unas cosechas pobres, la hambruna y la peste han puesto a prueba el sistema feudal, que parece al borde del colapso, y para mayor desgracia, más allá de las fronteras de la civilización, los Tronos Vivientes se alzan para castigar a los mortales.

El mundo ha olvidado el honor y la fraternidad. El dinero cambia de manos para financiar ejércitos. Los bosques se han vuelto sangrientos campos de batalla contra el mismo suelo que uno pisa. Los Dioses juegan al mismo tiempo que son manipulados.

¿Qué esperanza le queda a un mundo dominado por el caos?