✞ 33

La primera vez que el grupo vio a 33 fue en la cima del pico de Auxilio VIII, tras encender la llama. En la distancia, la figura de 33 les observaba hasta que se dejó caer, precipitándose montaña abajo.

Varios días más tarde, 33 y un pequeño ejercito de seres del Abismo rodearon y atacaron el puerto de Tifón, donde resistían los supervivientes de la ciudad, intentando conseguir a Nara. La caballería de Helena, informada del ataque por el fuego del pico de Auxilio, consiguió hacer retroceder al ejército, salvando a los supervivientes del puerto.


En los últimos compases de la campaña de Tifón, el grupo se enfrentó a 33, quien agonizaba en una cavidad del suelo. Con una certera combinación de ataques el grupo consiguió arremeter contra él y sus defensas, destruyéndolo y haciéndose con su máscara.

El’Barakas tomó la máscara de 33 y se la puso. En la visión pudo contemplar a una expedición de numerados adentrándose en un paramo yermo. La tierra era árida, grisácea, y todo a su alrededor era roca desnuda y muerta, recubierta por capas y capas de bruma y niebla. No se podía divisar nada en la distancia, pues la niebla lo devoraba todo.
Mientras avanzaban, uno de los numerados se llevó las manos a la cabeza. De dentro de la mascara empezó a gotear sangre, los cristales de las ópticas reventaron y su cuerpo levitó levemente hasta que todos los huesos de su cuerpo se comprimieron en una esfera, que permaneció flotando ante la marcha impasible de los numerados. La sangre que manaba a borbotones de la sanguinolenta esfera de músculos tendones y huesos resquebrajados terminó por formar un extraño símbolo en el suelo.
Después de aquello, la niebla se disipó lentamente, desvelando una formidable fortaleza recortada en la ladera de una montaña. Todo se tornó negro y Arrin apareció, diciendo “Venid a mí, caballero”.


El cuerpo de 33, tras ser abatido, se convirtió en una pila de insectos muertos.