Sistema Maverick

Y el ejecutivo yacía inerte sobre el duro hormigón de Gabriel Street. Las luces policiales, azules y rojas, zumbaban como moscas alrededor de carne fresca. Y no había mejor manera de describir el estado del pobre hombre, cincuenta pisos no son cosa de broma.   Los ecos de la caída resonaron en las paredes parabólicas de los medios. El retrato de archivo del Sr. Zu brillaba en las pantallas, un espectro que vigilaba con su mirada neutra la gran ecumenópolis de Wilson. Los analistas recitaban su litanía: las organizaciones criminales del Sistema Exterior habían contratado un sicario, eran reyertas internas de la corporación RAEL, agentes corruptos de la IPPF, el último ataque de el enésimo grupúsculo revolucionario. Algunos, (¡qué audacia!) insinuaban que no era sino un accidente.   Pero los días pasaban, y con ellos las rotativas. No tardaron mucho en instalar unas nuevas ventanas en el piso cincuagésimo de la torre RAEL. Las pantallas enseñaban imagenes de la última ofensiva en Cantor. Y el ejecutivo yacía inerte en el frío nicho del Departamento Forense de la comisaría.